colina del cementerio se estrellaban con los coches que venian en direccion contraria. El racionamiento de la gasolina y la escasez de hombres jovenes habia reducido la matanza durante la guerra. El padre de Baedecker iba a beber al Arbol Solitario cuando se hallaba de licencia en casa. Baedecker recordaba haber bebido una naranjada Nesbitt's en la fresca oscuridad donde ahora pedia un vaso de whisky irlandes y una cerveza. Miro los mosaicos rajados del suelo como si el saco de ardillas aun estuviera alli.
– Usted no me recuerda, ?eh? -pregunto el conductor. En la camioneta se habia presentado como Carl Foster.
Baedecker bebio el whisky y miro la cara rubicunda y los ojos azules y transparentes.
– No -dijo.
– No lo culpo -dijo el granjero con una sonrisa-. Usted y yo fuimos juntos al cuarto grado, pero yo tuve que repetir el ano cuando usted, Jimmy y los demas pasaron a quinto.
– Carl Foster -repitio Baedecker. Tendio la mano para estrechar la del otro hombre-. Carl Foster. Si, claro, usted se sentaba frente a Kevin y detras de esa chica con mechas y…
– Tetas grandes -redondeo Carl, estrechando la mano de Baedecker-. Al menos para cuarto grado. Si. Donna Lou Baylor. Se caso con Tom Hewford. Oiga, este es mi yerno, Galen.
– Tanto gusto -dijo Baedecker, dandole la mano-. Cielos, estuvimos juntos en los scouts, ?verdad, Carl?
– El viejo Mechan era instructor de los scouts -dijo el granjero-. Siempre nos decia que un buen scout seria buen soldado. Me premio con una placa al merito por saber identificar aviones. Yo me sentaba en el maldito granero hasta las dos de la manana con mis tarjetas con siluetas, mirando el cielo. No se que habria hecho si la Luftwaffe hubiera decidido arrasar Peoria… no tuvimos telefono hasta el 48.
– Carl Foster -dijo Baedecker, y le pidio otra ronda al camarero.
Mas tarde, cuando se alargaban las sombras, salieron a orinar y a matar ratas.
– Galen -dijo Foster-, trae la veintidos de la camioneta.
Se pararon en el borde del barracon y orinaron sobre cinco decadas de chatarra. Resortes oxidados, viejas lavadoras, miles de latas y el cadaver oxidado de un Hudson 38. Reliquias mas recientes cubrian los treinta metros de sombria ladera mezclandose con basura. Foster se cerro la bragueta y cogio el rifle que le ofrecia el yerno.
– No veo ratas -dijo Baedecker. Dejo el vaso de whisky vacio y abrio otra cerveza.
– Hay que despertar a esas alimanas -dijo Foster, y disparo contra un banera acribillada de agujeros a veinte metros barranco abajo. Echaron a correr formas oscuras. El granjero metio otro cartucho en la camara y disparo de nuevo. Algo salto en el aire con un chillido. Foster le entrego el rifle a Baedecker.
– Gracias -dijo Baedecker. Apunto cuidadosamente hacia una sombra, bajo un radio de consola Philco, y disparo. No se movio nada.
Foster encendio un cigarrillo, que dejo colgando del labio mientras hablaba.
– Lei en alguna parte que usted estuvo con los
– Hace mucho tiempo -dijo Baedecker-. Corea. Vole con la Armada por un tiempo. -El rifle casi no tenia retroceso.
– Yo nunca he servido en las fuerzas armadas -dijo Foster. El cigarrillo se agitaba-. Hernia. No me aceptaron. ?Ha disparado a un hombre alguna vez?
Baedecker titubeo, la cerveza en la mano. La dejo en el suelo mientras Foster le devolvia el rifle.
– No tiene por que contestar -dijo el granjero-. No es cosa mia.
Baedecker se concentro en la mira y disparo. El 22 le pego en el hombro y una vieja tabla de fregar se derrumbo.
– No se veia mucho desde la cabina de esos viejos Panthers -dijo Baedecker-. Uno soltaba las bombas y volvia a casa. Derribe tres aviones enemigos en batallas aereas, pero tampoco fue muy personal. Vi que los pilotos saltaban de dos de ellos. En el ultimo mi visor estaba rajado y manchado de aceite, asi que no vi demasiado. Las camaras del avion no mostraron a nadie saliendo. Pero usted no se refiere a eso. No es lo mismo que dispararle a un hombre. -Baedecker cargo el 22 y se lo paso a Foster.
