– Pues sube tu solo -contesto Tiburon-. Entonces ya veremos quien tiene huevos.

Tiburon no les habia contado que habia llamado a Emergencias para denunciar lo del cadaver. Aquello seria mas dificil de perdonar que su miedo a entrar en la tuberia.

Un hombre bajo del Jaguar; tendria cerca de cuarenta anos y llevaba el pelo corto, pantalones blancos de pinzas, una camisa y un jersey anudado sobre los hombros.

Tiburon no vio a nadie esperando en el coche.

– ?Eh, un Jaguar! -exclamo. Los otros dos se volvieron hacia la tienda-. Alla voy. -Nosotros estaremos aqui.

Tiburon bajo de la tapia de un salto y cruzo la calle a paso ligero. A traves del escaparate de la tienda observo al propietario del Jaguar, que hojeaba unas revistas con un helado en la mano. A juzgar por las miradas que echaba a los otros hombres de la tienda, el tio entendia. Al ver que se dirigia al mostrador para pagar el helado, Tiburon se animo y se agacho delante de la tienda, a un metro del Jaguar.

Cuando el hombre salio, Tiburon espero a que sus miradas se cruzaran y el hombre le sonriera.

– Oiga, senor -le dijo mientras se levantaba-. ?Le importaria hacerme un favor?

El hombre miro a su alrededor antes de responder. -No, claro. ?Que quieres?

– ?Podria entrar y pedirme una cerveza? Yo le doy el dinero; solo quiero una. Para relajarme un poco. El hombre vacilo.

– No se… Es ilegal. Tu no tienes veintiun anos y yo podria meterme en un lio.

– Bueno… -contesto el muchacho con una sonrisa-. Y en su casa, ?tiene cerveza? Asi no tendria que comprarla; que yo sepa no es delito darsela a alguien.

– Em…

– No me quedare mucho rato, aunque si quiere podriamos relajarnos un poco.

El hombre lanzo otra mirada a su alrededor y comprobo que no habia nadie observando. Tiburon supo que lo tenia en el bote.

– De acuerdo -contesto-. Si quieres luego te traigo aqui.

– Guay -dijo el chico.

Se dirigieron hacia el este por Santa Monica Boulevard y torcieron por Flores Street hasta llegar a un bloque de apartamentos de lujo. Tiburon no se dio la vuelta ni miro por el retrovisor porque sabia que sus colegas lo seguian. Delante del edificio habia una verja de seguridad que el hombre abrio y cerro con su llave. Una vez en su casa, el hombre dijo:

– Me llamo Jack. ?Que quieres tomar?

– Yo Phil. ?Tienes algo de comer? Tengo un poco de hambre. -Tiburon miro a su alrededor en busca del interfono y el boton para abrir la verja. El apartamento estaba decorado con muebles de tonos claros y una suave moqueta cruda-. Que casa tan bonita.

– Gracias. Voy a ver que tengo. Si quieres, puedo lavarte la ropa mientras estes aqui. No hago esto muy a menudo, pero cuando puedo, siempre intento ayudar.

Tiburon lo siguio hasta la cocina. En la pared, junto al telefono, estaba el interfono. En cuanto Jack abrio la nevera y se agacho para ver que habia, Tiburon apreto el boton que abria la verja de fuera; Jack no se dio cuenta.

– Tengo atun. Puedo hacerte una ensalada… ?Cuanto tiempo llevas en la calle?… No voy a llamarte Phil. Si no quieres decirme tu verdadero nombre no pasa nada.

– ?Ensalada? Chachi. No mucho tiempo.

– ?Estas sano?

– Si, claro.

– Tomaremos precauciones.

Habia llegado el momento. Tiburon retrocedio en direccion al pasillo. Cuando Jack alzo la vista de la nevera con un bol de plastico en la mano y la boca semiabierta, a Tiburon le parecio que lo miraba como si presintiera algo; como si supiera lo que iba a ocurrir. Tiburon corrio el pestillo, abrio la puerta y dejo pasar a Piromano y a Mojo.

