Jordan respondio con un imperceptible asentimiento de cabeza. «Mision cumplida».

Consideraba intrascendente cual fuera el juez que presidiera la sesion: aprobaria maquinalmente el proceso y lo traspasaria al tribunal en el que, alli si, Jordan deberia montar su numerito. Era el Honorable David Iannucci: lo que Jordan recordaba de el era que tenia injertos en el pelo, y que, cuando te presentabas ante el, tenias que poner todo tu empeno en mantener los ojos disciplinados para que miraran su cara de huron en lugar de su linea de trasplantes capilares.

El escribano anuncio la vista para el caso de Peter Houghton, y dos alguaciles condujeron a este a traves de una puerta. El publico, el rumor de cuya conversacion habia llenado hasta entonces la sala, enmudecio. Peter no levanto los ojos al entrar. Permanecio con la vista fija en el suelo incluso cuando le hicieron sentar en su lugar junto a Jordan.

El juez Iannucci examino el papel que acababan de ponerle delante.

– Veo, senor Houghton, que desea usted renunciar a la vista preliminar para la determinacion de causa probable.

Ante la noticia, tal como Jordan habia previsto, se produjo un suspiro colectivo por parte de los representantes de los medios de comunicacion, los cuales habian albergado la esperanza de asistir a un espectaculo.

– ?Entiende usted que mi obligacion hoy deberia haber sido la de determinar si hay o no una causa probable para creer que usted cometio los actos que se le imputan, y que renunciando a la vista preliminar para la determinacion de causa probable usted declina su derecho a que yo encuentre dicha causa probable, y que por ello debera comparecer ante el gran jurado, y yo me vere obligado a traspasar el caso al Tribunal Superior?

Peter se volvio hacia Jordan.

– ?Ha hablado en nuestro idioma?

– Tu di que si-le insto Jordan.

– Si-repitio Peter.

El juez Iannucci lo miro fijamente:

– Si, Su Senoria-lo corrigio.

– Si, Su Senoria.-Peter se volvio de nuevo hacia Jordan, mascullando entre dientes-: Vaya mierda.

– Puede retirarse-dijo el juez, y los alguaciles se llevaron de nuevo a Peter tras hacerle levantar del asiento.

Jordan se puso de pie tambien, para dar paso al abogado defensor del siguiente caso del dia. Se acerco a la mesa de la acusacion, ocupada por Diana Leven, que seguia organizando los expedientes que no iba a tener ocasion de utilizar.

– Bueno-dijo ella sin molestarse en levantar los ojos de sus papeles-, no puedo decir que haya sido una sorpresa.

– ?Cuando piensa llamarme para el intercambio de pruebas?-le pregunto Jordan.

– No recuerdo haber recibido su carta requisitoria.

Y paso junto a el apartandolo a su paso y precipitandose hacia el pasillo. Jordan se dijo que tenia que pedirle a Selena que enviara una nota por escrito a la oficina del fiscal. Un formalismo, pero al que sabia que Diana responderia. En un caso tan importante como aquel, el fiscal del distrito seguia toda la normativa al pie de la letra, para que si alguna vez llegaba a producirse una apelacion, el veredicto original no quedara anulado por culpa de un error de tramite.

Nada mas cruzar la doble puerta de la sala del tribunal, se vio abordado por los Houghton.

– Pero ?que demonios pasa aqui?-le increpo Lewis-. ?Es que no le pagamos para que haga su trabajo?

Jordan conto hasta cinco antes de contestar.

– Lo habia hablado antes con mi cliente, con Peter. El me dio su permiso para renunciara la vista preliminar.

– Pero usted no ha dicho nada-protesto Lacy-. Ni siquiera le ha dado una oportunidad.

– La vista de hoy no habria beneficiado en nada a Peter. Y por el contrario habria puesto a su familia en el punto de mira de todas las camaras que hay ahi fuera del tribunal. Eso es algo que pasara de todas formas, antes o despues. ?De verdad prefieren que sea antes?-Paso la mirada de Lacy Houghton a su marido, y a ella de nuevo-. Les he hecho un favor-dijo Jordan, y se marcho dejando la verdad en el espacio entre ambos, una piedra que se hacia mas pesada a cada momento que pasaba.

