– Creo que si-dijo ella-. Pero ?y Meadows? El tuvo ocasiones de marcharse, pero no lo hizo hasta el final. ?Por que iba alguien a quedarse si no tenia que hacerlo?
– Habia muchos asi -explico Bosch-. Supongo que no era ni normal ni anormal. Algunos no querian irse; Meadows era uno de ellos. Tal vez fuera una decision comercial.
– ?Te refieres a las drogas?
– Yo se que el ya tomaba heroina cuando estuvo alli y sabemos que consumia y vendia cuando volvio. Asi que es posible que durante su estancia en Vietnam empezara a mover droga y no quisiera dejar un buen negocio. Hay varios datos que apuntan a esa teoria. Por ejemplo, cuando lo trasladaron a Saigon despues de los tuneles… Saigon era el lugar ideal para traficar, sobre todo con la libertad de movimientos que le daba su condicion de policia militar en la embajada. Aquello era Sodoma y Gomorra: putas, hachis, caballo… un mercado libre abierto a todo el mundo. Mucha gente se metio en eso. A Meadows la heroina le habria dado bastante dinero, especialmente si tenia un plan, una forma de pasar la droga hasta aqui.
Wish empujaba con el tenedor los trozos de pescado que no se iba a comer.
– Es injusto -comento ella-. El no queria volver. En cambio, algunos querian volver a casa, pero no pudieron.
– Aquel lugar no tenia nada de justo.
Bosch se giro y miro por la ventana hacia el oceano. Cuatro surfistas vestidos con trajes de colores brillantes cabalgaban sobre las enormes olas del Pacifico.
– Y despues de la guerra te metiste en la policia.
– Bueno, hice varias cosillas y luego entre en el departamento. Casi todos los veteranos que conocia, como dijo Scales, entraban en la policia o en las penitenciarias.
– No se, tu pareces una persona solitaria, un detective privado, no alguien que obedezca ordenes de alguien a quien no respeta.
– Ya nadie va por libre. Todo el mundo obedece ordenes… pero todo eso esta en mi archivo. Ya lo sabes.
– Una persona no puede definirse en un papel. ?No es eso lo que tu dijiste?
Bosch sonrio mientras la camarera recogia la mesa.
– ?Y tu? -inquirio-. ?Por que entraste en el FBI?
– No tiene mucho secreto. Me licencie en derecho penal y contabilidad, y el FBI me recluto recien salida de la Universidad de Pensilvania. Buen sueldo y buenas condiciones, especialmente para las mujeres. Nada original.
– ?Por que este trabajo en concreto? Pensaba que la ruta al ascenso era la lucha antiterrorista, los delitos de guante blanco, quiza las drogas. Pero no la brigada antirrobos.
– Trabaje en delitos de guante blanco durante cinco anos y estuve en Washington, el mejor sitio. Pero no es oro todo lo que reluce. El trabajo era aburridisimo, un rollo -dijo con una sonrisa-. Entonces me di cuenta de que queria ser policia, y lo consegui. Pedi el traslado a la primera unidad de calle donde hubiera una vacante. Los Angeles es la primera ciudad en numero de atracos a bancos, asi que cuando salio una plaza aqui, no me lo pense dos veces. Si quieres, puedes llamarme vejestorio. -No, eres demasiado guapa.
A pesar de su bronceado, Bosch noto que ella se ruborizaba. A el tambien le dio verguenza que se le hubiera escapado un comentario asi.
– Perdona -se disculpo.
– No, no pasa nada. Gracias.
– ?Estas casada? -le pregunto Bosch y, al instante, se puso rojo, arrepentido de su falta de tacto. Ella sonrio al ver su embarazo.
– Lo estuve, pero hace mucho tiempo.
Bosch asintio.
– ?No tienes ningun…? ?Y Rourke? Parecia que vosotros dos…
– ?Que? ?Que dices!
– Perdona.
Los dos se echaron a reir. Despues se sonrieron y estuvieron un rato en silencio, sintiendose comodos.
Al acabar de comer, caminaron hasta el lugar donde Bosch habia pasado tantas horas de pie con una cana de pescar. Ahora no habia nadie pescando y la mayoria de los edificios al final del muelle estaban abandonados. Bosch se fijo en que al lado de los pilones el agua tenia un brillo irisado y que los surfistas habian desaparecido. «Quiza los ninos estan en la escuela -penso-. O quiza ya no vienen a pescar aqui. Puede que los peces ya no se adentren en esta bahia contaminada.»
