Pero ?que iba a decir ella ahora? ?La verdad?
Josie sintio que se le retorcian los labios y que se le arrugaba la cara. Se echo a llorar tan fuerte que noto como vibraban las tablas de madera de la tarima de la iglesia; tanto, que estaba segura de que hasta Matt podia oirla desde el interior de aquel ataud sellado.
– Lo siento-dijo con voz ahogada, dirigiendose a el, al senor Royston, a cualquiera que quisiera escucharla-. Oh, Dios mio, cuanto lo siento.
No se dio cuenta de que su madre habia subido los escalones del altar, le habia pasado un brazo alrededor de los hombros y se la llevaba hacia la parte de atras, hasta una pequena antesala utilizada por el organista. No protesto cuando su madre le ofrecio un Kleenex y le paso la mano por la espalda. Ni siquiera le importo que su madre le colocara el pelo por detras de las orejas, como hacia cuando Josie era pequena, aunque apenas recordaba el gesto.
– Todos deben de pensar que soy una idiota-dijo Josie.
– Nada de eso. Lo que creen es que lloras la perdida de Matt.-Su madre dudo unos segundos-. Se que crees que tu tuviste la culpa.
El corazon de Josie latia con tal fuerza que movia la fina tela de gasa del vestido.
– Tesoro-le dijo su madre-, tu no podias salvarle.
Josie agarro otro panuelo de papel, y fingio que su madre lo habia entendido.
El regimen penitenciario de maxima seguridad suponia que Peter no tenia companero de celda. Tampoco un tiempo de recreo porque no podia salir al patio. Le llevaban la comida a la celda tres veces al dia. Sus lecturas pasaban la censura de los funcionarios. Y, dado que el personal de la prision seguia considerandolo un potencial suicida, en el espacio de su celda habia solamente un inodoro y un banco: ni sabanas, ni colchon, nada que pudiera servir para confeccionar algo con lo que liberarse de este mundo.
En la pared que ocupaba el fondo de su celda habia cuatrocientos quince ladrillos; los habia contado. Dos veces. Despues habia pasado el rato mirando fijamente a la camara que lo vigilaba. Peter se preguntaba quien habria al otro lado de aquella camara. Se imagino un monton de guardianes arremolinados en torno a un miserable monitor de television, dandose codazos y desmontandose de risa cada vez que Peter tenia que ir al retrete. En otras palabras, una vez mas, un grupo de gente que se reia a su costa.
La camara tenia una luz roja, el indicador de encendido, y un simple objetivo que rielaba como el arco iris. El objetivo estaba cenido por una circunferencia de plastico que parecia su parpado. A Peter le asalto el pensamiento de que, aunque el no fuera un suicida, unas semanas mas en aquellas condiciones y lo seria.
En la carcel no llegaba a hacerse nunca la completa oscuridad, tan solo una penumbra. Tampoco le importaba mucho, de todos modos, poca cosa habia que hacer salvo dormir. Peter se tumbaba en el banco, preguntandose si la capacidad auditiva se perderia al no usarla; si la facultad de hablar seguiria su mismo camino. Recordaba haber estudiado en clase de ciencias sociales que en el antiguo Oeste, cuando encerraban en la carcel a los nativos americanos, a veces caian fulminados, muertos. Como explicacion se habia impuesto la teoria de que una persona tan acostumbrada a la libertad de los espacios al aire libre no podia soportar el confinamiento. Pero Peter tenia otra. Cuando la unica compania que tenias eras tu mismo, y no querias entablar relaciones sociales, solo habia una forma de salir de alli.
Acababa de pasar por delante de la celda uno de los guardianes que realizaba la ronda de seguridad, consistente en darse una vuelta por las celdas pisando fuerte con sus pesadas botas, cuando Peter oyo:
– Se lo que hiciste.
«Mierda-penso-. Ya he empezado a volverme loco».
Y luego:
– Todo el mundo lo sabe.
