mucho, y el efecto de mirar la linea de pesca y el senuelo pronto se volvio hipnotico. Las pequenas olas que lamian la mohosa parte inferior del puente, dos metros mas abajo, creaban una ilusion de movimiento, como si los dos segmentos de puente se desplazaran despacio por el agua. Al cabo de media hora el calor y la sensacion de movimiento le causaron una ligera nausea, una palpitante pulsacion de vertigo. Recogio la linea, apoyo la cana en la rajada baranda de cemento y se sento en el camino. Hacia demasiado calor. Se quito el chaleco salvavidas y se sintio mejor cuando el sudor se le seco en la espalda.

No supo cuando se le ocurrio la idea de saltar de una seccion del puente a la otra. Las dos partes del arco destrozado estaban separadas por menos de dos metros de agua. El tramo mas corto se encontraba a un metro del agua, pero el tramo mas grande, donde estaba Baedecker, no se habia consolidado tanto como el otro y era casi medio metro mas alto, con lo cual el salto parecia mas facil.

La idea de saltar pronto se transformo en obsesion, una presion creciente en el pecho de Baedecker. Varias veces enfilo hacia el borde, planeando la carrera, ensayando el brinco. Por alguna razon estaba seguro de que su padre se alegraria de ver a su hijo en la otra seccion del puente cuando regresara. Se armo de coraje varias veces, inicio la carrera y se detuvo. El miedo le cerraba la garganta obligandolo a detenerse, y sus zapatillas rechinaban en el cemento. Se quedaba jadeando, la tez clara ardiendo al sol, la cara roja de embarazo. Por ultimo retrocedio, dio seis largos trancos y salto.

Trato de saltar. En el ultimo momento intento detenerse, el pie derecho le patino en el borde del puente y cayo. Logro torcerse en el aire, sintio un golpe brutal en el torso y quedo colgando, los pies oscilando sobre el agua, los codos y brazos sobre el cemento.

Se habia hecho dano. Tenia aranazos en los brazos y las manos, sentia gusto a sangre en la boca, y el estomago y las costillas le dolian terriblemente. No tenia fuerzas para trepar a la superficie del puente. Tenia las rodillas en el aire y no atinaba a levantar las piernas a la altura suficiente para apoyarse en el cemento rajado. El agua del lago parecia crear una succion que amenazaba con absorberlo. Baedecker dejo de forcejear y se quedo colgado. Solo la friccion contra las manos y los brazos raspados le impedia deslizarse hacia el lago. Con su imaginacion de nino podia ver las grandes honduras de oscuridad que aguardaban debajo del puente, adivinaba los arboles sumergidos bajo la superficie, el descenso hacia el lodoso fondo del lago. Imaginaba las calles y las casas sumergidas y los cementerios del valle transformados en lago artificial, todo esperando bajo las oscuras aguas. Esperandole a el.

A medio metro de los ojos de Baedecker, en una estrecha fisura de la superficie del puente, crecia una maleza. No podia alcanzarla. No resistiria si el se aferraba. Sintio que disminuia la presion sobre las manos y brazos aranados. Le dolian los hombros y sabia que en cuestion de minutos, quiza segundos, sus tremulos brazos cederian y resbalaria hacia atras, arrastrando las palmas y los brazos por el cemento ardiente.

De pronto, sonando pero subiendo desde el sueno como un buzo que emerge de las profundidades, Baedecker noto que el viento arreciaba y la tienda flameaba y se acercaba el olor de la lluvia, pero tambien oyo nitidamente -tal como cuarenta y cinco anos antes- la pulsacion regular del motor fueraborda, que callaba de pronto. Sintio el contacto de fuertes manos en el costado y la serena voz de su padre dijo:

– Vamos, Richard. Salta. Esta bien. Te tengo. Sueltate, Richard.

Los truenos rugian. Entro un viento frio cuando abrieron la entrada de la tienda. Maggie Brown se deslizo adentro, acomodo su colchoneta de espuma y su saco de dormir al lado de Baedecker.

– ?Que pasa? -pregunto Baedecker. Le dolian las palmas y los brazos.

– Tommy queria cambiar de sitio -susurro Maggie-. Creo que queria beber a solas, y he dicho que si. Shh. - Maggie le llevo el dedo a los labios. Fogonazos brillantes rasgaron la oscuridad de la tienda, seguidos, segundos despues, por un trueno potente, como si trenes de carga rodaran por la alta tundra hacia ellos. El proximo pantallazo de luz mostro a Maggie quitandose los pantalones cortos. Llevaba bragas pequenas y blancas.

– La tormenta esta aqui -dijo Baedecker, pestaneando para ahuyentar la imagen del relampago que habia mostrado a Maggie quitandose la camisa. Los pechos aparecieron palidos y robustos en el relumbron estroboscopico.

– Shh -dijo Maggie, acurrucandose junto a el en la oscuridad. Baedecker se habia dormido solo con calzoncillos y una camisa de franela suave. Maggie le desabotono la camisa en la oscuridad, se la quito. Baedecker rodaba junto a ella en la suave pila de sacos de dormir, rodeandola con los brazos, cuando la mano de ella se deslizo bajo el elastico de los calzoncillos-. Shh -susurro bajandoselos, usando la mano derecha para liberarlo-. Shh.

