la pared, como si quisiera asegurarse de que seguian ahi y luego se dirigio a Bosch.

– Se supone que tienes que usar el de tu division -dijo.

Bosch se acerco a el.

– No tengo tiempo de volver a Hollywood. Me esperan en una autopsia dentro de veinte minutos -le mintio.

– Ya he oido hablar de ti, Bosch. Todo el mundo sabe lo del programa de television -dijo el chico-. Pero acuerdate de que ahora ya no trabajas aqui.

La ultima frase quedo suspendida como una nube de aire toxico, pero Bosch intento olvidarla. Al dirigirse a los terminales, los ojos se le fueron hacia su antigua mesa y se pregunto a quien perteneceria. Bosch se fijo en que estaba repleta de cosas y que las fichas de su agenda rotatoria estaban nuevecitas. En ese instante se volvio miro al hombre de guardia, que seguia observandolo.

– ?Es esta tu mesa cuando no te toca pringar el domingo?

El chico sonrio y asintio con la cabeza.

– Si, claro -se burlo Bosch-. Eres perfecto para este trabajo; con ese pelo y esa sonrisa idiota llegaras lejos, ya veras.

– ?Mira quien habla: al que le echaron por ir de Rambo por la vida!… Dejame en paz, Bosch. Estas acabado.

Bosch retiro una silla con ruedas de la mesa y se sento delante de un ordenador, al fondo de la sala. Apreto el boton de encendido y, al cabo de unos segundos, unas letras de color ambar aparecieron en pantalla: «Red Especial de Documentacion Automatizada para la Deteccion de Asesinos.»

Bosch sonrio para sus adentros al comprobar la obsesion del departamento por los acronimos. Cada unidad, brigada o base de datos habian sido bautizadas con un acronimo impactante. Para el gran publico estos son sinonimo de accion y dinamismo; es decir, de un gran despliegue de medios con la mision de solucionar problemas de vida o muerte. REDADA, COBRA, CHOQUE, PANTERAS o DESAFIO eran algunos de los mas famosos. Bosch estaba seguro de que en algun lugar del Parker Center alguien se pasaba el dia inventandose nombrecitos resultones ya que absolutamente todo, desde los ordenadores hasta algunos conceptos, era conocido por sus acronimos. Si tu unidad especial no tenia uno, no eras nadie.

Una vez dentro del sistema REDADA, y tras cumplimentar un formulario de rutina, solicito una busqueda con las siguientes palabras: «Presa de Mulholland.» Medio minuto mas tarde, y tras revisar ocho mil casos de homicidio almacenados en el disco duro -el equivalente a unos diez anos-, el ordenador solo encontro seis asesinatos. Bosch los fue examinando uno a uno. Los tres primeros eran las muertes sin resolver de mujeres cuyos cadaveres habian aparecido en la presa a principios de los anos ochenta. Todas habian sido estranguladas. Tras repasar la informacion rapidamente, Bosch paso a los siguientes casos. El cuarto era un cuerpo que aparecio flotando en el embalse cinco anos atras. Se sabia que no se habia ahogado, pero no se llego a descubrir la causa de la muerte. Los dos ultimos eran muertes por sobredosis. El primero habia ocurrido durante un picnic en el parque situado encima del embalse. A Bosch le parecio bastante claro, asi que salto directamente al ultimo caso: un cadaver encontrado en la tuberia hacia catorce meses. La autopsia dio como causa de la muerte paro cardiaco causado por una sobredosis de heroina mexicana.

«El difunto solia frecuentar la zona de la presa dormir en la tuberia -decia la pantalla-. Carecemos de, mas datos.»

Aquel era el caso que habia mencionado Crowley, el sargento de guardia en Hollywood, por la manana. Bosch imprimio la informacion sobre esa muerte, a pesar de que no creia que estuviera relacionada con Meadows. Despues de salir del programa y apagar el ordenador, se quedo un rato pensando. Sin levantarse de la silla, la hizo rodar hasta otro ordenador, lo encendio e introdujo su contrasena. Entonces se saco la foto del bolsillo, observo el brazalete y tecleo su descripcion para realizar una busqueda en el registro de objetos robados. La operacion en si era todo un arte; Bosch tenia que imaginarse; el brazalete tal como lo habrian hecho otros policias, gente acostumbrada a describir todo un inventario de joyas robadas. Primero lo definio como un «brazalete de oro antiguo con incrustacion de jade en forma de delfin». Ejecuto la opcion BUSCAR, pero treinta segundos mas tarde aparecio en pantalla la frase «No se encuentra». Bosch lo intento de nuevo, escribiendo «brazalete de oro y jade». Esa vez aparecieron cuatrocientos treinta y seis objetos: demasiados. Necesitaba acortar la busqueda, asi que escribio «brazalete de oro con pez de jade». Seis objetos; eso ya estaba mejor.

