la lengua montones de preguntas que estaba seguro de que habia olvidado formular.
– Patrick-dijo ella, porque era su mejor amiga y porque era la persona que mejor conocia, incluido el mismo-, no te culpes.
El agacho la cabeza.
– Ha pasado en mi ciudad, ?como quieres que no lo haga?
– Si tuvieras videotelefono, podria saber si llevas un cilicio, o la capa y las botas-dijo Nina.
– No tiene gracia.
– No, no la tiene-convino ella-. Pero al menos sabes que el juicio sera pan comido. ?Cuantos testigos tienes? ?Mil?
– Mas o menos.
Nina se quedo callada. A una mujer que vivia con el remordimiento como companero inseparable, Patrick no necesitaba explicarle que no bastaba con condenar a Peter Houghton. Patrick solo se quedaria satisfecho si llegaba a entender por que Peter habia hecho aquello.
Para poder evitar que volviera a pasar.
De un informe del FBI, redactado por agentes especiales encargados de estudiar casos de tiroteos en centros escolares en todo el mundo:
Hemos apreciado semejanzas en la dinamica familiar de los asaltantes a escuelas con armas de fuego. Es frecuente que el agresor mantenga una relacion turbulenta con sus padres, o que tenga unos padres que acepten su conducta patologica. En el seno de la familia hay una carencia de confianza. El transgresor no ha tenido limites en el uso de la television o de la computadora, y a veces ha tenido acceso a armas.
En cuanto al entorno escolar, encontramos, por parte de quien acabara cometiendo un asalto con disparos, una tendencia a distanciarse del proceso de aprendizaje. El propio centro escolar puede haber mostrado asimismo tendencia a aceptar conductas irrespetuosas, lo mismo que falta de equidad en la aplicacion de la disciplina y una cultura muy rigida; algunos alumnos gozan de un gran prestigio, tanto por parte de los profesores como del personal.
Es muy posible que este tipo de agresores tengan acceso facil a peliculas violentas, asi como a programas de television y videojuegos del mismo genero; al consumo de drogas y de alcohol; que frecuenten un grupo de personas afines, al margen del centro escolar, que de apoyo a su comportamiento.
Cabe anadir que, con anterioridad a la perpetracion del acto violento, suele haber filtraciones, indicios o pistas de que algo se avecina. Estos indicios pueden darse en forma de poemas, escritos, dibujos, mensajes via Internet, o amenazas tanto en su presencia o como en su ausencia.
A pesar de los rasgos comunes aqui descritos, prevenimos del empleo de este informe para la confeccion de listas de control con la finalidad de predecir futuros casos similares. En manos de los medios de comunicacion, eso podria dar como resultado calificar de peligrosos a muchos alumnos no violentos. De hecho, hay un gran numero de adolescentes que jamas cometeran acto violento alguno y que en cambio muestran algunas de las caracteristicas de la lista.
Lewis Houghton era un animal de costumbres. Todas las mananas se despertaba a las cinco y treinta y cinco y bajaba al sotano a correr unos minutos en la cinta rodante. Se duchaba y desayunaba un tazon de cereales mientras repasaba los titulares del periodico. Llevaba siempre el mismo chaqueton, hiciera frio o calor, y estacionaba siempre en el mismo sitio en el parking de la facultad.
En una ocasion, habia intentado realizar un calculo matematico de los efectos de la rutina en la felicidad, pero habia descubierto una variable muy interesante que afectaba al resultado final: la cantidad de felicidad aportada por los elementos con los que la persona estaba familiarizada podian verse aumentados o reducidos segun fuera la resistencia del individuo a los cambios. O en lenguaje llano, como habria dicho Lacy: por cada persona a la que le gusta la rutina sin variaciones, hay otra que la encuentra sofocante. En tales casos, el coeficiente de rutina se convertia en un valor negativo, y hacer lo que dictaba la costumbre restaba valor a la felicidad.
Tal debia de ser el caso de Lacy, suponia, porque no dejaba de dar vueltas por toda la casa como si no la hubiera visto nunca, incapaz, segun todos los indicios de volver a su trabajo.
– ?Como puedes esperar que en estos momentos piense en los hijos de las demas?-le habia dicho a Lewis.