Patrick se dirigia hacia la sala del tribunal donde debia celebrarse la vista preliminar de determinacion de causa probable para el caso de Peter Houghton, cuando recibio una llamada en el movil que le hizo dar media vuelta en direccion opuesta, hacia la tienda de armas Smyth, en Plainfield. El propietario del establecimiento, un hombre rechoncho y de baja estatura con una barba manchada de tabaco, estaba sentado en el bordillo, sollozando, cuando llego Patrick. Junto a el habia un agente de la policia, quien hizo un gesto con la barbilla senalando la puerta abierta.

Patrick se sento junto al propietario.

– Soy el detective de policia Ducharme-dijo-. ?Podria explicarme que ha sucedido?

El hombre sacudio la cabeza.

– Ha sido todo tan rapido. La mujer me pidio que le ensenara una pistola, una Smith and Wesson. Me dijo que la queria para tenerla en casa, como proteccion. Me pregunto si tenia folletos o catalogos de informacion sobre el modelo, y cuando yo me volvi para buscarle algunos…ella…-Meneo la cabeza de un lado para otro.

– ?De donde saco las balas?-pregunto Patrick.

– De la tienda, no. Yo no se las vendi-dijo el propietario-. Debia de llevarlas en el bolso.

Patrick hizo un gesto de asentimiento.

– Quedese aqui con el agente Rodriguez. Puede que tenga que hacerle algunas preguntas mas.

Dentro de la armeria habia sangre y materia encefalica desparramada por la pared de la derecha. El forense, el doctor Guenther Frankenstein, habia llegado ya y estaba inclinado sobre el cadaver, que yacia de lado en el suelo.

– ?Como demonios has llegado tan pronto?-le pregunto Patrick.

Guenther se encogio de hombros.

– Estaba en la ciudad, en una muestra de coleccionismo de cartas de beisbol.

Patrick se agacho a su lado.

– ?Coleccionas cartas de beisbol?

– Bueno, no iba a coleccionar higados, ?no?-Miro a Patrick-. En serio, tenemos que dejar de encontrarnos en este tipo de circunstancias.

– Que mas quisiera yo.

– La cosa no tiene mucho misterio-dijo Guenther-. Se ha metido el canon de la pistola en la boca y ha apretado el gatillo.

Patrick se fijo en el bolso, sobre el mostrador de cristal. Se puso a rebuscar dentro y encontro una caja de municion con su ticket de caja del Wal-Mart. Luego abrio el billetero de la mujer y saco su carnet de identidad, en el momento en que Guenther hacia rodar el cuerpo para colocarlo boca arriba.

A pesar de las senales del disparo que le ennegrecian los rasgos, Patrick la reconocio antes de mirar su nombre. Habia hablado con Yvette Harvey. Habia sido el quien le habia dicho que su unica hija, una nina con sindrome de Down, habia perecido en el asalto al Instituto Sterling.

Indirectamente, penso Patrick, el computo de victimas mortales de Peter Houghton seguia aumentando.

– Que alguien coleccione armas no significa que tenga intencion de usarlas-dijo Peter, frunciendo el cejo.

Hacia un calor infrecuente para finales de marzo, unos desconcertantes treinta grados, y el aire acondicionado de la prision estaba estropeado. Los reclusos se paseaban en boxers, los guardianes tenian los nervios de punta. La brigada de mantenimiento trabajaba tan despacio que Jordan penso que, con suerte, quiza acabaran su trabajo antes de que volviera a nevar. Llevaba dos horas sentado con Peter y sudando en una sala de entrevistas que era una camara de torturas, y se notaba empapada hasta la ultima fibra del tejido de su traje.

Queria marcharse. Queria irse a casa y decirle a Selena que nunca deberia haber aceptado aquel caso. Le entraron ganas de agarrar el coche y marcharse con su familia a los veinticinco kilometros escasos de playa con los que habia sido agraciado New Hampshire, y zambullirse vestido en las glaciales aguas del Atlantico. Morir de

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