Peter bajo los pies hasta tocar el suelo de cemento, se sento y miro a la camara, pero esta no le revelo secreto alguno.
La voz sonaba como el viento que pasa rozando la nieve: un susurro lugubre.
– A tu derecha-dijo, y Peter se puso lentamente en pie y se acerco a un rincon de la celda.
– ?Quien…quien esta ahi?-pregunto.
– Maldicion, ya era hora. Crei que nunca ibas a dejar de gimotear.
Peter intento mirar por entre los barrotes, pero no pudo ver nada.
– ?Me has oido llorar?
– Puto bebe-dijo la voz-. A ver si creces de una puta vez.
– ?Quien eres?
– Puedes llamarme Carnivoro, como todos.
Peter trago saliva.
– ?Por que estas aqui?
– Por nada de lo que ellos dicen-replico Carnivoro-. ?Cuanto tiempo?
– ?Cuanto tiempo que?
– ?Cuanto tiempo te falta para el juicio?
Peter no lo sabia. Era la pregunta que habia olvidado hacerle a Jordan McAfee, seguramente porque tenia miedo de oir la respuesta.
– El mio es la semana que viene-dijo Carnivoro, sin darle tiempo a Peter a contestar.
La puerta metalica de la celda le parecia de hielo al contacto de la sien.
– ?Cuanto llevas aqui?-pregunto Peter.
– Diez meses-repuso Carnivoro.
Peter se imagino sentado alli, en aquella celda, diez meses seguidos. Penso en todas las veces que habia contado aquellos estupidos ladrillos, en todas las veces que los guardias, a traves de su pequeno aparato de television, lo verian orinar.
– Tu has matado a ninos, ?verdad? ?Sabes lo que les pasa en la carcel a los tipos que han matado a ninos?
Peter no respondio. El era mas o menos de la misma edad que todos los demas alumnos del Instituto Sterling. No se habia puesto a disparar en una guarderia. Y no le habian faltado sus razones.
No quiso seguir hablando sobre aquel tema.
– ?Como es que no estas fuera bajo fianza?
Carnivoro se mofo:
– Porque dicen que viole a no se que camarera, y que luego la apunale.
?Todos los que estaban en aquella prision se considerarian inocentes? Peter se habia pasado todo el tiempo que habia estado tumbado en el banco convenciendose de que el era totalmente diferente a todos los demas presos que pudiera haber en la prision del condado de Grafton…y ahora resultaba que era mentira.
?Lo mismo le habria parecido a Jordan?
– ?Sigues ahi?-pregunto Carnivoro.
Peter volvio a tumbarse en el banco sin decir nada mas. Volvio la cara hacia la pared, e hizo como que no oia nada mientras el tipo de la celda de al lado intentaba una y otra vez reanudar la comunicacion.
Lo que mas sorprendio a Patrick era lo joven que parecia la jueza Cormier cuando no estaba en el estrado. Abrio la puerta en vaqueros, con el pelo recogido en forma de coleta y secandose las manos en un pano de cocina. Josie aparecio tras ella con el mismo rostro inexpresivo y la mirada fija que habia visto en todas las demas victimas a las que habia entrevistado. Josie era una pieza vital del rompecabezas, la unica testigo que habia visto a Peter matar a Matthew Royston. Pero a diferencia de todas aquellas otras victimas, Josie tenia una madre que conocia todos los entresijos del sistema judicial.
– Jueza Cormier-dijo Patrick-. Josie. Gracias por permitirme venir a su casa.
La jueza le miro a los ojos.
– Pierde el tiempo. Josie no recuerda nada.
– Con el debido respeto, senora jueza, mi trabajo es pedirle a Josie que me lo diga ella misma.
Se preparo para una discusion, pero ella retrocedio invitandole a entrar. Los ojos de Patrick recorrieron el vestibulo de arriba abajo: la mesa de anticuario con una planta cuyas largas hojas caian sobre la superficie, los paisajes de buen gusto colgados de las paredes. De modo que asi era como vivia un juez. Su casa, en cambio, era