Ella seguia insistiendo en que tenian que hacer algo, pero a el no se le ocurria que podia ser. Y como no podia consolar ni a su esposa ni a su hijo, Lewis decidio que solo le quedaba la opcion de consolarse a si mismo. Tras la sesion del acta de acusacion, y despues de haber pasado cinco dias sentado en su casa de brazos cruzados, una buena manana se preparo el maletin, desayuno los cereales, leyo el periodico y se fue al trabajo.
Camino de su despacho, iba pensando en la ecuacion de la felicidad. Uno de los principios de su gran aportacion (F=R/E o, lo que es lo mismo, Felicidad es igual a Realidad dividido por Expectativas), se basaba en el hecho, aceptado como una verdad universal, de que siempre se tiene alguna expectativa en relacion con el porvenir. En otras palabras, E siempre era un numero real, puesto que la division entre cero no es posible. Pero ultimamente se preguntaba acerca de la veracidad de este supuesto. Las matematicas no daban mas de si. En plena noche, mientras permanecia acostado, completamente despierto y mirando al techo, y sabiendo que su mujer, a su lado, fingia dormir pero estaba haciendo exactamente lo mismo que el, Lewis habia llegado a creer que uno se puede ver condicionado a no esperar absolutamente nada de la vida. De esta forma, al perder a tu hijo mayor no tenias por que sentir pesadumbre. Y cuando encerraban a tu segundo hijo en la carcel por haber cometido una masacre, no te quedabas destrozado. Si se podia dividir entre cero. Era como si tuvieras un agujero donde antes tenias el corazon.
Nada mas poner los pies en el campus, Lewis se sintio mejor. Alli no era el padre del joven asesino de sus companeros de instituto ni nunca lo habia sido. Alli era Lewis Houghton, profesor de economia. Alli, sus escritos no habian perdido un apice de su valor; no tenia por que contemplar el corpus de sus investigaciones, preguntandose en que punto fallaban.
Lewis acababa de sacar unos papeles del maletin, cuando el catedratico del departamento de economia asomo la cabeza por la puerta entreabierta. Hugh Macquarie era un hombre grandullon (los estudiantes le llamaban Huge Andhairy a sus espaldas), [7] que habia asumido el puesto con entusiasmo.
– ?Houghton? ?Que haces aqui?
– La ultima vez que lo comprobe, la universidad seguia pagandome por mi trabajo-dijo Lewis, intentando responder con una broma. El no sabia hacer bromas, nunca habia sabido. Decia cosas fuera de lugar, daba palos de ciego.
Hugh entro en el despacho.
– Cielo santo, Lewis, no se que decir.-Dudo unos segundos.
Lewis no se lo reprochaba. El tampoco sabia que decir. Podia haber formulas verbales para expresar el pesame, o la perdida de una mascota adorada, o para la perdida de un trabajo, pero nadie parecia conocer las palabras apropiadas para consolar a alguien cuyo hijo habia matado a diez personas.
– Pense en llamarte a casa. Lisa hasta queria llevarles algo de comer, o cualquier cosa. ?Como esta Lacy?
Lewis se subio los anteojos sobre la nariz.
– Oh-dijo-. En fin, intentamos que todo siga con la mayor normalidad posible.
Al decirlo, se imagino su vida como una grafica. La normalidad era una raya que se prolongaba y se prolongaba, acercandose cada vez mas al eje, pero sin llegar a alcanzarlo nunca.
Hugh se sento en la silla situada delante del escritorio de Lewis. La misma silla en la que solia sentarse de vez en cuando algun estudiante que necesitaba una aclaracion sobre microeconomia.
– Lewis, tomate un tiempo prudencial-le dijo.
– Gracias, Hugh. Te lo agradezco de veras.-Lewis echo una ojeada a una ecuacion escrita en la pizarra, que habia tratado de descifrar-. Pero lo que mas necesito en este momento es estar aqui. Es una manera de sustraerme a todo aquello.-Tomo una tiza y se puso a escribir una larga serie de numeros que le tranquilizaran.
Sabia que no era lo mismo algo que te hiciera feliz o algo que no te hiciera desgraciado. El truco estaba en autoconvencerse de que eran una sola cosa.
Hugh le puso la mano en el brazo, interrumpiendolo en mitad de la ecuacion.