estallo, choco contra la cima del pico Uncompahgre, un kilometro hacia el este.

– ?CINCO PUNTO CINCO! -chillo Tommy-. ?NO ME IMPRESIONAS!

Gavin resbalo en la roca, cayo, empezo a trepar de nuevo. Tommy subio bailando hasta la parte mas alta.

– ?UNO MAS! -grito en medio del viento. Baedecker oia y olia la lluvia que se acercaba, arrastrandose por la tundra como una colgadura-. ?YAHVE! -grito Tommy-. ?VAMOS! ULTIMA OPORTUNIDAD DE ENTRAR EN EL JUEGO SI TODAVIA ESTAS ALLI, YAHVE, VIEJO CRETINO, ULTIMA…

Todo ocurrio simultaneamente. La vara de aluminio fulguro como un letrero de neon, el pelo de Tommy se rizo culebreando como un nido de viboras, la oscura forma de Gavin se fundio con el muchacho y ambos cayeron de la roca mientras el mundo estallaba en luz y sonido y una gran implosion tumbaba a Baedecker sobre el suelo y le sofocaba los sentidos con pulsaciones de energia pura.

Baedecker nunca sabria si el rayo habia dado en la roca o no. Por la manana no se veian marcas en ella. Cuando pudo oir y ver de nuevo, comprendio que tanto Maggie como el se habian escudado con sus cuerpos. Se incorporaron y miraron alrededor. Llovia a cantaros. Solo la tienda de Baedecker habia resistido la tormenta. Tom Gavin gateaba y jadeaba, la cara palida bajo los fogonazos cada vez mas debiles. Tommy tintaba en posicion fetal sobre el suelo mojado. Tenia las manos entrelazadas sobre los ojos y sollozaba. Deedee agazapada sobre el, le abrazaba, le guarecia de los oscuros cielos. La camiseta se le pegaba a la espalda marcando cada vertebra. Deedee tenia el rostro levantado y, a la luz de los ultimos relampagos, antes de que la tormenta desapareciera en el este, Baedecker vio su expresion de euforia y desafio.

Maggie se inclino hacia Baedecker rozandole la mejilla con el pelo desmelenado y humedo.

– Diez punto cero -murmuro, y le dio un beso.

Llovio toda la noche.

Llegaron al risco sur poco antes del amanecer.

– Esto es raro -dijo Maggie. Baedecker asintio y continuaron trepando, diez metros detras de Gavin. Gavin habia empacado y se habia puesto en marcha antes de las cinco, mucho antes de que las grises primeras luces hubieran penetrado la llovizna. Solo habia rezongado: «Vine a escalar la montana, y me propongo hacerlo.» Ni Maggie ni Baedecker lo comprendieron, pero lo siguieron. Baedecker veia sus dos tiendas alla abajo, a la sombra del Uncompahgre. Habian montado nuevamente la tienda de Gavin durante la noche, pero la de Tommy era irrescatable, jirones de nailon desperdigados por la tundra. Cuando Gavin y Baedecker salieron en la oscuridad para recobrar el saco de dormir y las ropas del muchacho, descubrieron otras dos botellas de whisky entre los restos de la tienda. Deedee comento que las habia cogido del mueble bar donde las guardaban para las visitas.

Gavin se detuvo en el risco mientras ellos lo alcanzaban. Estaban a cuatro mil metros de altitud. Habian trepado al este de la linea del risco, ignorando el mas facil acceso del sur. El corazon de Baedecker latia con fuerza, estaba agotado, pero era un agotamiento que podia soportar sin dejar de funcionar apropiadamente. Maggie tenia la cara roja y resollaba por el esfuerzo. Baedecker le toco la mano y ella sonrio.

– Hay gente -dijo Gavin, senalando las alturas del risco, donde alguien trajinaba en un sendero escarpado.

– Es Lude -dijo Baedecker. El hombre resbalo, cayo, se incorporo de nuevo-. Aun lleva el ala delta.

Gavin meneo la cabeza.

– ?Por que quiere matarse haciendo algo tan inutil?

– Como anhelo arrojarme al espacio sin fin y flotar sobre el espantoso abismo -cito Maggie.

Baedecker y Gavin se volvieron para mirarla.

– Goethe -dijo Maggie en tono defensivo.

Gavin meneo la cabeza, se ajusto la mochila y continuo sendero arriba. Baedecker sonrio a Maggie.

