Bosch asintio y se callo. Era mejor que ella explicara lo que la habia traido hasta alli. Despues de un largo silencio, Wish dijo:
– Debes de estar muy enfadado por lo que te hicimos, por lo de la investigacion y todo lo que paso ayer. Lo siento.
Wish tomo un sorbito de cerveza y Bosch se dio cuenta de que no le habia ofrecido un vaso. Dejo que las palabras de ella flotaran en el aire unos instantes.
– No -respondio finalmente-, no estoy enfadado. La verdad es que no se como estoy.
Ella se volvio hacia el y lo miro a los ojos.
– Pensabamos que abandonarias cuando Rourke te causo problemas con tu jefe. Ya se que conocias a Meadows, pero de eso hace mucho tiempo. No lo entiendo. Para ti este no es un caso cualquiera, pero ?por que? Tiene que haber algo. ?Paso alguna cosa en Vietnam? ?Por que significa tanto?
– Supongo que tengo mis razones; razones que no tienen nada que ver con el caso.
– Te creo, pero eso no importa. Necesito saber que pasa.
– ?Que tal la cerveza?
– Bien. Por favor, di algo, detective Bosch.
El miro abajo, siguiendo el vuelo de un trocito de papel dorado.
– No lo se -le respondio-. Si y no. Supongo que todo tiene que ver con los tuneles, la experiencia compartida. No es que Meadows me salvara la vida o yo la suya, pero siento como si le debiera algo. No importa lo que hiciera luego o que se convirtiera en un desgraciado. Quiza si yo hubiera hecho algo mas que unas cuantas llamadas para ayudarlo el ano pasado… No lo se.
– No seas absurdo -dijo ella-. Cuando te llamo el ano pasado ya estaba metido en este asunto. Por aquel entonces ya te estaba utilizando, tal como te esta utilizando ahora; a pesar de estar muerto.
Bosch se habia quedado sin etiqueta que pelar. Se volvio y apoyo la espalda contra la barandilla. Con una mano saco un cigarrillo del bolsillo y se lo metio en la boca, pero no lo encendio.
– Meadows -dijo, sacudiendo la cabeza al recordarlo-, Meadows era diferente… En esa epoca todos eramos unos crios; la oscuridad nos asustaba y aquellas galerias estaban mas negras que la pez. Meadows, en cambio, no tenia miedo. Se presentaba voluntario una y otra vez. «Ir del azul al negro»; asi describia una mision en el tunel. Nosotros lo llamabamos el «eco negro». Era como bajar al infierno; cuando estabas alli podias oler tu propio miedo, era como si estuvieses muerto.
Poco a poco, los dos se habian ido volviendo hasta quedar de cara. Cuando el la miro, le parecio detectar comprension, pero no sabia si era eso lo que necesitaba. Hacia tiempo que no buscaba comprension, aunque lo cierto es que no sabia lo que buscaba.
– Asi que todos esos crios asustados hicimos una solemne promesa, que repetiamos cada vez que alguien bajaba a uno de aquellos tuneles. La promesa era que, pasara lo que pasase, nunca dejariamos a nadie alla abajo. Aunque te murieras; no ibas a quedarte alli, porque te hacian cosas, ?sabes? Como esos psicopatas con los que nos encontramos. Y la promesa funcionaba porque nadie queria quedarse en aquellos agujeros, ni vivo ni muerto. Una vez lei en un libro que no importa que te entierren bajo una tumba de marmol o en el fondo de un pozo de petroleo; cuando estas muerto estas muerto. Pero quienquiera que escribio eso no estuvo en Vietnam. Cuando ves la muerte de cerca se te ocurren esas ideas. Y entonces si importa… Por eso hicimos la promesa.
Bosch sabia que no habia logrado aclarar nada. Le dijo a Wish que iba a buscar otra cerveza y ella respondio que no queria mas. Cuando volvio, ella le sonrio sin decir nada.
– Dejame que te cuente una historia sobre Meadows -dijo el-. En Vietnam asignaban a dos o tres de nosotros a una compania. Cuando ellos encontraban un tunel, nosotros lo sellabamos, lo reconociamos, lo dinamitabamos o lo que fuera.
Bosch bebio un buen trago de cerveza.
– Una vez, creo que fue en 1970, Meadows y yo ibamos con una patrulla, en una zona controlada por el Vietcong, plagada de aquellos malditos tuneles. Total, que a unos cinco kilometros de un pueblo llamado Nhuan Luc perdimos a un hombre. Lo habian… Lo siento, seguramente no quieres oir todo esto. Con lo de tu hermano y…
– Quiero oirlo. Por favor, sigue.
