– ?Que?

– Es un pedofilo.

Mientras el hombre se alejaba calle abajo, Tiburon se dirigio a su motocicleta para quitar la cadena. -Vamos -dijo Bosch y salio del coche.

«Ya esta bien por hoy», penso Tiburon. Era hora de pirarse. Encendio un pitillo y se agacho para abrir el candado de la moto. Su pelo rizado le tapaba los ojos y olia a esa cosa de coco que se habia puesto la noche anterior, en casa del marica del Jaguar. Eso fue despues de que Piromano le rompiese la napia y saltara sangre por todas partes. Tiburon se levanto y, estaba a punto de colocarse la cadena en la cintura, cuando los vio venir. «Polis.» Estaban demasiado cerca para echar a correr. Disimulo mientras hacia un repaso mental de lo que llevaba en los bolsillos. Ya no tenia las tarjetas de credito; las habia vendido. El dinero podia venir de cualquier parte. No pasaba nada. A no ser que el marica lo senalara en una rueda de identificacion. A Tiburon le sorprendio que el tio hubiera presentado una denuncia. Hasta entonces, nadie lo habia hecho.

Tiburon sonrio a los dos polis que se acercaban y entonces vio que el tio sacaba una grabadora. ?Una grabadora? ?De que iban? El poli apreto el boton de encendido y, al cabo de unos segundos, Tiburon reconocio su propia voz. «Esto no tiene nada que ver con el marica del Jaguar, sino con el muerto de la tuberia.»

– ?Que quereis? -pregunto Tiburon.

– Queremos que nos hables de esto -dijo el poli.

– Oid, tios, que yo no tuve nada que ver. No me ireis a cargar con el… -El chico se callo un momento-. ?Eh! Tu eres el de la comisaria. Te vi el otro dia. Si esperais que os diga que yo lo mate…

– Tranquilo -dijo el poli-. Sabemos que tu no lo hiciste. Solo queremos saber lo que viste, eso es todo. Ponle el candado a la moto. Luego ya te traeremos en coche.

El poli dijo su nombre y el de la tia: Bosch y Wish. Entonces explico que ella era del FBI, algo bastante raro. El chico dudo un instante y luego se agacho a cerrar el candado.

– Solo queremos llevarte a la comisaria de Wilcox para que contestes a unas preguntas y tal vez nos hagas un dibujo -continuo Bosch.

– ?De que? -pregunto Tiburon.

Bosch no respondio, se limito a hacer un gesto con la mano para que lo siguiera y entonces senalo un poco mas alla a un Caprice de color gris. Era el mismo coche que Tiburon habia visto delante del Blue Chateau. Mientras caminaban, Bosch tenia la mano sobre el hombro de Tiburon. El chico aun no era tan alto como el detective, pero los dos eran igualmente delgados y musculosos. El chaval llevaba una camiseta tenida de color lila y amarillo y unas gafas de sol negras colgadas del cuello con un cordon naranja, que se puso al llegar al Caprice.

– Bueno, Tiburon -dijo Bosch al llegar al coche-.

Ya conoces el reglamento. Vamos a registrarte antes de que subas al coche para no tener que esposarte durante el trayecto. Pon todo lo que tengas sobre el capo.

– ?Pero si me acabas de decir que no estoy bajo sospecha! -protesto Tiburon-. No tengo por que hacer todo esto.

– Ya te lo he dicho. Son las reglas; luego te lo devolveremos todo. Excepto las fotos, claro.

Tiburon miro a Bosch y luego a Wish. Entonces se metio las manos en los bolsillos de sus tejanos gastados.

– Si, sabemos lo de las fotos -le confirmo Bosch.

El chico puso sobre el capo 46,55 dolares, un paquete de tabaco, una caja de cerillas, un llavero con una pequena navaja y las fotos. En ellas se veia a Tiburon y los otros miembros del grupo, desnudos, y en distintas fases de excitacion sexual. Mientras Bosch ojeaba las fotos, Wish les echo un vistazo por encima del hombro de su companero, pero en seguida desvio la mirada. A continuacion cogio el paquete de tabaco y descubrio un porro entre los cigarrillos.

– Creo que tambien tendremos que quedarnos con esto -dijo Bosch.