– Conque no podias memorizar la primera estrofa de Thanatopsis, ?eh?

Maggie se encogio de hombros y sonrio tambien. Juntos avanzaron por el sendero hacia la franja de luz solar.

Hallaron los jirones de la pequena tienda a poco mas de cuatro mil metros. Cien metros mas alla encontraron a la muchacha llamada Maria. Estaba acurrucada contra una roca, las manos entrelazadas entre las rodillas unidas; tiritaba violentamente a pesar de la dorada luz del sol. No dejo de temblar aun cuando Maggie la envolvio en una cazadora de plumas y la abrazo varios minutos.

– La t… t… tormenta rasgo la t… tienda -atino a decir castaneteando los dientes-. N… nos emp… empapamos.

– Calma -dijo Maggie.

– T… t… tengo que subir la c… colina.

– Hoy no, jovencita -dijo Gavin. Estaba frotando las manos de la muchacha. Baedecker noto que la chica tenia los labios grises, las yemas de los dedos blancas-. Hipotermia -dijo Gavin-. Tienes que bajar la colina cuanto antes.

– Decidle a Lude que lo… lo s… siento -dijo la muchacha, llorando convulsivamente.

– Yo bajare contigo -dijo Maggie-. Alla abajo tengo cafe caliente y sopa. -Las dos mujeres se incorporaron, Maria temblando incontroladamente.

– Bajare con vosotras -dijo Baedecker.

– ?No! -exclamo Maggie con firmeza. Baedecker la miro sorprendido-. Creo que debes continuar. Creo que ambos debeis continuar. -Los ojos de Maggie enviaban a Baedecker un mensaje, pero el no entendia cual era.

– ?Estas segura? -pregunto.

– Segura. Tienes que ir, Richard.

Baedecker asintio con la cabeza y se volvio para seguir a Gavin, pero Maria lo llamo.

– ?Espera! -Sin dejar de temblar, hurgo en la mochila y extrajo una caja rectangular de plastico. Se la entrego a Baedecker-. Lude olv… olvido que yo la llevaba. l… la necesita.

Baedecker abrio la caja mientras Gavin se le acercaba. Dentro de la caja, en nichos de espuma plastica, habia dos jeringas desechables y dos frascos de liquido claro.

– No -dijo Gavin-. No le llevaremos eso.

Maria los miro sin comprender.

– Teneis que… hacerlo -dijo-. L… lo necesitara. Ayer se olvido.

– No -dijo Gavin.

– Se lo llevaremos -dijo Baedecker, guardandose la caja en el bolsillo de la cazadora. No se inmuto cuando Gavin dio media vuelta para enfrentarse a el-. Es insulina -dijo. Toco de nuevo la mano de Maggie y echo a andar por el risco dejando a Gavin atras.

Lude habia subido hasta quinientos metros de la cima antes de caer. Lo encontraron encorvado bajo la pesada mochila, con las largas varas envueltas en pano encima del hombro. Tenia los ojos abiertos, pero la cara estaba blanca como pergamino y la respiracion era un resuello.

Baedecker y Gavin lo ayudaron a liberarse de la cometa sin ensamblar, y los tres se sentaron en una roca grande al borde de un precipicio de seiscientos metros. La sombra del Uncompahgre se deslizaba casi dos kilometros rozando los flancos escarpados del Matterhorn. Se veian altos picos y mesetas tachonadas de nieve hasta el horizonte. Baedecker miro hacia atras y distinguio la camisa roja de Maggie en el risco. Las dos mujeres se movian despacio pero separadas mientras descendian por el risco sur.

– Gracias -dijo Lude, devolviendole la cantimplora a Gavin-. La necesitaba. Anoche nos quedamos sin agua, antes de la tormenta.

Baedecker le dio la caja de las jeringas.

El hombrecillo sacudio la cabeza y se acaricio la barba con la mano tremula.

– Vaya, gracias -murmuro-. Que idiota. Me olvide de que Maria lo llevaba encima. Y toda esa bazofia que comi ayer.

Baedecker miro hacia otra parte mientras el se inyectaba. Gavin miro su reloj de pulsera y dijo:

– Ocho y cuarenta y tres. ?Que tal si sigo adelante? Tu puedes ayudar a tu amigo a bajar, Dick, y yo te

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