estan mas pintarrajeadas que un barrio latino del este de Los Angeles. Supusimos que los ladrones habrian marcado el camino y empezamos a buscar senales que se repitieran. Unicamente hallamos una: una especie de simbolo de la paz, pero sin el circulo. Solo tres trazos rapidos.
Bosch lo conocia porque el mismo lo habia usado hacia veinte anos. Tres trazos hechos en la pared del tunel con una navaja. Aquel era el simbolo que empleaban los soldados para marcar el camino y volver a encontrar la salida.
– Uno de los agentes de la policia de Los Angeles que estaban alli aquel dia, antes de que nos pasaran el caso a nosotros, dijo que lo habia visto en Vietnam. El no era una rata de los tuneles, pero nos hablo de ellos y asi lo relacionamos. Entonces nos dirigimos al Departamento de Defensa y la Asociacion de Veteranos, quienes nos proporcionaron una lista de nombres. Entre ellos estaban Meadows, tu y mas gente.
– ?Cuantos mas?
Ella le paso una pila de carpetas.
– Estan todos ahi. Si quieres puedes echarles un vistazo.
En ese momento aparecio Rourke.
– La agente Wish me ha dicho que ha solicitado usted una carta -dijo Rourke-. No hay ningun problema. Yo ya he escrito algo e intentare que nuestro superior, el agente especial Whitcomb, me lo firme hoy.
Como Bosch no hizo ningun comentario, Rourke siguio hablando.
– Es posible que ayer nos pasaramos un poco con usted, pero espero haberlo solucionado con su teniente y la gente de Asuntos Internos. -Rourke le ofrecio una sonrisa que habria sido la envidia de cualquier politico-. Ah, por cierto, queria decirle que admiro su hoja de servicio; la militar. Yo estuve alli bastante tiempo; nunca entre en esos tuneles angustiosos, pero me quede hasta el final. Fue una pena.
– ?Que fue una pena? ?Que terminara?
Rourke lo miro fijamente; Bosch observo que el agente iba enrojeciendo a medida que su cejas se juntaban. Rourke tenia la piel muy palida y una cara tan huesuda que parecia estar constantemente chupando un piruli. Era unos anos mayor que Bosch y mas o menos de la misma estatura, aunque mas corpulento. Al tradicional uniforme del FBI, chaqueta azul marino y camisa azul clara, Rourke habia anadido el toque de color de una corbata roja.
– Mire, detective Bosch, no tengo por que caerle bien; eso no importa -le respondio Rourke finalmente-.Pero le ruego que trabaje conmigo en este caso porque los dos estamos buscando lo mismo.
Bosch cedio, de momento.
– ?Que quiere que haga? Digamelo claramente: ?me ha cogido para hacer bonito o quiere que trabaje en serio?
– Bosch, dicen que usted que es un detective de primera clase. Demuestrelo: siga con el caso. Como dijo usted ayer, encuentre a quien mato a Meadows y nosotros encontraremos a quien robo el WestLand. Claro que queremos que trabaje en serio. Haga lo que haria normalmente, pero con la agente Wish como companera.
Dicho esto, Rourke salio de la oficina. Bosch supuso que tendria su propio despacho en el silencioso pasillo. Entonces se volvio hacia Wish, recogio la pila de archivos y anuncio:
– Esta bien. Vamonos.
Pidieron un coche en el garaje del Buro y Wish s puso al volante mientras Bosch hojeaba los expedientes militares que descansaban sobre su regazo. Aparte del suyo, tan solo reconocio el nombre de Meadows.
– ?Adonde vamos? -pregunto Wish al enfilar Veteran Avenue en direccion a Wilshire.
– A Hollywood -respondio-. ?Siempre es asi de seco?
Ella giro hacia el este y sonrio de una manera que le hizo preguntarse si ella y Rourke estarian liados.
– ?Rourke? Cuando quiere -contesto ella-. Pero es un buen organizador; dirige la brigada muy bien. Supongo que tiene madera de jefe. Creo que me dijo que en el ejercito habia estado al mando de una unidad; en Saigon.
Bosch concluyo que no estaban liados. Uno no defiende a su amante diciendo que es un buen organizador. Estaba claro que no habia nada entre ellos.
