Bosch solicito que le enviaran urgentemente copias de todas las hojas de servicio de Meadows. Tardarian tres dias, le dijo St. John. Bosch penso que nunca llegaria a ver los documentos; cuando los recibiera, el ya no estaria en la oficina, ni en la mesa ni en el caso. A continuacion llamo a Donovan, de la policia cientifica, quien le informo de que no habian aparecido huellas dactilares en el equipo que encontraron en el bolsillo de la camisa de Meadows y solo rastros en el aerosol. Los cristales de color marron claro que habian hallado en el algodon resultaron ser heroina de una pureza de un cincuenta y cinco por ciento, mezclada en Asia. Bosch sabia que la mayor parte de la heroina que se vendia en la calle y que se inyectaban los yonquis era de una pureza del quince por ciento y casi toda procedia de Mexico. Eso significaba que alguien le habia metido a Meadows una inyeccion letal. En opinion de Harry, aquello convertia los resultados de los analisis en una mera formalidad. Meadows habia sido asesinado.
El resto de informacion sobre la escena del crimen no le fue muy util, excepto que la cerilla encontrada en la caneria no correspondia a la caja que aparecio con el equipo. Bosch le dio a Donovan la direccion del apartamento de Meadows para que enviara un equipo a tomar huellas. Le dijo que compararan las cerillas del cenicero con las que encontraron en la tuberia. Cuando colgo, Bosch se pregunto si Donovan enviaria a alguien antes de que se corriera la voz de que el ya no llevaba el caso.
La ultima llamada fue a la oficina del forense. Sakai le informo de que ya habia notificado a los familiares mas cercanos. La madre de Meadows aun vivia y, cuando la localizaron en New Iberia, Luisiana, les comunico que no tenia dinero para trasladar o enterrar a su hijo, a quien no habia visto en dieciocho anos. Asi pues, Billy Meadows no iba a volver a casa; el entierro tendria que correr a cargo del condado de Los Angeles.
– ?Y la Asociacion de Veteranos? -le pregunto Bosch-. El era un veterano.
– Me informare -prometio Sakai antes de colgar.
Bosch se levanto y saco una grabadora de bolsillo de su archivador, que estaba contra la pared, detras de la mesa de Homicidios. Bosch se metio la grabadora en la cazadora, con la cinta de la llamada a Emergencias y salio de la oficina de la brigada por el pasillo trasero. Paso por delante de los bancos de detencion y las celdas hasta llegar a la oficina del CRAC. Aquel cuartito diminuto estaba mas lleno de gente que la sala de detectives; las mesas y archivadores de cinco hombres y una mujer se apilaban en una habitacion minuscula, mas pequena que un dormitorio en el barrio de Venice. En una de las paredes habia una fila de archivadores de cuatro cajones, mientras que en la pared opuesta estaban el ordenador y el teletipo. Entre ambas habia tres pares de mesas colocadas una junto a otra y, en la pared del fondo, el tipico plano de la ciudad con las dieciocho divisiones policiales marcadas con lineas negras. Encima se veian las caras de los diez mas buscados: diez fotos en color de los peores elementos en la Division de Hollywood. Bosch se fijo en que una de ellas estaba tomada en el deposito de cadaveres; el tio estaba muerto, pero seguia en la lista. «Menudo elemento», penso Bosch. Y sobre las fotos, en letras negras plastificadas, se leia «Centro de Recursos Anticrimen» (CRAC).
En la oficina solo estaba Thelia King, sentada delante del ordenador. Justo lo que Bosch queria. Thelia King - tambien conocida como El Rey, apodo que ella odiaba, o Elvis, que no le molestaba- era la operadora del ordenador CRAC. Si uno queria averiguar el origen y las relaciones de una banda callejera o localizar a un menor que merodeaba por Hollywood, Elvis era la persona indicada. A Bosch le sorprendio mucho el hecho de que estuviera sola. Consulto su reloj; eran poco mas de las dos, demasiado temprano para que las patrullas que controlaban las bandas hubieran salido a la calle.
– ?Donde esta todo el mundo?
– Hola, Bosch -le saludo ella, desviando la vista de!«pantalla-. Han ido de entierro. Coinciden los funerales de dos chicos de bandas rivales en el mismo cementerio, en el valle de San Fernando. Estan todos alli, para controlar que aquello no se desmadre.
– ?Y tu?, ?como es que no te has ido con los chicos?
– Acabo de llegar de los tribunales. Bueno, Bosch, Hiles de contarme que te trae por aqui, por que no me explicas que ha pasado antes en el despacho de Noventa y ocho.