– Supongo que no -dijo el granjero, y disparo deprisa. Una rata salto en el aire y cayo contorsionandose.
Baedecker arrojo la lata vacia al barranco. Cogio el rifle y lo acuno en el brazo. Hablo con voz monotona.
– Aunque casi le dispare a alguien aqui, en Glen Oak.
– ?De veras? ?A quien?
– Chuck Compton. ?Lo recuerda?
– ?Ese imbecil? Si. ?Como olvidar a un tio de quince anos que todavia estaba en sexto grado? Fumaba Pall Malls en el cuarto de bano. Compton era un hijo de puta.
– Si -asintio Baedecker-. Yo no le preste atencion hasta que llegue a sexto grado. Entonces decidio que me moleria a golpes cada dos dias. Me esperaba despues de la escuela. Ese tipo de cosas. Trate de sobornarlo con monedas, comida, incluso chocolate Hershey cuando lo tenia. Hasta le pasaba las respuestas de las pruebas de geografia y esas cosas. Compton aceptaba todo, pero no servia de nada. Compton no queria nada de mi. Disfrutaba lastimando a la gente.
– ?Que paso?
– Mi madre me dijo que le hiciera frente. Sostenia que todos los matones eran cobardes, que si uno los enfrentaba, se echaban atras. Gracias, Galen. -Baedecker acepto otra cerveza y bebio un largo sorbo-. Asi que un viernes lo desafie a pelear. Me rompio la nariz por dos sitios, me saco un diente y casi me astillo las costillas a patadas. Frente a los demas ninos.
– En efecto. Ese es Compton.
– Asi que lo pense durante una semana. Un sabado por la manana lo vi en el campo de juegos, frente a mi casa. Subi y saque mi escopeta del armario de mi madre.
– ?Tenia escopeta propia? -pregunto Foster.
– Mi padre me la dio cuando cumpli ocho anos -respondio Baedecker-. Perdigones 4-10 abajo. Calibre 22 arriba.
– Una Savage -dijo Foster-. Mi hermano tenia una de esas. -Arrojo la colilla-. ?Y que sucedio?
– Espere a que Compton se acercara -dijo Baedecker-. Primero saque la mosquitera de la ventana del dormitorio de mi madre y espere a que cruzara la calle. No podia verme detras de las cortinas de encaje. Cargue los dos canones de perdigones. A diez metros no podia errar. Compton se hallaba a esa distancia.
– Una 4-10 es tremenda a esa distancia -dijo Foster.
– La cargue con perdigones para perdices numero 6 -dijo Baedecker.
– Cielos.
– Si, queria ver las entranas de Compton derramandose en el suelo como las de ese conejo que mi padre habia tumbado con cartuchos numero 6 un par de meses antes. Recuerdo que estaba calmado mientras apuntaba el canon a la cara de Compton. Baje la mira hacia el cinturon porque siempre me desviaba un poco hacia arriba y a la izquierda. Trate de pensar en alguna razon para dejar con vida a ese hijo de perra. No se me ocurrio ninguna. Aprete el gatillo como me habia ensenado mi padre: conteniendo el aliento pero sin tension, despacio y suavemente, sin brusquedad. Aprete. El seguro estaba puesto. Lo baje para liberar el cartucho y tuve que apuntar de nuevo porque Compton se habia movido. Se detuvo para decirle algo a una nina vecina que jugaba a la rayuela, y le apunte a la espalda. Estaba a solo veinte metros.
– ?Y? -pregunto Foster encendiendo otro cigarrillo.
– Y mi madre me llamo para almorzar -siguio Baedecker-. Descargue los dos canones y guarde la escopeta. En las proximas semanas trate de mantenerme alejado de Compton. Al cabo de un tiempo se canso de golpearme. En mayo nos mudamos.
Foster bebio un sorbo de cerveza.
– Si, Chuck Compton siempre fue un idiota.
– ?Que le paso? -pregunto Baedecker, apoyando la cerveza en el suelo. Alzo la 22 y apunto hacia el barranco.
– Se caso con Sharon Cahill en Princeville -dijo Foster-. Renacio. Por un tiempo fue muy religioso. Estaba trabajando para la carretera estatal en el 66 cuando se cayo del tractor podador y las cuchillas le pasaron por encima. Vivio una semana, hasta que una neumonia lo liquido.