– Bueno, a este chico le disparo un zapador desde un agujero de arana, que es como llamaban a las pequenas entradas al entramado de galerias. Alguien mato al zapador y Meadows y yo entramos en el tunel para inspeccionarlo. En cuanto bajamos vimos que formaba parte de una red inmensa y tuvimos que separarnos. Yo segui un tramo hacia un lado y el hacia el otro. Quedamos en avanzar quince minutos, poner los explosivos con un efecto retardado de veinte minutos y luego volver dejando unos cuantos explosivos mas por el camino. -Bosch hizo una pausa-. Recuerdo que encontre todo un hospital alla abajo: cuatro esteras vacias, un botiquin con medicamentos… todo en medio de aquel puto tunel. Me acuerdo que pense: «Joder, ?que mas puede haber? ?Un cine?»
Lo que quiero decir es que aquella gente se habia enterrado viva. Tambien habia un pequeno altar con incienso todavia ardiendo. Todavia. Entonces supe que el Vietcong aun rondaba por alli, y me asuste. Puse una carga, escondida detras del altar, y sali de alli a toda pastilla. Por el camino coloque un par de cargas mas, calculando para que explotaran todas al mismo tiempo. Cuando llegue al punto de encuentro, al agujero de arana por el que habiamos entrado, Meadows no estaba alli. Espere un par de minutos, pero se estaba haciendo tarde y cuando explota el C-4 hay que estar lejos; algunas de aquellas galerias subterraneas tienen mas de cien anos. No podia hacer nada alli abajo, asi que sali; pero Meadows tampoco estaba fuera.
Bosch se detuvo para beber y pensar en la historia. Ella lo miraba atentamente, en silencio.
– Al cabo de unos minutos, mis cargas explotaron y el tunel, o al menos la parte en la que yo habia estado, se hundio. Todo aquel que estuviese alli habria muerto sepultado. Esperamos un par de horas a que se disiparan el humo y el polvo. Metimos un ventilador superpotente en la boca del tunel y, al encenderlo, todos los respiraderos y agujeros de la jungla escupieron humo.
«Cuando se despejo, otro tio y yo bajamos a buscar a Meadows. Aunque pensabamos que estaba muerto, habiamos hecho una promesa; pasara lo que pasase, teniamos que encontrarlo para poder enviarlo a casa. Pero no lo encontramos. Nos pasamos el resto del dia alla abajo, rastreando, pero lo unico que hallamos fueron vietnamitas muertos. A la mayoria les habian disparado, a otros les habian cortado el pescuezo; a todos ellos les faltaba alguna oreja. Cuando llegamos, nuestro superior nos dijo que no podiamos esperar mas y tuvimos que abandonar la busqueda. Habiamos roto la promesa.
Bosch tenia la mirada perdida en la oscuridad y la mente fija en la historia que estaba contando.
– Dos dias mas tarde llego al pueblo de Nhuan Luc otra compania y uno de sus soldados descubrio la boca de un tunel en una cabana. La compania envio a sus ratas a registrarlo y, al cabo de cinco minutos, toparon con Meadows, sentado como un buda en una de las galerias, sin municiones y delirando. A pesar de todo, estaba bien. Sin embargo, cuando intentaron sacarlo de alli, no quiso. Al final tuvieron que atarlo con una cuerda y que toda la patrulla tirara de el. Al salir a la superficie vieron que, con sus placas, Meadows llevaba un collar de orejas humanas.
Bosch se termino la cerveza y entro en la casa. Ella lo siguio hasta la nevera, de donde el saco otra botella. Eleanor dejo la suya, medio acabada, en la encimera de la cocina.
– Bueno, esa es mi historia. Ese era Meadows. Se fue a Saigon a descansar, pero regreso porque no podia vivir fuera de los tuneles. De todos modos, despues de aquella experiencia, no volvio a ser el mismo. A mi me conto que se habia perdido y que siguio avanzando, matando a todo lo que se le ponia por delante. Dicen que habia treinta y tres orejas en el collar. Al ser un numero impar, alguien me pregunto un dia por que Meadows le habia perdonado una oreja a uno del Vietcong. Yo le conteste que Meadows les habia dejado a todos una oreja.
Ella nego con la cabeza, incredula, pero el asintio.
– Ojala lo hubiera encontrado cuando baje a buscarlo; le falle.
Los dos se quedaron un rato de pie, con la vista fija en el suelo de la cocina. Luego Bosch vertio el resto de su cerveza por el fregadero.
– Una pregunta sobre el expediente de Meadows y no hablare mas de trabajo -dijo Bosch-. En Lompoc lo pescaron en un intento de fuga y lo enviaron a Terminal Island. ?Sabes algo de todo eso?
– Si, y fue un tunel. Meadows era un preso de confianza y trabajaba en la lavanderia. Las secadoras tenian