Bosch sonrio. Los rumores corrian mas rapido en la comisaria que en la calle. Le hizo un resumen de lo que habia sucedido y de la batalla que se le venia encima con los de Asuntos Internos.
– Bosch, te lo tomas todo demasiado en serio -dijo ella-. ?Por que no te buscas un trabajito extra?, algo que no te agobie. Como tu companero. Es una pena que el mamon este casado. Vendiendo casas en las horas libres, se saca el triple de lo que nosotros ganamos partiendonos los cuernos todo el dia. A mi me hace falta un chollo asi.
Bosch asintio. Penso que el problema era precisamente que nadie se agobiaba por nada, pero se callo, listaba convencido de que el se tomaba las cosas como habia que tomarselas y que eran los otros los que no se las tomaban lo suficientemente en serio. Aquel era el problema, que todo el mundo se buscaba un chollo fuera del departamento.
– ?Que quieres? -dijo ella-. Sera mejor que te ayude ahora, antes de que te suspendan oficialmente y no puedas asomar la cara por aqui.
– No te muevas -le dijo Bosch. Acto seguido, acerco una silla y le conto lo que necesitaba.
El ordenador CRAC tenia un programa llamado
PACA, un acronimo dentro de otro. PACA agrupa toda la informacion sobre Pandillas Callejeras: inclui los datos de mas de 55.000 miembros de bandas y delincuentes juveniles de la ciudad y estaba conectado a la base de datos del Departamento del Sheriff, que disponia de 30.000 nombres mas. Una parte fundamental del programa era el archivo de alias, que partiendo de los apodos permitia obtener nombres verdaderos, fechas de nacimiento, direcciones, etc. Todos los apodos que la policia averiguaba a traves de detenciones o identificaciones se entraban en este archivo, que contaba con mas de 90.000 motes. Para acceder a ellos solo habia que saber que teclas pulsar. Y Elvis sabia.
Bosch le dio las dos letras que habia encontrado.
– No se si es el nombre completo, pero no lo parece -le explico.
Ella abrio el programa, tecleo las letras T e I, y apreto INTRO. La informacion tardo trece segundos en aparecer.
– Trescientos cuarenta y tres nombres -anuncio, frunciendo el ceno-. Vas a tener que quedarte a dormir, carino.
Bosch le pidio que eliminase a negros e hispanos. La voz le habia sonado como la de un chico blanco. Ella pulso varias teclas y las letras ambar de la pantalla recompusieron la lista.
– Eso esta mejor. Diecinueve nombres.
Habia cinco Tinosos, cuatro Tirados, dos Tisicos, dos Tiburones, dos Tibus, un Tiburoncito, un Tibetano, un Tintorero y un Titi. Bosch recordo la pintada que habia visto en la tuberia; la T serrada, como una boca abierta. ?Podria ser la de un tiburon?
– Dame las variaciones de «Tiburon» -dijo el.
King pulso un par de teclas y esta vez las letras ambar solo cubrieron una tercera parte de la pantalla. Segun el archivo, Tiburoncito era un chico de la zona del valle de San Fernando, cuyo unico contacto con la policia, se habia saldado con el pago de una multa y varias jornadas de limpiar pintadas por haber ensuciado las paradas de autobus de Ventura Boulevard, a la altura de Tarzana. Tenia quince anos, por lo que Bosch dedujo que dificilmente estaria rondando por la presa a las tres de la manana de un domingo. King pidio los datos del primer Tibu, pero este resulto estar en un campamento para delincuentes juveniles de Malibu. El segundo Tibu habia muerto en 1989, en una guerra de tribus entre el KGB (Kolectivo de Guerreros del Boulevard) y los Ninos de las Vinas. La policia todavia no habia eliminado su nombre de la base de datos.
Cuando King pidio la informacion sobre el primer Tiburon, la pantalla se lleno y, en la parte inferior, aparecio la palabra «Mas».
– Este es un delincuente habitual -comento King.
El informe del ordenador describio a Edward Niele, un varon de raza blanca, de diecisiete anos de edad, que solia conducir una moto amarilla matricula JVN138 y del que se desconocia su afiliacion a una banda, pero que firmaba sus pintadas con el seudonimo Tiburon. El ordenador decia que se habia fugado en repetidas ocasiones de casa de su madre en Chatsworth y su ficha policial ocupaba dos pantallas enteras. Bosch dedujo por la localizacion de las detenciones e interrogatorios que, cuando se fugaba, el tal Tiburon frecuentaba las zonas de Hollywood y West Hollywood.
Al ojear la segunda pantalla, Bosch advirtio que lo habian arrestado hacia tres meses por vagabundear en la presa de Mulholland.