obvio agotamiento agudizaban la sensacion de que era un actor representando el ascenso final de Cristo al Golgota.

– ?Magnifico, Lude, lo estamos logrando! -grito el pelirrojo-. ?Vamos, Maria, antes de que se vaya la luz! ?Deprisa! -Una mujer joven surgio de la oscura senda. Llevaba el pelo corto y oscuro, cara larga y delgada. Vestia pantalones cortos y un top varias tallas mas grande. Cargaba con una gran mochila. Avanzo deprisa mientras el excursionista barbudo se apoyaba sobre una rodilla, aflojaba las correas y bajaba las varas envueltas en pano. Baedecker oyo el ruido de metal contra metal. Por un segundo el hombre parecio demasiado cansado para levantarse o sentarse; siguio apoyado sobre una rodilla, la cara inclinada de tal modo que el pelo le cubria el rostro, un brazo apoyado en la otra rodilla. La muchacha llamada Maria se le acerco y le toco suavemente la nuca.

– Magnifico, lo tenemos -grito el muchacho obeso-. Vamos, tenemos que instalar todo esto. -Los dos jovenes y la muchacha se dedicaron a instalar el campamento mientras el hombre barbudo permanecia de rodillas.

– Que raro -dijo Maggie.

– Una pelicula documental -sugirio Gavin.

– Me pregunto de que se trata -dijo Maggie.

– Malvaviscos -dijo Deedee-. Recojamos ramitas para asar malvaviscos antes de que sea demasiado oscuro para encontrarlas.

Tommy volvio los ojos y miro hacia los oscuros bosques.

– Yo ayudare -dijo Baedecker, levantandose para estirar los musculos acalambrados. Sobre la linea rocosa del este, se vislumbraban algunas estrellas tenues. Empezaba a refrescar deprisa. En el otro lado del prado, los dos hombres y la muchacha habian montado dos pequenas tiendas y buscaban lena en la oscuridad. Mas lejos, apenas visible en la penumbra, el que se llamaba Lude guardaba silencio, sentado con las piernas cruzadas en la hierba alta.

Baedecker habia llegado a Denver a las cinco y media de la tarde de un miercoles. Sabia que Tom Gavin tenia su oficina en Denver pero vivia en Boulder, cuarenta kilometros mas cerca de las montanas. Baedecker busco una gasolinera y llamo a la casa de Tom. Contesto Deedee, se entusiasmo con su llegada, no quiso que se alojara en un hotel y sugirio que fuera a buscar a Tom antes de que dejara el trabajo. Le dio el numero de telefono y la direccion.

La organizacion evangelica de Gavin se llamaba Apogeo y se hallaba en el segundo piso de un edificio comercial de tres pisos en la avenida Colfax este, a cierta distancia del centro de Denver. Baedecker aparco el coche y siguio los carteles y letreros que decian DIRECCION UNICA con dedos que apuntaban hacia arriba, JESUS ES LA RESPUESTA y ?DONDE ESTARAS CUANDO LLEGUE EL JUBILO?

Era una oficina grande con varios jovenes vestidos en un estilo que resultaba conservador incluso para el anticuado Baedecker.

– ?Puedo ayudarlo, senor? -pregunto un joven con camisa blanca y corbata negra. Hacia mucho calor en la habitacion, no tenian aire acondicionado, o no funcionaba, pero el joven llevaba el cuello abrochado, la corbata anudada con firmeza.

– Busco a Tom Gavin -contesto Baedecker-. Creo que me espera…

– ?Dick! -Gavin salio de detras de un tabique. Baedecker tuvo tiempo para confirmar que su viejo companero de vuelo seguia delgado y musculoso y para extender la mano antes de que Gavin lo estrechara en sus brazos. Baedecker alzo la mano sorprendido. Gavin nunca habia sido amante del contacto fisico. Baedecker ni siquiera recordaba que abrazara a su esposa en publico-. Dick, que buen aspecto tienes -dijo Gavin, apretando los brazos de Baedecker-. Vaya, que alegria verte.

– Lo mismo digo, Tom. -Baedecker se sentia complacido y acorralado al mismo tiempo. Gavin lo abrazo de nuevo y lo llevo a su despacho, un cubiculo estrecho formado por cuatro tabiques. Los ruidos de oficina poblaban el aire calido. En alguna parte reia una muchacha. Una pared del despacho estaba cubierta de fotografias enmarcadas: un cohete Saturno V alumbrado de noche en su rampa de lanzamiento movil, el modulo de mando Peregrine con el brillante perfil de la Luna debajo, un retrato grupal de la tripulacion con traje espacial, una toma del modulo lunar Discovery iniciando el descenso y una foto autografiada de Richard Nixon estrechando la mano de Tom en una ceremonia en el Rose Carden. Baedecker conocia bien las fotografias; durante doce anos habia colgado duplicados en la pared de su despacho y su apartamento. En la coleccion de Gavin faltaba una de las fotos estandar de la NASA para esa mision, una ampliacion en color de una foto tomada desde la camara de video del vehiculo de tierra Lunar Rover, donde Baedecker y Dave Muldorff, irreconocibles en sus voluminosos trajes, saludaban la bandera americana con el trasfondo de las colinas blancas del crater Marius.