– ?Eh! ?Que es esto? -exclamo Jack, con voz temblorosa. Se abalanzo hacia el pasillo y Piromano, el mas corpulento de los tres, le pego un punetazo en la nariz. Se oyo un ruido como el de un lapiz al romperse, el bol de plastico cayo al suelo, y la moqueta cruda se tino de rojo.

TERCERA PARTE

Martes, 22 de mayo

Eleanor Wish llamo de nuevo el martes por la manana, mientras Harry Bosch intentaba anudarse la corbata frente al espejo del lavabo. Wish propuso quedar en un cafe de Westwood Boulevard antes de llevarlo al FBI. Bosch acepto, a pesar de que ya se habia tomado dos lazas de cafe. Colgo el telefono, se abrocho el cuello de su camisa blanca y se ajusto la corbata. Hacia mucho tiempo que no prestaba tanta atencion a su aspecto.

Cuando Bosch llego al cafe, Wish estaba sentada en una de las mesas junto a la ventana con un vaso de agua entre las manos; parecia de buen humor. A un lado habia un plato con el papel de una magdalena. Cuando Bosch se sento, ella le dedico una sonrisa fugaz y alzo la mano para llamar a la camarera.

– Solo cafe -dijo Bosch.

– ?Ya has desayunado? -pregunto Wish cuando la camarera se alejo.

– No, pero no tengo hambre.

– Ya veo que no comes mucho.

Lo dijo mas como una madre que como un detective.

– Bueno, ?quien me va a explicar el caso? ?Tu o Rourke?

– Yo.

La camarera le trajo a Bosch su cafe. Mientras tomaba un sorbito, Bosch oyo que en la mesa de al lado cuatro vendedores discutian sobre la cuenta.

– Quiero que el FBI me ponga por escrito su solicitud de ayuda y la firme el agente especial al mando de la oficina de Los Angeles.

Wish dudo un instante, dejo su vaso sobre la mesa y lo miro por primera vez a los ojos. Los de ella eran tan oscuros que no revelaban ningun secreto. Bosch advirtio que en el rabillo asomaban unas leves arrugas sobre la piel bronceada y que en la barbilla tenia una pequena cicatriz blanca en forma de luna menguante, muy antigua y apenas visible. Se pregunto si la cicatriz y las patas de gallo le preocuparian. A el le parecio que su rostro ocultaba una cierta tristeza, un misterio que pugnaba por salir a la superficie. «Quiza sea cansancio», penso. No obstante, la agente Wish era una mujer atractiva; Bosch calculo que tendria unos treinta y pocos anos.

– Creo que no habra problema -contesto ella-. ?Tienes alguna exigencia mas antes de empezar a trabajar?

El sonrio y nego con la cabeza.

– Bueno, ayer lei tu informe del asesinato y la verdad es que, teniendo en cuenta los pocos datos con que contabas y que lo hiciste en un solo dia, me parecio muy bueno. La mayoria de detectives todavia estarian esperando la autopsia y pensando que fue una sobredosis accidental.

Bosch no dijo nada.

– ?Por donde empezamos hoy? -inquirio ella.

– Hay varias cosas que todavia no figuran en el informe. ?Por que no me hablas antes del robo? Necesito saber lo que paso; lo unico que tengo es lo que el FBI dio a los periodicos y lo de los boletines. Si tu me pones al dia, yo continuare la historia a partir de Meadows.

La camarera vino y volvio a llenar la taza de cafe y el vaso de agua. A continuacion Eleanor Wish le conto la historia del golpe al banco. A Bosch se le iban ocurriendo preguntas, pero intento recordarlas para hacerselas mas tarde. La agente parecia maravillada con la historia, el plan y la ejecucion de todo el asunto. Los ladrones, quienesquiera que fueran, gozaban de su respeto. Bosch casi se sintio celoso.

– Bajo las calles de Los Angeles -explico ella-, hay mas de seiscientos kilometros de alcantarillas

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