recogio. Luego dio un paso atras y se sento en la cama para examinarlo. El vidrio se habia roto en forma de telarana, seguramente al caerse al suelo, y las resquebrajaduras ocultaban una fotografia en blanco y negro de veinte por veinticinco. Por su aspecto, granuloso y amarillento en los bordes, parecia tener mas de veinte anos. Bosch sabia seguro que los tenia, porque entre dos de las grietas del vidrio distinguio su propia cara, mucho mas joven, mirandole y sonriendo.

Le dio la vuelta al cuadro y desdoblo cuidadosamente los pestillitos metalicos que aguantaban el carton de detras. Al sacar la foto, el vidrio cedio y cayo al suelo roto en mil pedazos. Bosch retiro los pies, pero no se levanto, sino que se quedo estudiando la foto. Ni delante ni detras habia nada que indicase cuando fue tomada, pero el sabia que tuvo que ser a finales de 1969 o principios de 1970, porque algunos de los hombres que aparecian en ella habian muerto despues de aquella fecha.

Habia siete hombres en la imagen: todos ellos ratas de los tuneles. Todos iban sin camisa, mostrando con orgullo el moreno de albanil, los tatuajes y las placas de identificacion, sujetas al cuerpo para que no tintinearan mientras avanzaban bajo tierra. Bosch supuso que se encontraban en el Sector del Eco, en el distrito de Cu Chi, pero no sabia o no recordaba de que pueblo se trataba. Los soldados estaban de pie en una trinchera, a ambos lados de la boca de un tunel no mucho mas ancho que la tuberia en que hallaron a Meadows. Bosch se contemplo en la foto y su sonrisa le parecio la de un idiota. Ahora que sabia lo que iba a ocurrir tras ese momento, se sintio avergonzado. Meadows, en cambio, mostraba una leve sonrisa y la mirada ausente. Todos decian de el que siempre parecia estar a varios kilometros de distancia.

Al bajar la vista al suelo cubierto de vidrio, Bosch reparo en un papelito rosa del tamano de un cromo. Lo cogio por el borde y lo examino detenidamente. Era el recibo de una casa de empeno del centro con el nombre del cliente, William Fields, y el del objeto empenado: un antiguo brazalete de oro con incrustaciones de jade. El recibo llevaba fecha de hacia seis semanas e indicaba que Fields habia obtenido ochocientos dolares por la pieza. Bosch lo introdujo en una bolsita para pruebas que llevaba en el bolsillo y se levanto.

El viaje de vuelta al centro le llevo casi una hora por culpa de la multitud de coches que se dirigian al estadio de los Dodgers. Bosch se entretuvo pensando en el apartamento. Alguien habia entrado, pero Edgar tenia razon; habia sido un trabajo hecho con prisas. Los bolsillos de los pantalones lo probaban; si hubieran registrado el lugar a conciencia, habrian colocado los cajones en el orden correcto y no se les habria pasado por alto el cuadro roto ni el recibo de la casa de empenos. ?Por que, pues, tanta urgencia? Bosch llego a la conclusion de que el cadaver de Meadows estaba en el apartamento y tuvieron que deshacerse de el lo antes posible.

Bosch cogio la salida de Broadway en direccion al sur y atraveso Times Square hasta llegar a la casa de empenos, situada en el edificio Bradbury. Al ser domingo, el centro de Los Angeles estaba muerto, por lo que Bosch no esperaba encontrar abierto el Happy Hocker; solo queria echarle una ojeada antes de ir al centro de comunicaciones. Sin embargo, al pasar por delante de la fachada, vio a un hombre que pintaba con un aerosol negro la palabra ABIERTO en un tablon de conglomerado. Bosch se fijo en que el tablon sustituia el vidrio del escaparate y en que la acera sucia estaba cubierta de cristales rotos.

Cuando Bosch llego hasta la puerta de la casa de empenos, el hombre ya estaba dentro. Al entrar el detective, una celula fotoelectrica hizo sonar un timbre que resono por entre los montones de instrumentos musicales que colgaban del techo.

– No esta abierto. Es domingo -grito alguien desde el fondo de la tienda. La voz provenia de detras de la caja registradora, una maquina cromada que descansaba sobre el mostrador de cristal.

– Pues ahi fuera dice que si.

– Ya lo se, pero eso es para manana. La gente ve tablones en los escaparates y cree que las tiendas estan cerradas. Yo solo cierro los fines de semana. Solo tendre el tablon unos cuantos dias. He pintado ABIERTO para que la gente lo sepa, pero empezamos manana.

– ?Es usted el propietario de este negocio? -pregunto Bosch, al tiempo que sacaba la cartera de identificacion y le mostraba su chapa-. Solo seran unos minutos.

