– Si, querido. -Deedee Gavin tenia cuarenta y cinco anos, igual que el esposo, pero habia entrado en ese limbo sin edad, tipico de algunas mujeres, entre los veinticinco y los cincuenta. Era rubia y delgada, y aunque animosa, su voz y sus movimientos no revelaban esa tension controlada que caracterizaban el comportamiento del esposo. Gavin siempre fruncia el ceno como si le preocupara algo o luchara internamente con un enigma. Deedee Gavin no daba indicios de tal inquietud o actividad intelectual. De las varias esposas de astronautas que Gavin habia conocido, Deedee Gavin siempre le habia parecido la menos adaptada. La ex esposa de Baedecker, Joan, habia pronosticado el divorcio inminente de los Gavin casi veinte anos antes, cuando ambas parejas se conocieron en la base Edwards de la Fuerza Aerea en la primavera de 1965.

– ?Tommy? -pregunto Gavin.

Tom Gavin hijo desvio los ojos y movio la cabeza. Llevaba pantalones cortos de algodon raidos y una camiseta azul y blanca de la Cruzada Universitaria por Cristo. El muchacho media uno sesenta y seguia creciendo. En ese momento la colera parecia pesarle como una segunda mochila.

– ?Dick?

– Si -dijo Baedecker. En su mochila naranja llevaba una tienda, comida y agua, ropa y equipo impermeable, un calentador portatil y combustible, equipo para cocinar y botiquin de primeros auxilios, cuerda, linterna, insecticida, un saco de dormir Fiberfill y mantas, colchoneta de espuma y otros elementos de montana. Por la manana, en la balanza del bano de los Gavin, pesaba catorce kilos, pero Baedecker estaba seguro de que alguien habia anadido subrepticiamente una gran coleccion de piedras. El nervio dolorido del cuello le vibraba como una cuerda de guitarra demasiado tensa. Baedecker se preguntaba que ruido haria al partirse-. Preparado -dijo.

– ?Senorita Brown?

Maggie dio un ultimo tiron a la correa de su mochila y sonrio. Para Baedecker fue como si el sol hubiera asomado detras de una nube, aunque el cielo de Colorado habia estado despejado todo el dia.

– Preparada. Llamame Maggie, Tom.

Se habia cortado el pelo desde que Baedecker la vio en la India tres meses antes. Llevaba pantalones cortos de algodon y una fina camisa escocesa sobre un top verde. Tenia las piernas bronceadas y musculosas. Maggie llevaba la carga mas ligera, ni siquiera una mochila dura, tan solo una de esas mochilas de lona con un saco de dormir atado detras. Maggie era la unica que calzaba zapatillas deportivas, los demas llevaban botas de montana. Parecia que en cualquier momento echaria a volar como un globo mientras los otros seguian trajinando como buzos en el fondo del mar.

– Bien -dijo Gavin-, en marcha. -Echo a andar vivazmente dejando atras el coche aparcado.

Por encima del prado la carretera se transformaba en una senda que serpeaba entre pinos, abetos y alamos. Deedee se daba prisa para seguirle el ritmo al esposo. Maggie adopto un paso tranquilo a cierta distancia. Baedecker se esforzaba para no quedar a la zaga, pero al cabo de trescientos metros de colina ya se tambaleaba y tenia la cara roja, y sus pulmones se esforzaban para hallar mas oxigeno del que habia en el aire a tres mil metros. El hijo de Tom se distancio aun mas, arrojando piedras a un arbol o tallando algo en un alamo con su cuchillo.

– Vamos, mantengamos el paso -llamo Gavin desde el siguiente recodo-. Ni siquiera hemos llegado a la senda.

Baedecker asintio con la cabeza, demasiado agitado para hablar. Maggie se volvio y bajo hacia el. Baedecker se enjugo la cara, se acomodo la mochila contra la camisa sudada y se asombro de la insensatez de bajar una cuesta cuando tendrian que seguir subiendo.

– Hola -dijo Maggie.

– Hola -resollo Baedecker.

– No falta mucho para el campamento. El sol estara detras del risco en cuarenta y cinco minutos. Ademas, esta noche nos interesa llegar a la parte baja del desfiladero, pues el terreno se vuelve muy empinado en tres kilometros.

