planta de plastico porque habia descubierto algo nuevo y asombroso en relacion con su forma y tamano, o porque era una forma de saber que habia dado otra vuelta mas.
Peter se levantaba en mitad de la noche para ver si el pez dormia alguna vez, pero fuese la hora que fuese,
Sentado en una celda de la prision del condado de Grafton, Peter intentaba recordar que habia sido de su pez. Se murio, supuso. Seguramente el lo habia observado hasta que se murio.
Levanto la vista hacia la camara ubicada en un rincon de la celda, que lo escrutaba impasible. Ellos, quienesquiera que fuesen, querian cerciorarse de que no se suicidara antes de que lo crucificaran publicamente. Por tal motivo su celda estaba desprovista hasta de un simple camastro, y de almohada o alfombra alguna: tan solo un duro banco, y aquella estupida camara.
Aunque, pensandolo bien, quiza fuera algo bueno. Por lo que habia podido deducir, estaba solo en aquel corredor de celdas individuales. Se habia quedado aterrorizado cuando el coche del sheriff se habia detenido delante de la carcel. Lo habia visto muchas veces en la tele, sabia lo que sucedia en lugares como aquel. Durante todo el tiempo que habian durado los tramites de su ingreso habia mantenido la boca cerrada, no porque fuera un tipo duro sino porque tenia miedo de echarse a llorar si la abria, y de no poder parar.
Oyo un ruido de metal contra metal, como de espadas entrechocando, y luego unos pasos. Peter no se movio, siguio con las manos juntas entre las rodillas, los hombros encorvados. No queria parecer ansioso, ni demasiado patetico. La verdad es que era bastante bueno haciendose invisible. Era una tecnica que habia perfeccionado durante los ultimos doce anos.
Un funcionario de prisiones se detuvo delante de la celda.
– Tienes visita-dijo, abriendo la puerta.
Peter se puso de pie lentamente. Miro a la camara junto al techo, y siguio al funcionario por un pasillo gris desconchado.
?Seria muy dificil salir de alli? ?Y si le propinaba una patada de kung-fu, como en los videojuegos, y tumbaba a aquel guardian, y luego a otro, y a otro, hasta salir corriendo por la puerta y saborear el aire fresco, cuyo gusto habia empezado ya a olvidar?
?Y si tenia que quedarse alli para siempre?
Entonces se acordo de lo que le habia pasado a su pez. En un arrebato arrollador de sentimiento humanitario a favor de los derechos de los animales, Peter habia agarrado a
El funcionario se detuvo delante de una puerta que decia: VISITAS PRIVADAS. Era incapaz de imaginar quien podia ir a visitarle, a excepcion de sus padres, y el aun no tenia ganas de verlos. Le preguntarian cosas que el no era capaz de contestar, cosas acerca de como es posible arropar a un hijo por la noche, y no reconocerle a la manana siguiente. Quiza lo mas sencillo fuera volver ante la camara de su celda, que lo miraba fijamente pero no lo juzgaba.
– Entra-le dijo el guardian, abriendo la puerta.
Peter respiro hondo, con un estremecimiento. Se pregunto que debio de pensar su pez despues de esperar encontrarse con el frio azul del mar y acabar nadando en mierda.
Jordan entro en la prision del condado de Grafton y se detuvo en el puesto de control. Tenia que firmar en el registro antes de poder visitar a Peter Houghton. Un funcionario de prisiones, al otro lado de una mampara de plexiglas transparente, le proporciono un distintivo de visitante. Jordan tomo la tablilla con el formulario y garabateo su nombre, para devolverla por la pequena ventanilla de la mampara, aunque no habia nadie para recogerla. Los dos funcionarios del otro lado estaban pendientes de un pequeno televisor en blanco y negro en el que daban, como en todas las demas televisiones del planeta, un informativo acerca del tiroteo en el instituto.
