Habian llegado a su destino. La calle estaba salpicada de moteles viejos que ya ofrecian un aspecto deprimente el dia que acabaron de construirlos. Bosch senalo uno de ellos, el Blue Chateau, y le pidio a Wish que aparcara delante. Este era tan deprimente como los demas: un bloque de cemento al estilo de los anos cincuenta y pintado de color azul cielo con un friso azul oscuro que se estaba pelando. El edificio tenia dos pisos y de casi todas las ventanas colgaban toallas y ropa. Bosch supuso que seria tan desagradable por dentro como por fuera. En cada habitacion vivian hacinados de ocho a diez fugados; el mas fuerte se quedaba la cama mientras los demas dormian en el suelo o la banera. Habia varios lugares asi cerca del Boulevard; siempre los habia habido y siempre los habria.
Mientras contemplaban el motel desde el coche, Bosch le conto a Wish lo de la pintada inacabada que habia visto en la tuberia y la llamada anonima a Emergencias. Le explico que la voz seguramente pertenecia al artista: Edward Niese, alias Tiburon.
– Estos chicos, los que se fugan, forman grupitos callejeros -dijo Bosch mientras bajaba del coche-. No son bandas que controlan un territorio, solo se unen para protegerse y hacer sus negocios. Segun la base de datos CRAC, el grupito de Tiburon lleva un par de meses en el Blue Chateau.
Cuando Bosch cerro la puerta de su coche, se fijo en que otro automovil aparcaba a media manzana de ellos. Le echo un vistazo rapido pero no reconocio el vehiculo. Aunque distinguio dos siluetas en el interior, estas estaban demasiado lejos para concluir que eran las de Lewis y Clarke.
Bosch camino por un sendero de losas hasta llegar a la recepcion del motel bajo un rotulo de neon roto. Sentado tras una ventanilla, un viejo leia el diario de Santa Anita. No levanto la vista hasta que Bosch y Wish se detuvieron ante la ventanilla.
– ?En que puedo ayudarles, agentes?
El viejo era un hombre desgastado cuyos ojos habian dejado de ver otra cosa que no fueran las apuestas de caballos. Era capaz de calar a un policia antes de que le mostrara su placa y sabia que darle para ahorrarse lios.
– Buscamos a un chico al que llaman Tiburon -dijo Bosch-. ?Que habitacion es?
– La siete, pero creo que no esta. Normalmente deja su moto ahi, en el pasillo. Habra salido.
– Bueno, ?hay alguien mas en la siete?
– Si, claro. Siempre hay alguien.
– ?Primer piso?
– Si.
– ?Ventana o puerta de atras?
– Las dos cosas. La puerta de detras es corredera. Vayan con cuidado que el vidrio es caro.
El viejo alargo la mano y descolgo de un clavo una llave marcada con el numero 7, que deslizo por el agujero de la ventanilla.
El detective Pierce Lewis encontro en su cartera un recibo del cajero automatico, que uso como mondadientes. Notaba un sabor en la boca como si todavia le quedase un trozo enorme de la salchicha que habia desayunado. Fue rascando entre los dientes con la tarjetita de carton hasta que estuvieron limpios. A continuacion dio un chasquido de insatisfaccion con la lengua.
– ?Que pasa? -pregunto el detective Clarke. Conocia las costumbres de su companero; cuando se limpiaba los dientes y chasqueaba la lengua era que algo le preocupaba.
– Nada, que creo que nos ha calado -respondio Lewis despues de tirar la tarjeta por la ventanilla-. Esa miradita que nos ha echado al salir del coche… Ha sido muy rapida, pero creo que nos ha descubierto.
– No nos ha visto. Si no, hubiera venido hacia aqui para montarnos un numerito. Es lo que hacen siempre: te montan un numero y luego te ponen una denuncia. Si nos hubiera visto, nos habria mandado a la Liga de Proteccion del Policia. Por suerte, los policias son los ultimos en enterarse de que los siguen.
– Puede ser -dijo Lewis.
Lo dejo correr por el momento, pero seguia preocupado. Lewis no queria volver a pifiarla; cuando habia tenido a Bosch cogido por los huevos la cosa se habia ido a pique porque Irving, la mandibula volante, habia dado marcha atras. Pero esta vez no, se prometio Lewis en silencio; esta vez se lo cargarian.
