el album. Entre sus paginas aparecio un monton de fotos sueltas; siempre habia querido pegarlas, pero nunca habia encontrado el momento. Era un album que no hojeaba casi nunca; las paginas amarilleaban y se habian tornado quebradizas como los recuerdos evocados por las fotos. Bosch iba cogiendolas una por una para examinarlas con atencion, y al hacerlo comprendio que aquella era la razon por la cual no las habia pegado. Le gustaba el ritual de acariciarlas entre los dedos.

Al igual que la foto que habia encontrado en el apartamento de Meadows, estas habian sido tomadas en Vietnam y eran en blanco y negro por la simple razon que en aquella epoca en Saigon era lo mas barato. Bosch aparecia en algunas imagenes, pero casi todas las habia sacado el con la vieja Leica que le habia regalado su padre adoptivo antes de embarcarse. Habian discutido porque su padre adoptivo no queria que se alistara. Cuando le regalo la camara, Harry la acepto. Sin embargo, Bosch no era de esos que contaban historias, por lo que las fotos habian quedado olvidadas entre las paginas del album, sin pegar y sin apenas ser miradas.

El unico tema recurrente de aquellas imagenes eran caras sonrientes y los tuneles. En casi todas aparecian soldados en poses desafiantes frente a un agujero del que acababan de salir; que acababan de conquistar. A alguien ajeno a aquella guerra subterranea le hubieran parecido extranas, e incluso fascinantes, pero a Bosch le daban miedo, como esas imagenes de gente atrapada en coches siniestrados esperando a que los saquen los bomberos. Las fotos mostraban las caras de aquellos que habian sobrevivido al infierno para sonreir a la camara. «Ir del azul al negro» era como llamaban a entrar en el tunel; cada soldado era un eco negro. A pesar de que dentro solo habia muerte, ellos seguian entrando.

Al pasar una pagina rota, Bosch topo con el rostro de Billy Meadows. No habia duda de que la foto habia sido tomada unos minutos despues de la que Bosch habia encontrado en el apartamento; era el mismo grupo de soldados, la misma trinchera y el mismo tunel, sector del Eco, distrito de Cu Chi. Bosch no salia en la foto porque era el que la sacaba. La Leica habia capturado perfectamente la mirada perdida de Meadows y aquella sonrisa que le quedaba cuando iba colocado. Tenia la piel palida como la cera, pero tersa. Habia capturado al Meadows autentico, penso Bosch mientras devolvia la foto a su lugar y pasaba a la siguiente pagina. En ella habia una instantanea de Bosch solo. Al verla, recordo claramente! haber colocado la camara en una mesa de madera, haber preparado el temporizador y haberse puesto delante del; objetivo. En la foto, Bosch no llevaba camisa y el sol que entraba por la ventana de la cabana iluminaba el tatuaje sobre su hombro bronceado. Desenfocada detras de el, en el suelo de paja de la cabana se vislumbraba la oscura boca de un tunel cuyo contorno, desdibujado y amenazador, era como la boca escalofriante del cuadro del Edvard Munch, El grito.

El tunel se hallaba en un pueblo al que llamaron «Timbuk 2», un dato que Bosch sabia con certeza porque habia sido su ultima incursion subterranea. En la foto el tenia unas ojeras enormes y no sonreia. Y al mirarla de nuevo tampoco sonrio; la sostuvo con las dos manos frotando distraidamente los bordes con los pulgares. Estuvo asi un buen rato hasta que la fatiga y el alcohol lo hundieron en un estado de semiconsciencia, casi un sueno. Bosch empezo a recordar el ultimo tunel y a Billy Meadows.

Entraron tres, pero salieron dos.

Habian descubierto el tunel durante un reconocio miento de rutina en un pueblecito del sector E. El pueblo no tenia nombre, asi que los soldados lo bautizaron como Timbuk 2. En ese momento el ejercito no paraba de descubrir tuneles, por lo que no habia suficientes ratas para examinarlos. Cuando encontraron aquel agujero en una cabana, bajo una cesta de arroz, el sargento al mando no quiso esperar a que le enviaran ratas. Queria continuar la ofensiva, pero sabia que antes tenia que examinar el tunel y por esa razon tomo una decision tipica de aquella guerra; mando a tres de sus propios hombres.

Los chicos eran tres novatos, totalmente aterrorizados, que como mucho llevaban tres semanas en el pais. El oficial les dijo que no fueran muy lejos, que simplemente bobearan los explosivos y salieran rapidamente, cubriendose los unos a los otros. Los tres soldaditos obedecieron y entraron en el agujero, pero al cabo de media hora solo salieron dos.