Mientras hacian el amor, los relampagos los alumbraban con pantallazos de luz escarchada. El trueno ahogaba todos los sonidos excepto los latidos del corazon y las exhortaciones susurradas. En un momento Baedecker miro a Maggie, montada a horcajadas sobre el. Tenian los brazos extendidos como los bailarines, los dedos entrelazados. El nylon de la tienda brillaba detras de Maggie mientras un relampago sucedia a otro y las oleadas de truenos rodaban sobre ellos. Un segundo despues, entre los brazos de Maggie, resistiendo la explosion de su propio orgasmo, estuvo seguro de oir que ella susurraba, en medio de la catarata de ruidos externos:

– Si, Richard, sueltate. Te tengo. Sueltate.

Juntos, aun meciendose despacio, rodaron sobre la confusion de sacos de dormir y colchonetas de espuma. El viento chillaba agudamente, la tienda tensa aleteaba contra las estacas, y los relampagos y truenos no se distanciaban ni siquiera un segundo. Se abrazaron protegiendose de la tormenta.

– VENID, MALDITOS DIOSES. ?VEAMOS VUESTRO PODER! ?VAMOS, COBARDES! -El grito provenia del exterior, le siguio el rugido de un trueno.

– Santo Dios -susurro Maggie-. ?Que es eso?

– VAMOS, TENGAMOS UNA OLIMPIADA DE LOS DIOSES. ?MOSTRAD QUE TENEIS! ?PODEIS HACERLO MEJOR! ?MOSTRADNOS, IDIOTAS! -Esta vez el grito era tan ronco que no parecia humano. Las ultimas palabras fueron seguidas por un relampago y un estruendo tan vasto como si manos gigantescas rasgaran la trama del cielo. Baedecker se puso los pantalones cortos y asomo la cabeza por la entrada de la tienda. Un segundo despues, Maggie lo siguio, poniendose la camisa de franela de Baedecker. Aun no llovia, pero ambos tuvieron que entornar los ojos para protegerse del polvo y la grava arrastrados por los fuertes vientos.

Tommy estaba de pie en la roca, entre las tiendas: desnudo, las piernas separadas para ganar equilibrio contra el viento, los brazos alzados, la cabeza erguida. Con una mano asia una botella casi vacia de Johnny Walker. Con la otra empunaba una vara de aluminio de un metro. El metal despedia un fulgor azul. Detras del muchacho los relampagos aranaban el vientre de nubarrones cada vez mas oscuros, mas cercanos que los picos montanosos iluminados por cada fogonazo.

– ?Tommy! -grito Gavin. El y Deedee habian asomado la cabeza y los hombros por la entrada de la temblorosa tienda-. ?Baja aqui! -El viento se llevo las palabras.

– ?VENID, DIOSES, MOSTRADME ALGO! -grito Tommy-. ?TU TURNO, ZEUS! ?HAZLO! -Enarbolo la vara de aluminio.

Un rayo blanco azulado brinco desde una cima cercana. Baedecker y Maggie retrocedieron cuando la tonante llamarada rodo sobre ellos. A pocos metros, la tienda de los Gavin se derrumbo en el furioso viento.

– ESO VALE SEIS PUNTO OCHO -grito Tommy mientras alzaba una imaginaria tarjeta con la puntuacion. Habia soltado la botella, pero aun agitaba la vara. Gavin forcejeaba para zafarse de la tienda caida, pero la tela lo envolvia como una mortaja naranja.

– BIEN, SATANAS, MUESTRA LO TUYO -grito Tommy, riendo histericamente-. VEAMOS SI ERES TAN BUENO COMO DICE MI PADRE. -Hizo una pirueta, recobro el equilibrio al borde de la roca. Baedecker noto que el chico tenia una ereccion. Maggie grito algo al oido de Baedecker, pero el trueno borro las palabras.

El rayo bifurcado golpeo simultaneamente en ambos lados del campamento. Baedecker quedo encandilado unos segundos durante los cuales recordo inexplicablemente trenes electricos que habia tenido en la infancia. «El ozono», penso. Cuando pudo ver de nuevo, Tommy brincaba y reia encima de la roca, el pelo ondeando en las furiosas rafagas.

– ?NUEVE PUNTO CINCO! -grito el chico-. ?ASI ME GUSTA!

– Baja aqui -aullo Gavin. Habia salido de la tienda y extendia las manos hacia el tobillo desnudo de Tommy. El chico retrocedio valseando en la roca.

– ES EL TURNO DE JESUS -grito Tommy-. TENGO QUE DARLE UNA OPORTUNIDAD, A VER QUE PUEDE ARROJARNOS. TENGO QUE VER SI AUN ANDA POR AQUI.

Gavin enfilo hacia la parte baja de la roca y trato de trepar. El rayo desgarro una nube oscura y ondulante,

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