– ?Estas tomando notas? -le pregunto Lewis a su companero-. ?Que crees que estaran haciendo en ese antro?
– Buscando algo.
– No me jodas, ?de verdad?
– Oye, ?te has levantado con el pie izquierdo?
Lewis dejo de observar el Blue Chateau para mirar a Clarke, que tenia las manos sobre el regazo y el asiento echado hacia atras, en un angulo de sesenta grados. Con sus gafas de espejo resultaba imposible saber si estaba despierto o no.
– ?Vas a tomar notas o que? -insistio Lewis. -?Por que no las tomas tu?
– Porque yo conduzco. Ya sabes que ese es el trato. Si no quieres conducir, tienes que escribir y sacar fotos. Venga, apunta algo que le podamos ensenar a Irving. Si no, el 181 nos caera a nosotros, no a Bosch.
– Querras decir el 1/81. Nada de abreviaciones, ?recuerdas?
– Vete a la mierda.
Riendose por lo bajo, Clarke saco una libreta del bolsillo interior de su chaqueta y una pluma Cross del de su camisa.
Cuando Lewis comprobo que estaba tomando notas y volvio a mirar al motel, vio a un chico rubio con el pelo a lo rasta dando vueltas en una motocicleta amarilla. El chico se detuvo junto al coche del que habian bajado Bosch y la mujer del FBI y miro a traves de la ventanilla.
– Eh, ?que es esto? -exclamo Lewis.
– Un chico -contesto Clarke al alzar la vista-. Estara buscando la radio del coche para mangarla. Oye, ?que hacemos si lo intenta? ?Joder la vigilancia para salvar la radio de un gilipollas?
– No vamos a hacer nada, ni el tampoco. Ha visto el microfono y se ha dado cuenta de que es un coche de la policia. Esta retrocediendo.
El chico le dio al gas y trazo dos circulos con la moto, con la vista fija en la puerta del motel. Despues cruzo el aparcamiento trasero, volvio a la calzada y finalmente se detuvo detras de una camioneta Volkswagen aparcada junto a la acera. Tapado por aquel cacharro, el chico espiaba la entrada del Blue Chateau, sin advertir la presencia de los dos hombres de Asuntos Internos en un coche aparcado a media manzana de el.
– Venga, nino, largate -dijo Clarke-. No quiero tener que llamar a la patrulla por culpa de un capullo.
– Sacale una fotografia con la Nikon -le aconsejo Lewis-. Nunca se sabe. Puede que pase algo y la necesitemos. Y ya que estas en ello, apuntate el numero de telefono que pone en el neon. A lo mejor tenemos que llamar mas tarde para averiguar que hacian Bosch y la tia del FBI.
A Lewis no le hubiera costado nada coger la camara del asiento y sacar las fotos, pero aquello habria sentado un precedente peligroso. Podria romper el delicado equilibrio de las normas de vigilancia: el conductor conduce, y el pasajero hace todo lo demas.
Clarke obedecio y tomo las fotos del chico de la motocicleta con el teleobjetivo.
– Saca una de la matricula de la moto -le pidio Lewis.
– No hace falta que me lo digas -replico Clarke mientras dejaba la camara sobre el asiento.
– ?Has apuntado el telefono para llamar luego?
– Ya lo tengo. Lo estoy escribiendo en la libreta, ?lo ves? -se burlo Clarke-. ?Para que tanta tonteria? A lo mejor Bosch se esta tirando a la tia esa, a la agente federal. Cuando llamemos quiza nos digan que han alquilado una habitacion.
Lewis se aseguro de que Clarke apuntaba el numero en el cuaderno de vigilancia.
– Y quiza no -contesto Lewis-. Se acaban de conocer y, ademas, dudo que Bosch sea tan idiota. Habran entrado a buscar a alguien; tal vez a un testigo.
– El informe del asesinato no mencionaba ningun testigo.
– Porque Bosch no lo puso. El trabaja asi.
Esa vez Clarke no replico, pero cuando Lewis volvio a mirar hacia el motel, el chico habia desaparecido y no habia rastro de la motocicleta.
Bosch espero un minuto para dar tiempo a Eleanor Wish a llegar al otro lado del Blue Chateau y cubrir la salida trasera de la habitacion numero siete. Al acercar la oreja a la puerta, Bosch creyo oir un murmullo y alguna