alcanzare.

Baedecker titubeo, pero Lude se echo a reir. Estaba guardando la caja.

– De ningun modo. No anduve veinte malditos kilometros para bajar con este trasto a cuestas. -Se levanto penosamente y trato de alzar el largo bulto. Logro avanzar cinco pasos por la empinada y arenosa cuesta antes de caer de rodillas.

– Asi -dijo Baedecker, sacando las varas de la mochila y ayudandolo a levantarse-. Tu llevas la mochila. Yo llevo esto. -Baedecker avanzo cuesta arriba, sorprendido de la liviandad de las largas varas. Tom Gavin mascullo algo y se les adelanto.

La cuesta se volvio mas abrupta, el sendero mas estrecho, el viento mas crudo. Pero la altitud fue lo que casi derroto a Baedecker durante los ultimos cien metros. Sus pulmones no podian inhalar aire suficiente. Los oidos le vibraban sin cesar. La vision se le nublo siguiendo sus aceleradas palpitaciones. Al final se olvido de todo, excepto de la tarea de avanzar paso a paso y luchar contra la terrible gravedad que amenazaba con aplastarlo contra la ladera rocosa. Cruzo una vasta extension llana y casi cayo por la vertical ladera noreste cuando advirtio que estaban en la cima. Se desplomo en el suelo y dejo las varas mientras Lude se sentaba junto a el.

Gavin estaba sentado en una roca ancha. Tenia una pierna levantada y fumaba en pipa. El aroma del tabaco era aspero y dulzon en el aire despejado.

– No podemos pasar mucho tiempo aqui arriba, Dick -dijo Gavin-. Tenemos que regresar a Henson Creek.

Baedecker no dijo nada; estaba observando a Lude. El hombrecillo aun estaba palido, y las grandes manos le temblaban, pero se arrastro hacia el largo saco y extrajo tramos de tubos de aluminio. Extendio un cuadrado de nailon rojo, saco un saco de herramientas de la mochila y empezo a desplegar componentes.

– Cable -dijo Lude-. Acero inoxidable. Reforzado.

Baedecker se le acerco para mirar mientras el otro sacaba mas envoltorios.

– Arnes -dijo Lude-. Las rodilleras se sujetan con velero. Sujetas con esta argolla.

Baedecker toco el anillo de metal y sintio la tibieza del sol en la superficie de acero, palpo el acero mas frio de abajo.

– Piezas y elementos -dijo Lude, ordenando sacos y componentes sobre el nailon rojo, siguiendo un orden predeterminado. Su voz habia cobrado la cadencia de una letania-. Tensores de cable, soportes, partes moviles, espigas, tapas de tornillo. -Extrajo piezas mas grandes-. Varillas de ala, placas delanteras, mensulas, travesano, barras de control. -Palmeo la masa de tela doblada-. Vela.

– Deberiamos iniciar el descenso -apremio Gavin.

– Dentro de un minuto -dijo Baedecker.

Lude habia conectado los largos tubos de aluminio por el extremo y los habia plegado en un angulo de cien grados. La tela naranja y blanca se desplego como alas de mariposa abriendose al sol. Lude tardo solo unos minutos en asegurar un poste vertical y un travesano. Empezo a trabajar con los cables que conectaban los componentes.

– ?Me echas una mano? -le pregunto a Baedecker.

Baedecker tomo las herramientas e imito al joven, asegurando pernos, uniendo cables al travesano, ajustando tuercas. Lude inflo bolsillos debajo del borde delantero del ala y Baedecker noto por primera vez que la comba era ajustable. Treinta anos como piloto de aviones ultramodernos le hicieron apreciar la elegante simplicidad del ala Rogallo: era como si la esencia del vuelo controlado estuviera destilada en esos metros de acero, aluminio y tela. Cuando terminaron, Lude reviso todas las conexiones de Baedecker y el ala delta descanso alli como un insecto brillante y desmesurado preparado para brincar al espacio. Baedecker reparo con sorpresa en el gran tamano, tres metros de un extremo al otro, casi diez metros de envergadura del ala delta.

Gavin golpeteo la pipa contra la roca.

– ?Donde esta tu casco?