– ?Como lo sabes?

Maggie sonrio y se calo un mechon de pelo detras de la oreja. Baedecker recordaba bien ese gesto. Le alegraba ver que el pelo mas corto no habia eliminado la necesidad del ademan.

– He ojeado el mapa topografico que Tom te enseno anoche en Boulder -dijo.

– Oh -exclamo Baedecker. La repentina aparicion de Maggie en casa de los Gavin lo habia desconcertado tanto que no habia prestado mucha atencion al mapa. Se ajusto las correas del hombro y echo a andar cuesta arriba. De inmediato el corazon empezo a martillearle, y sus tensos pulmones no encontraban oxigeno.

– ?Que le ocurre? -pregunto Maggie.

– ?A quien? -Baedecker se concentro en el movimiento de los pies. No recordaba haber pedido suelas de plomo al comprar esas botas la semana anterior, pero eso le habian dado.

– El -dijo Maggie, cabeceando hacia atras. El pequeno Tom miraba hacia atras, las manos hundidas en los bolsillos de las caderas.

– Problemas con la novia -explico Baedecker.

– Que lastima -dijo Maggie-. ?Le ha abandonado o que?

Baedecker se detuvo de nuevo y aspiro varias bocanadas profundas. No parecia servir de mucho. Le retumbaban tambores en los oidos.

– No. Tom y Deedee decidieron que se estaba poniendo muy serio y cortaron la relacion. Tommy no esta autorizado para verla cuando regrese.

– ?Muy serio?

– El sexo prenupcial asomando su fea cabezota -aclaro Baedecker.

Maggie miro a Tommy.

– Por todos los santos -dijo-. Debe de tener diecisiete anos.

– Casi dieciocho -dijo Baedecker, poniendose en marcha, tratando de recobrar el aliento, que no llegaba nunca-. Casi tu edad, Maggie.

Ella hizo una mueca.

– No, no, intentalo de nuevo. Tengo veintiseis y lo sabes, Richard.

Baedecker cabeceo y trato de apurar el paso para que Maggie no se sintiera obligada a andar despacio.

– Oye -dijo ella-, ?donde esta tu cinturon? Es una ayuda con esa mochila que llevas. No sientes todo el peso en el hombro.

– Roto -dijo Baedecker. Escruto a traves de la arboleda y vio a Tom y Deedee dos recodos por delante, avanzando deprisa.

– ?Aun estas enfadado? -pregunto Maggie. La voz le habia cambiado un poco, un registro mas bajo. El sonido acelero aun mas la palpitaciones de Baedecker.

– ?Enfadado por que?

– Ya sabes. Por presentarme sin que me hubieran invitado. Por venir a pasar el fin de semana con tus amigos.

– Claro que no -dijo Baedecker-. Toda amiga de Scott es bienvenida.

– Eso ha quedado atras -aclaro Maggie-. No he volado hasta aqui desde Boston solo porque era amiga de tu hijo. Las clases ya han comenzado.

Baedecker asintio. Scott se habria licenciado ese ano si no hubiera abandonado los estudios para ir a quedarse con ese guru indio. Baedecker sabia que Maggie tenia cuatro anos mas que Scott. Despues de graduarse en Wellesley paso dos anos en el Cuerpo de Paz y ahora terminaba sus estudios de sociologia.

Salieron a un claro en una ancha curva y Baedecker se detuvo y fingio que apreciaba la vista del desfiladero y los picos circundantes.

– Me encanto la cara que pusiste cuando apareci anoche -dijo Maggie-. Pense que se te caeria la dentadura.

– Mi dentadura no es postiza -dijo Baedecker. Se acomodo la mochila y ajusto una correa-. No toda, al menos.

Maggie se echo a reir. Se froto el brazo tostado con los dedos frescos y empezo a andar por el sendero, se detuvo para llamarlo y echo a correr de nuevo. «Correr. Cuesta arriba.» Baedecker cerro los ojos un segundo.

– Vamos, Richard -llamo ella-. Apresuremonos. Asi podremos acampar y cenar.

Baedecker abrio los ojos. El sol aureolaba a Maggie con su resplandor, dorandole el vello de los brazos.

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