– Disculpen-dijo Jordan, pero ninguno de los dos hombres se volvio.
– Al oir los disparos-decia el reportero-, Ed McCabe asomo la cabeza por la puerta del aula de noveno curso, donde estaba dando clase, interponiendose entre el asaltante y sus alumnos.
La pantalla paso a mostrar a una mujer llorando, identificada en grandes letras blancas al pie de su imagen como JOAN MCCABE, HERMANA DE LA VICTIMA.
– Se preocupaba mucho por sus chicos-decia entre sollozos-. Durante los siete anos en que fue profesor en Sterling siempre se preocupo por ellos, ?por que iba a ser diferente el ultimo minuto de su vida?
Jordan cambio el peso de la pierna de apoyo.
– ?Hola?
– Un segundo, amigo-dijo uno de los funcionarios de prisiones, haciendole un gesto ausente con la mano.
El informador aparecio de nuevo en la granulada pantalla, con el pelo levantado como la vela de un barco inflada por la brisa. Tras el se veia una de las paredes de ladrillo monocolor del instituto.
– Sus companeros docentes recuerdan a Ed McCabe como un profesor entregado a su trabajo, siempre dispuesto a hacer cuanto fuera necesario cuando se trataba de ayudar a un alumno, y tambien como un amante de la vida al aire libre, que solia hablar de su sueno de recorrer Alaska. Un sueno-decia el periodista con tono grave-que ahora ya nunca se hara realidad.
Jordan recupero la tablilla con el formulario y la empujo con fuerza por la abertura, de modo que cayera al suelo. Los dos guardias se volvieron a la vez.
– He venido a ver a mi cliente-dijo.
Lewis Houghton nunca habia dejado de impartir una sola clase en los diecinueve anos en que habia sido profesor en la Universidad de Sterling, hasta ese dia. Cuando lo llamo Lacy, se marcho de forma tan precipitada que ni siquiera colgo una nota en la puerta del aula. Se imaginaba a los estudiantes esperando a que el llegara para tomar nota de cada una de las palabras que salian de su boca, como si todo lo que el decia fuera irreprochable.
?Cual era la palabra, la obviedad, el comentario suyo que habia llevado a Peter a cometer aquel acto?
?Que palabra, que obviedad, que comentario podrian haberlo evitado?
El y Lacy estaban sentados en el patio de atras, a la espera de que la policia abandonara la casa. Uno de los policias se habia marchado, pero probablemente en busca de una ampliacion de la orden de registro. A Lewis y a Lacy no les estaba permitido quedarse en su propia casa mientras durara la inspeccion. Durante un rato, se habian quedado en el camino de entrada, viendo como de vez en cuando salia un agente cargado con cajas y bolsas llenas de cosas que Lewis habia encontrado logico que se llevaran, como la computadora, o libros de la habitacion de Peter, pero tambien de otras que nunca se le hubiesen ocurrido, como una raqueta de tenis, o una caja gigante de fosforos impermeables.
– ?Que hacemos?-murmuro Lacy.
El sacudio la cabeza, con la mirada perdida. Para uno de sus articulos periodisticos sobre el valor de la felicidad, habia entrevistado a personas mayores que habian intentado suicidarse. «?Que nos queda?», le decian. Entonces, Lewis habia sido incapaz de comprender aquella falta absoluta de esperanza. En aquella epoca no podia imaginar que el mundo pudiera volverse tan amargo que no se fuera capaz de ver una solucion.
– No podemos hacer nada-repuso Lewis, y lo decia convencido. Miro a un agente que salia con un monton de comics viejos de Peter.
Cuando llego a casa se encontro a Lacy paseando de un lado a otro del camino de entrada. Al verlo, ella se le habia arrojado a los brazos.
– ?Por que?-le habia dicho entre sollozos-. ?Por que?
Habia miles de preguntas encerradas en aquel simple por que, pero Lewis no hubiera podido responder a una