– ?Ah, la policia! ?Por que no me lo ha dicho? Llevo todo el dia esperandoles.

Bosch miro a su alrededor, desconcertado, aunque en seguida comprendio la situacion.

– ?Lo dice por lo de la ventana? Yo no he venido por eso.

– ?Que quiere decir? La patrulla me dijo que esperara a un detective de la policia. Llevo aqui desde las cinco de la manana.

Bosch echo un vistazo a la tienda, que estaba llena de! la habitual mezcla de instrumentos musicales, electrodomesticos, joyas y antiguedades.

– Mire, senor…

– Obinna. Oscar Obinna, prestamista, con tiendas en Los Angeles y Culver City.

– Senor Obinna, los fines de semana los detectives no se ocupan de gamberradas. Es posible que ni siquiera lo hagan durante la semana.

– ?Que gamberrada? Esto ha sido un robo con todas las letras.

– ?Un robo? ?Y que se han llevado?

Obinna le indico dos vitrinas hechas anicos a ambos lados de la caja registradora. Bosch se acerco y vio unos cuantos pendientes y anillos de aspecto barato entre los cristales rotos. Los pedestales tapizados de terciopelo, las bandejas de espejo y los estuches que antes habian contenido joyas ahora estaban vacios. Aparte de aquello, no habia mas desperfectos.

– Senor Obinna, lo unico que puedo hacer es llamar al detective de guardia y preguntarle si alguien va a pasarse hoy. Pero yo no venia por eso.

Entonces Bosch saco la bolsa de plastico transparente con el recibo y se lo mostro a Obinna.

– ?Podria ensenarme este brazalete, por favor?

En cuanto formulo la pregunta, Bosch tuvo un mal presagio. El prestamista, un hombre bajito y rechoncho de piel aceitunada y escaso cabello negro con el que intentaba cubrir -sin exito- su craneo, miro a Bosch con incredulidad. Sus pobladas cejas negras se juntaron en un gesto cenudo.

– ?No va a tomar nota de mi denuncia?

– Lo siento, pero yo estoy investigando un asesinato. ?Me puede ensenar el brazalete que corresponde a este recibo? -insistio Bosch-. Despues ya averiguare si va a venir alguien para esto. Ahora le agradeceria mucho que colaborara.

– ?Como si yo no colaborara! Cada semana les envio mis listas e incluso saco las fotos que me pidieron. A cambio solo pido que me envien un detective para que investigue un robo y resulta que me mandan a uno que unicamente investiga asesinatos. Ya esta bien, oiga. ?Llevo esperando desde las cinco de la manana!

– Deme su telefono y le pedire a alguien.

Obinna descolgo el auricular de un telefono-gondola situado detras de uno de los mostradores danados y Bosch le dio el numero que tenia que marcar. Mientras Bosch hablaba con el detective de guardia de Parker Center, el prestamista busco el numero del recibo en un libro. El detective de servicio ese dia era una mujer que nunca habia participado en una investigacion de campo durante toda su carrera en la Division de Robos y Homicidios. La mujer le pregunto a Bosch como le iba la vida y luego le informo de que habia pasado el robo de la casa de empenos a la comisaria de la zona aun sabiendo que no habria ningun detective disponible. La comisaria de la zona era la Division Central, pero Bosch se metio detras del mostrador y los llamo de todos modos. Nadie contesto. Mientras sonaba el telefono sin que nadie lo cogiera, Bosch inicio un pequeno monologo:

– Si, aqui Harry Bosch, detective de Hollywood. Llamo para comprobar la situacion del robo en la ti Happy Hocker de Broadway… Muy bien. ?Sabes cuando llegara?… Aja… Aja… Si, Obinna, O-B-I-N-N-A.

Bosch miro al prestamista, quien confirmo que bia deletreado su apellido correctamente.

– Si, esta aqui esperando… Vale… Se lo dire. Gracias -contesto.

Colgo el telefono y se dirigio a Obinna, que lo n raba con cara de expectacion.

– Hoy ha sido un dia de muchisimo trabajo, senor Obinna -explico Bosch-. Los detectives no estan, pero pasaran por aqui. No creo que tarden mucho. Le dado su nombre al oficial de guardia y le he dicho que los envie lo antes posible. Y ahora, ?puedo ver el brazalete?

– Pues no.

Bosch saco un cigarrillo de un paquete que guarda ba en el bolsillo de la cazadora. Sabia lo que Obinna iba a decirle antes de que este le senalara una de las vitrinas danadas.

– Lo han robado -dijo el prestamista-. Lo he buscado en mi lista: lo tenia en la vitrina porque era una pieza valiosa. Pero ya no esta. Ahora los dos somos victimas del ladron.

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