– Habla -dijo Gavin-, cuentame como anda tu vida, Dick.

Baedecker hablo un minuto, mencionando su empleo en St. Louis y su partida. No explico por que se habia ido. No estaba tan seguro de saberlo.

– ?Asi que buscas trabajo? -pregunto Gavin.

– Ahora no -dijo Baedecker-. Solo estoy viajando. He ahorrado dinero suficiente para remolonear unos meses. Luego tendre que buscar algo. Tengo algunas ofertas. -Omitio mencionar que ninguna de esas ofertas le interesaba.

– Magnifico -dijo Gavin. Sobre el escritorio habia un cartel enmarcado que decia RENDIRTE ANTE JESUS SERA TU MAYOR VICTORIA-. ?Como esta Joan? ?Os manteneis en contacto?

– La vi en Boston en marzo. Parece muy feliz.

– Magnifico. ?Y Scott? ?Todavia en…? ?Donde era? ?La Universidad de Boston?

– Ahora no. -Baedecker titubeo. No sabia si hablarle a Gavin sobre la conversion de su hijo a las ensenanzas del «Maestro» indio-. Scott se ha tomado un semestre de descanso. Esta viajando y estudiando en la India.

– India, vaya -dijo Gavin. Sonreia, relajado, con expresion abierta y afectuosa, pero en los ojos profundos y oscuros Baedecker creyo ver esa fria reserva que recordaba de su primer encuentro, mas de dos decadas atras en Edwards. Entonces habian sido competidores. Baedecker no sabia que eran ahora.

– Bueno, hablame de esto -dijo Baedecker-. De Apogeo.

Gavin sonrio y hablo con voz firme y baja. Era una voz mucho mas habituada a los discursos publicos que la que Baedecker recordaba de los dias de la mision. La broma de entonces era que Tom solo respondia con monosilabos o palabras mas cortas. A Dave Muldorff lo habian apodado «Rockford» por su presunta similitud con un detective de television representado por James Garner, y por un tiempo los demas pilotos y la dotacion de tierra habian llamado «Gary Cooper» a Gavin, por sus laconicos «si» y «no». A Tom no le agrado, y el apodo no sobrevivio.

Gavin hablo de los anos posteriores a la mision lunar. Se habia ido de la NASA poco despues que Baedecker. No le habia ido bien con la distribucion de productos farmaceuticos en California.

– Ganaba dinero a granel, teniamos una gran casa en Sacramento y una casa en la playa al norte de San Francisco. Deedee podia comprar lo que queria, pero yo no era feliz… ?Me entiendes, Dick? No era feliz.

Baedecker asintio.

– Y las cosas no andaban bien entre Deedee y yo -continuo Gavin-. Oh, el matrimonio estaba intacto, o al menos asi lo veian nuestros amigos, pero en el fondo nuestro compromiso ya no existia. Ambos lo sabiamos. Un dia del otono de 1976 un amigo nos invito a Deedee y a mi a un retiro biblico de fin de semana patrocinado por su iglesia. Ese fue el principio. Aunque me habian criado como bautista, por primera vez oi de veras la Palabra de Dios y comprendi que me concernia. Despues de eso, Deedee y yo acudimos a un asesor matrimonial cristiano y las cosas mejoraron. Durante aquella epoca reflexione mucho sobre… bien, sobre el mensaje que yo habia sentido en la orbita lunar. Aun asi, solo en la primavera del 77, la manana del 5 de abril, desperte comprendiendo que para seguir viviendo debia depositar toda mi fe en Jesus. Toda mi fe. Y lo hice… esa manana. Me puse de rodillas y acepte a Jesucristo como mi salvador personal y Senor. Y no lo he lamentado, Dick. Ni un solo dia. Ni un solo minuto.

Baedecker meneo la cabeza.

– ?Conque eso te llevo a esto? -pregunto, senalando la oficina.

– ?Ya lo creo! -rio Gavin, pero con una mirada energica-. Pero no de inmediato. Vamos, te ensenare el lugar, te presentare a los chicos. Tenemos seis personas a tiempo completo y una docena de voluntarios.

– ?Trabajando en que? -pregunto Baedecker.

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