El ordenador le informo de que un brazalete de oro con un pez de jade habia aparecido en cuatro denuncias y en dos boletines departamentales desde que se creo la base de datos, en 1983. Bosch sabia que, debido a la inmensa repeticion de denuncias en cada departamento de policia, las seis entradas podian referirse al mismo brazalete perdido o robado. Al pedir una version abreviada de las denuncias, Bosch confirmo sus sospechas. Efectivamente, todas ellas procedian de un solo atraco. Este habia tenido lugar en septiembre, en el centro, entre Sixth Avenue y

Hill Street, y la victima era una mujer llamada Harriet Beecham, de setenta y un anos, residente en Silver Lake. Bosch trato de situar el lugar mentalmente pero no consiguio recordar que edificios o comercios habia alli. El ordenador no le ofrecia un resumen delito, asi que tendria que ir al archivo a sacar una copia de la denuncia. Lo que si habia era una breve descripcion del brazalete de oro y jade y de otras joyas que le habian robado a la senora Beecham. El brazalete podia ser tanto el que habia empenado Meadows como otro, ya que la descripcion era demasiado vaga. El ordenador daba varios numeros de denuncias suplementarias, que Bosch anoto en su libreta. Mientras lo hacia, se pregunto por que las perdidas de aquella senora habian generado tal cantidad de papeleo.

A continuacion pidio informacion sobre los dos boletines. Los dos eran del FBI; el primero habia salido dos semanas despues de que robaran a Beecham y volvio a publicarse tres meses mas tarde, cuando las joyas aun no habian aparecido. Bosch tomo nota del numero del boletin y apago el ordenador. Acto seguido, atraveso la sala para ir a la seccion de Atracos y Robos Comerciales. En la pared del fondo habia un estante de aluminio con docenas de carpetas negras que contenian los boletines oficiales de los ultimos anos. Bosch saco una marcada con la palabra «Septiembre» y comenzo a hojear su contenido, pero en seguida se dio cuenta de que ni los boletines estaban en orden cronologico ni todos correspondian a ese mes, por lo que seguramente le tocaria buscar en todas las carpetas hasta encontrar la que necesitaba. Bosch cogio unas cuantas y se las llevo a la mesa de Robos. Unos instantes mas tarde noto que alguien le observaba.

– ?Que quieres? -pregunto, sin alzar la vista.

– ?Que que quiero? -respondio el detective de guardia-. Quiero saber que cono estas haciendo, Bosch. Ya no trabajas aqui; no puedes pasearte por esta oficina como Pedro por su casa. Vuelve a poner esas cosas en el estante y si quieres echarles un vistazo, te pasas manana y pides permiso. Llevas mas de media hora tocandome las narices.

Bosch lo miro. Calculo que el chico tendria unos veintiocho, tal vez veintinueve anos, incluso mas joven que el mismo cuando entro en Robos y Homicidios.

O habian bajado el nivel de los requisitos de entrada, o la epoca dorada del departamento era historia. Bosch decidio que ambas cosas eran ciertas y siguio leyendo el boletin.

– ?Hablo contigo, gilipollas! -grito el detective.

Bosch estiro el pie por debajo de la mesa y le pego una patada a la silla que tenia delante. La silla salio disparada y el respaldo le dio al chico en la entrepierna. El joven detective se doblo en dos con un grunido de dolor y se agarro a la silla para no caerse. Bosch sabia que la reputacion de que gozaba jugaba a su favor. Tenia fama de trabajar solo, de pelear, de matar. «Venga -decian sus ojos-. Haz algo si tienes cojones.»

Pero el chico solo lo miro, conteniendo su ira y humillacion. Era un poli capaz de sacar la pistola, pero seguramente no de apretar el gatillo. En cuanto Bosch comprendio aquello, supo que le dejaria en paz.

Efectivamente, el joven policia sacudio la cabeza, agito las manos como diciendo que ya habia tenido bastante y volvio a su mesa.

– Denunciame si quieres, chaval -le dijo Bosch.

– Vete a la mierda -replico debilmente el joven.

Bosch sabia que no tenia nada que temer. El Departamento de Asuntos Internos nunca consideraria una bronca entre oficiales sin un testigo o una grabacion que corroborara los hechos. La palabra de un poli contra otro era algo intocable en el departamento, porque en el fondo sabian que la palabra de un poli no vale una mierda. Por eso los de Asuntos Internos siempre trabajaban en parejas.

Una hora y siete cigarrillos mas tarde, Bosch encontro lo que buscaba. En un informe de cincuenta hojas se

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