– Hacia siglos que no venia por aqui -le confeso a Eleanor, apoyandose en la barandilla del muelle con los codos sobre la madera cubierta de miles de cortes hechos con cuchillos de pesca-. Como cambian las cosas.
Era ya media tarde cuando llegaron al edificio federal. Wish entro en el ordenador central y los ordenadores de los departamentos de justicia estatales los nombres y numeros de identificacion carcelaria que Scales les habia dado para que le enviaran las fotos por fax. Bosch, por su parte, llamo a los archivos del ejercito en San Luis y pregunto por Jessie St. John, la misma persona que le habia atendido el lunes. Ella le informo de que la hoja de servicio de Meadows que habia solicitado ya estaba en camino. Sin decirle que ya habia visto la copia del FBI, Bosch la convencio para que comprobara los nombres de la lista que le habia entregado Scales en su ordenador y le proporcionara una breve biografia de cada uno de los hombres. Bosch tuvo a la mujer al telefono hasta pasadas las cinco en San Luis, es decir, el final de su turno de trabajo. A pesar de todo, ella fue muy amable.
Cuando dieron las cinco en Los Angeles, Bosch y Wish ya tenian fotos y resumenes de los expedientes militares y delictivos de cada uno de ellos. Al principio no encontraron nada que les llamara especialmente la atencion. Quince de los hombres habian estado en Vietnam en algun momento de la estancia de Meadows. Once pertenecian al Ejercito de Tierra. Ninguno habia sido una rata de los tuneles, aunque cuatro estuvieron en el Primero de Infanteria, al igual que Meadows. Otros dos pertenecieron a la policia militar en Saigon.
Primero Bosch y Wish se centraron en los antecedentes penales de los seis soldados que estuvieron en el Primero de Infanteria o en la Policia Militar. Solo estos ultimos resultaron tener antecedentes por robos a bancos. Bosch cogio las fotos y saco las de estos dos. Escudrino sus caras, como esperando que sus miradas duras y cinicas le ofrecieran una confirmacion.
– Me gustan estas dos -concluyo.
Se llamaban Art Franklin y Gene Delgado, y los dos vivian en Los Angeles. En Vietnam los habian asignado a dos unidades distintas de la Policia Militar, aunque ninguna de ellas era la unidad adscrita a la embajada donde estaba Meadows. De todos modos, los tres estuvieron en Saigon al mismo tiempo. A los dos les dieron de baja en 1973 pero, al igual que Meadows, ambos se quedaron en Vietnam como asesores civiles sobre temas militares. Permanecieron alli hasta el final: abril de 1975. A Bosch no le cabia ninguna duda; los tres hombres (Meadows, Franklin y Delgado) ya se conocian cuando se reunieron en Charlie Company.
Despues de 1975, ya de vuelta en Estados Unidos, Franklin fue detenido por una serie de robos en San Francisco y condenado a cinco anos de carcel. En 1984 lo detuvieron por un delito federal -robar un banco de Oakland- y lo mandaron a Terminal Island al mismo tiempo que Meadows. Le concedieron la libertad condicional e ingreso en Charlie Company dos meses antes de que Meadows dejara el programa. Los delitos de Delgado entraban dentro de la jurisdiccion estatal; tres detenciones por robos en Los Angeles, por los que cumplio condenas en la carcel del condado, y luego un intento de robo a un banco de Santa Ana, en 1985. Gracias a un acuerdo con los fiscales federales, logro que lo juzgaran en un tribunal estatal. Tras cumplir condena en la carcel de Soledad hasta 1988, llego a Charlie Company tres meses antes que Meadows y salio de alli un dia despues de que llegara Franklin.
– Un dia -dijo Wish-. Eso significa que los tres estuvieron juntos en Charlie Company solamente un dia.
Bosch miro sus fotos y las descripciones adjuntas. Franklin era el mas corpulento: un metro ochenta, ochenta y seis kilos, pelo moreno. Delgado tambien era moreno, pero flaco; media un metro sesenta y siete y pesaba sesenta y tres kilos. Bosch contemplo las fotos de aquel hombreton y aquel hombrecillo, al tiempo que recordaba las descripciones de los individuos que se habian desembarazado del cadaver de Meadows.
– Vamos a ver a Tiburon -sugirio Bosch.
Cuando Bosch llamo a Home Street Home le dijeron lo que ya se imaginaba; que Tiburon se habia ido. Bosch telefoneo al Blue Chateau y una voz vieja y cansada le informo de que el y su grupo se habian marchado al mediodia. La madre de Tiburon colgo en cuanto descubrio que Bosch no era un cliente. Eran casi las siete. Bosch