– Pues si le interesa la administracion se ha equivocado de trabajo -observo Bosch-. Sube hacia Hollywood Boulevard, a la altura del Teatro Chino.
Tardaron quince minutos en llegar. Bosch abrio la carpeta de encima (la suya) y comenzo a hojear los papeles. Entre los informes de su examen psiquiatrico encontro una foto en blanco y negro, casi como la de una ficha policial. La foto mostraba a un hombre joven, de uniforme, con el rostro limpio de arrugas o experiencias.
– Te quedaba bien el pelo rapado -dijo Wish interrumpiendo sus pensamientos-. Cuando vi la foto, me recordaste a mi hermano.
Bosch la miro sin decir nada. Puso la foto en su sitio y siguio repasando los papeles del archivo, leyendo retazos de informacion sobre aquel desconocido que resultaba ser el mismo.
– Encontramos a nueve hombres que estuvieron en los tuneles de Vietnam y vivian en el sur de California en el momento del golpe -le informo Wish-. Los investigamos a todos, pero Meadows era el unico que paso a la categoria de sospechoso. Era un yonqui con antecedentes; ademas, habia trabajado en tuneles incluso despues de volver de la guerra. -Tras conducir en silencio unos minutos, Wish anadio-: Lo vigilamos durante todo un mes, despues del robo.
– ?Y que hacia?
– Que nosotros supieramos, nada. Quizas estuviera traficando un poco, aunque no estamos seguros. Cada tres dias bajaba a Venice a comprar papelinas de heroina, pero parecia para consumo personal. Si estaba vendiendo, no vino ningun cliente. Tampoco tuvo otras visitas. Si hubieramos logrado probar que estaba vendiendo lo habriamos arrestado. Asi habriamos tenido algo decente para poder interrogarlo sobre el robo.
Ella permanecio un rato mas en silencio.
– No estaba vendiendo -concluyo Wish.
A Bosch le parecio que lo decia mas por convencerse a si misma que por otra cosa.
– Te creo -le dijo Bosch.
– ?Vas a decirme que buscamos en Hollywood? -inquirio ella.
– Buscamos a un posible testigo. ?Como vivia Meadows durante el mes en que lo vigilasteis? Quiero decir, de que vivia. ?De donde sacaba el dinero para ir a Venice?
– Por lo que sabemos, estaba cobrando el paro y una pension de invalidez de la Asociacion de Veteranos. Eso es todo.
– ?Por que dejasteis de vigilarlo al cabo de un mes?
– Porque no habiamos descubierto nada y ni siquiera estabamos seguros de que tuviera algo que ver con el robo. No…
– ?Quien tomo la decision?
– Rourke. No podia…
– El gran organizador.
– Dejame acabar. Rourke no podia justificar el coste de una vigilancia continua si no habia resultados. En aquel entonces solo teniamos un presentimiento, nada mas. Tu lo ves muy claro ahora, pero entonces habian transcurrido mas de dos meses desde el robo y nada apuntaba hacia Meadows. Al cabo de un tiempo incluso dejamos de creer que hubiera sido el. Pensamos que los ladrones ya estarian en Monaco o Argentina, no pillando papelinas de heroina barata en Venice Beach y viviendo en un apartamento cutre del valle de San Fernando. En ese momento, Meadows no tenia sentido, asi que Rourke cancelo la vigilancia y yo estuve de acuerdo. -Wish hizo una pausa-. Esta bien; la cagamos. ?Satisfecho?
Bosch no respondio. Sabia que Rourke habia tenido razon en anular la vigilancia y que no hay ningun otro trabajo en el que las cosas se vean tan distintas cuando se miran con perspectiva, asi que cambio de tema.
– ?Por que ese banco y no otro? ?No os lo planteasteis? ?Por que no asaltaron una camara acorazada mas importante o un banco de Beverly Hills? Probablemente alla arriba hay mas dinero y, segun tu, las alcantarillas llevan a todas partes.
– Si. La verdad es que no lo se. Tal vez escogieron un banco del centro porque querian disponer de tres dias para abrir cajas y sabian que esos bancos cierran el sabado. Quiza no lo sepamos nunca. -Entonces Wish insistio-: Oye, ?que buscamos exactamente en este barrio? En tus informes no habia nada sobre un posible testigo. ?Testigo de que?