– Maria tiene el casco -dijo Lude. Miro a Gavin y luego a Baedecker. De pronto rio-. Vaya, no lo habeis entendido. Yo no vuelo, solo las construyo, las modifico e indico el camino. Maria va a volar.

Ahora fue Gavin quien rio.

– No hoy. Ha bajado a nuestro campamento. No esta en condiciones de caminar y mucho menos de volar.

– Pamplinas -dijo Lude-. Ella viene detras.

Baedecker meneo la cabeza.

– Hipotermia. Maggie la ha acompanado abajo.

Lude se levanto de un brinco y corrio al rincon sudoeste de la cima. Cuando vio las dos figuras que dejaban el risco, mil metros mas abajo, se aferro la cabeza con ambas manos.

– Demonios, no puedo creerlo. -Se desplomo en el suelo, el pelo sobre la cara. Emitio sonidos que primero Baedecker interpreto como sollozos, luego comprendio que el hombre se estaba riendo-. Veinte malditos kilometros con esta cosa a cuestas. Tanto trajin para nada.

– Te arruina la filmacion -dijo Gavin.

– Al cuerno con la filmacion -solto Lude-. Jode la celebracion.

– ?Celebracion? -pregunto Gavin-. ?Que celebracion?

– Venid aqui -dijo Lude, volviendose hacia el oeste. Condujo a Gavin y a Baedecker al borde del precipicio-. La celebracion de eso -senalo Lude, extendiendo el brazo derecho en un arco que abarcaba los picos, la meseta y el cielo.

Gavin asintio.

– La creacion de Dios es bella -acordo-. Pero no se requiere un acto temerario para celebrar al Creador ni Su labor.

Lude miro a Gavin y meneo la cabeza.

– No, amigo, no entiendes nada. No es la cosa de alguien. Simplemente es. Y somos parte de ello. Y eso merece una celebracion.

Gavin tambien meneo la cabeza, como si estuviera ante un nino.

– Rocas, aire y nieve -dijo-. No significa nada por si mismo.

Lude se quedo mirando al ex astronauta mientras Gavin se calzaba la mochila. Al fin Lude sonrio. Su pelo largo ondulaba en la brisa suave.

– Tienes la mente desquiciada, amigo, ?te has dado cuenta?

– Vamos, Dick -dijo Gavin, dando la espalda a Lude-. Iniciemos el descenso.

Baedecker camino hacia el ala Rogallo, se arrastro bajo el borde de la guia y alzo el arnes.

– Ayudame -dijo.

Lude se le acerco.

– ?Estas seguro, amigo?

– Ayudame -repitio Baedecker. Las grandes manos de Lude ya estaban abrochando, cinendo tramas de nailon, asegurando las correas de la cintura y los hombros. Las correas de la entrepierna y las argollas le recordaron a Baedecker todos los paracaidas que habia usado en muchos anos.

– No puedes hablar en serio -dijo Gavin.

Baedecker se encogio de hombros. Lude sujeto las correas de velero de la pierna y le indico como desplazarse hacia adelante para obtener una posicion de vuelo inclinado. Baedecker se levanto y se acomodo el peso de la cometa en el hombro, en el apice del triangulo de metal, mientras Lude mantenia la quilla paralela al suelo.

– Estas loco -dijo Gavin-. No seas insensato, Dick. Ni siquiera llevas casco. Necesitaremos un equipo de rescate para desprender tu cuerpo de la cara de la montana.

Baedecker asintio. El viento soplaba suavemente desde el oeste a menos de quince kilometros por hora. Baedecker avanzo dos pasos hacia el borde. El ala delta boto ligeramente y se le calzo sobre los hombros. El viento y la gravedad jugaron en el cable tenso y en la tela ondulante.

– Esto es ridiculo, Dick. Actuas como un adolescente.

– Manten el morro hacia arriba, amigo -dijo Lude-. Inclina el cuerpo para girar.

Baedecker camino hacia el borde. No habia cuesta; la roca caia verticalmente treinta metros hasta terrazas escabrosas y luego seguian mas caras verticales. Baedecker veia la camisa roja de Maggie a un kilometro, una mota de color contra la tundra pedregosa, parda y blanca.

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