Los tres se dirigieron hacia la comisaria de policia en Wilcox Street; era hora punta y habrian tardado una hora en llegar al edificio federal en Westwood Avenue. Cuando llegaron a la oficina de detectives eran ya mas de las seis y todo el mundo se habia ido a casa. Bosch llevo a Tiburon a una de las salas de interrogatorio, una habitacion de tres metros por tres, con una pequena mesa cubierta de quemaduras de cigarrillo y tres sillas. En una de las paredes un cartel escrito a mano rezaba: «?Prohibido lloriquear!» Bosch sento al chico en el tobogan, una silla de madera con el asiento muy barnizado y con las patas de delante medio centimetro mas cortas que las de detras. La inclinacion no era suficiente para notarse, pero impedia que la gente se sintiera comoda. Casi todos se echaban hacia atras, pero acababan resbalando lentamente hacia delante, frente a la cara del interrogador. Bosch le dijo al chico que no se moviera y salio al pasillo a planear una estrategia con Wish. En cuanto cerro la puerta, ella la abrio.

– Es ilegal dejar a un menor solo en una sala cerrada -explico Wish.

Bosch la cerro de nuevo.

– El no se ha quejado -replico Bosch-. Tenemos que hablar. ?Que quieres que haga? ?Lo quieres tu o lo cojo yo?

– No se -contesto ella.

Estaba claro; aquello queria decir que no. Una primera entrevista con un testigo, sobre todo con uno reticente, requeria una habil combinacion de estrategia, argucias y encerronas. Si Wish no lo sabia, era mejor que no lo hiciera.

– Segun tu expediente, tu eres el experto en interrogatorios -se burlo ella-. No se si usas la mana o la fuerza, pero me gustaria verlo.

Bosch asintio, sin hacer caso a la pequena puya. Se metio la mano en el bolsillo y saco el tabaco y las cerillas del chico.

– Entra y dale esto. Mientras tanto voy a mi mesa a recoger mis mensajes y preparar una cinta. -Cuando Bosch vio la cara de Wish al coger los cigarrillos, anadio-: Regla numero uno de un interrogatorio; haz que el sujeto se sienta comodo. Dale el tabaco, y si no te gusta, aguanta la respiracion.

Bosch empezo a alejarse, pero ella le detuvo.

– Bosch, ?que hacia Tiburon con esas fotos?

«Conque eso era lo que la preocupaba», penso Bosch.

– Mira, hace cinco anos un chico como el se habria ido con ese tio a hacer quien sabe que. Ahora, en cambio, le vende una foto suya y punto. Hoy en dia hay tantas trampas mortales (personas y enfermedades) que los chicos se han vuelto listos. Es mas facil vender fotos que el propio cuerpo.

Wish abrio la puerta de la sala de interrogatorios y entro. Mientras tanto Bosch atraveso la oficina y comprobo si habia algun recado en el punzon de hierro de su mesa. Habian llamado su abogado y Bremmer del Times, aunque este ultimo lo habia hecho con un seudonimo, tal como habian acordado previamente. Harry no queria que un fisgon descubriera que le habia telefoneado un periodista.

Bosch dejo los mensajes clavados en el punzon, saco su carne y abrio con el el candado del armario de material. A continuacion cogio una cinta virgen de noventa minutos y la introdujo en la grabadora que habia en el estante inferior del armario. Primero la encendio para asegurarse de que funcionaba; luego apreto el boton de grabado y comprobo que los dos cabezales giraban. Finalmente atraveso el pasillo hasta el mostrador principal y le dijo a un gordito novato que estaba ahi sentado que le pidiera una pizza. Le dio al chico un billete de diez y le dijo que, cuando llegara, se la llevase a la sala de interrogatorios junto con tres Coca-Colas.

– ?Que quieres en la pizza? -pregunto el chico.

– ?Que te gusta a ti?

– Salchicha y pepperoni. Odio las anchoas. -Pues que sea de anchoas.

Bosch volvio a la oficina de detectives. Cuando entro en la sala de interrogatorios, Wish y Tiburon estaban en silencio y Bosch tuvo la sensacion de que no habian hablado mucho. Wish no conectaba con el chico. Ella se sento a la derecha de Tiburon, mientras Bosch se acomodaba a la izquierda del chico.

La unica ventana de la sala era un pequeno cuadrado de espejo en la puerta que permitia ver desde fuera, pero no desde dentro.

Bosch decidio ser sincero con Tiburon desde el principio. Aunque era solo un nino, probablemente era mas astuto que la mayoria de hombres que se habian sentado en el tobogan antes que el. Si el chico notaba que le estaban enganando, empezaria a contestar con monosilabos.

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