Los dos que lograron salir explicaron que se habian separado al entrar, ya que el tunel se ramificaba en distintas direcciones. Mientras le contaban esto al oficial, se oyo un enorme estruendo y el tunel escupio una gran nube de humo y polvo. Las cargas de C-4 habian detonado. El teniente decidio que no abandonarian la zona sin el hombre que faltaba, asi que toda la compania tuvo que esperar un dia entero a que el humo y el polvo se asentaran. Fue entonces cuando llegaron dos ratas verdaderas: Harry Bosch y Billy Meadows. A el le daba igual si el soldado habia muerto, les dijo el teniente. Queria que lo sacaran de ahi. No iba a abandonar a uno de sus hombres en aquel agujero.

– Sacadlo de ahi para que podamos enterrarlo como Dios manda -ordeno el teniente.

– Nosotros tampoco dejariamos ahi a uno de los nuestros -anadio Meadows.

Cuando Bosch y Meadows descendieron por el agujero, descubrieron que este daba a una camara llena de testas de arroz y de la que arrancaban otros tres pasadizos. Dos de ellos habian quedado sellados tras la expioIlion de C-4, pero el tercero seguia abierto. Aquel era el camino que habia seguido el soldado perdido, y esa fue la ruta que ellos tomaron.

Los dos hombres gatearon por el tunel, con Meadows a la cabeza, cuidando de utilizar la linterna lo minimo posible. Al cabo de un rato llegaron a un lugar sin salida. Meadows palpo el suelo de tierra hasta que encontro una trampilla oculta; la levanto con esfuerzo y ambos descendieron al siguiente nivel del laberinto. Sin mediar palabra, Meadows senalo con el dedo y se marcho en una direccion. Bosch sabia que tenia que tomar la direccion opuesta y que a partir de ese instante estarian solos, a no ser que el Vietcong estuviera esperandolos mas alla. Bosch avanzo por un pasadizo tortuoso, sofocante y maloliente. Noto el olor del soldado perdido antes de verlo. Estaba sentado en medio de aquel pasadizo con las piernas tiesas y abiertas, y las puntas de los zapatos hacia arriba. Muerto. El cuerpo descansaba sobre una estaca clavada en el suelo, atado a ella con un alambre que le cortaba la piel del cuello. Bosch no lo toco, temiendo que fuera una trampa. Apunto el haz de j la linterna a la herida y siguio el rastro de sangre seca que le manchaba el pecho. El hombre llevaba una camiseta verde con su nombre en letras blancas. «Al Crofton», se leia bajo la costra de sangre sobre la que revoloteaban unas moscas. Bosch se pregunto como los insectos habrian llegado tan abajo. Siguio examinando el cuerpo con la linterna, y al llegar a la entrepierna descubrio que esta tambien tenia el color oscuro de la sangre seca. Los pantalones estaban desgarrados, como si Crofton hubiera sido atacado por un animal salvaje. Bosch sintio que le escocian los ojos por el sudor que resbalaba de su frente y su respiracion se tornaba mas audible y acelerada de lo que hubiera deseado. Aunque era perfectamente consciente de ello, era incapaz de controlarlo. Entonces se percato de que el brazo izquierdo de Crofton yacia junto a su muslo. Cuando enfoco con la linterna, vio sus testiculos ensangrentados en la palma de la mano. Bosch contuvo las arcadas, pero su respiracion se acelero aun mas. Se llevo las manos a la boca para intentar recuperar la calma, pero no lo consiguio. Habia perdido el control, totalmente presa del panico. Tenia veinte anos y se sentia aterrorizado, atrapado entre unas paredes que se cernian sobre el como tenazas. Se aparto del cuerpo y dejo caer la linterna, todavia enfocada sobre Crofton. Despues de pegar unas cuantas patadas a las paredes, se acurruco adoptando una posicion fetal. El sudor de sus ojos se convirtio en un llanto silencioso. Este dio paso a unos fuertes sollozos que sacudieron todo su cuerpo y probablemente resonaron hasta el lugar donde esperaba el enemigo. Hasta el mismisimo infierno.

SEGUNDA PARTE

Lunes, 21 de mayo

Bosch se desperto en su butaca de vigilancia hacia las cuatro de la manana. Habia dejado abierta la puerta corredera de la terraza y el viento de Santa Ana hinchaba las cortinas de forma fantasmal. El sudor causado por el calor y el sueno se habia secado, dejando una pelicula salada sobre la piel. Bosch salio a la terraza y se apoyo en la barandilla de madera para contemplar las luces del valle. Hacia un buen rato que los focos de los estudios Universal se habian apagado y el rumor del trafico habia desaparecido. A lo lejos, quizas en Glendale, Bosch detecto el batir de las helices de un helicoptero. Aguzo la vista y descubrio una luz roja que sobrevolaba la ciudad. No trazaba circulos ni llevaba un foco; que no se trataba de la policia. En ese momento Bosch percibio en el viento rojizo un ligero olor acre, a insecticida.

Bosch volvio adentro y cerro la puerta corredera. Penso en acostarse, pero sabia que no conseguiria conciliar el sueno. Para el era normal dormir profundamente al principio de la noche, pero no al final. O no dormir Dada

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