Tiburon sopeso al hombre con la mirada. Parecia un tio legal, un ejecutivo. Moreno, traje oscuro. Cuarenta y tantos anos, no demasiado corpulento. Penso en que incluso podria con el sin ayuda de sus amigos.
El hombre sonrio a Tiburon y le dijo:
– ?Que tal?
– Bien. ?Que pasa?
– No pasa nada, aqui estoy, dando una vuelta. ? Quieres venir?
– ? Adonde?
– A ningun sitio en concreto. Aunque conozco un lugar donde podemos estar solos. -?Tienes cien dolares?
– No, pero tengo cincuenta dolares para un partido de beisbol.
– ?Lanzando o recogiendo?
– Lanzando, y me he traido mi propio guante.
Tiburon dudo un instante. Echo un vistazo rapido al callejon donde habia visto el brillo del Kool, pero este habia desaparecido, por lo que sus amigos debian de estar preparados. Luego volvio a mirar el reloj.
– Guay -respondio y subio al coche.
El coche se dirigio al oeste, pasando por delante del callejon. Tiburon se controlo para no mirar, pero le parecio oir el ruido de las motos que arrancaban. Le seguian.
– ?Adonde vamos? -pregunto. -Em… No puedo llevarte a casa, amigo; pero conozco un sitio donde podemos ir y nadie nos molestara. -De acuerdo.
Al pararse en un semaforo de Flores Street, Tiburon se acordo del tio del otro dia, porque estaban cerca de su casa. Piromano parecia currar cada vez mas fuerte. Esto tendria que parar pronto o acabarian matando a alguien. Esperaba que el tio del Rolex se lo cediera sin problemas, porque no habia manera de predecir lo que podian hacer esos dos. Colocados como estaban, tendrian ganas de meter cana.
De pronto el coche arranco. Tiburon vio que el semaforo seguia rojo.
– ?Que pasa? -pregunto asustado.
– Nada. Me he hartado de esperar.
A Tiburon le parecio que en ese momento no seria sospechoso volverse a mirar. Cuando lo hizo, vio que solo habia coches esperando en el cruce; nada de motos. «Que cabrones.» Entonces sintio un sudor frio en la frente y los primeros temblores de miedo. El hombre giro a la derecha despues de Barnie's Beanery y subio colina arriba hacia Sunset Boulevard. Despues de coger Highland hacia el este, volvio a girar al norte.
– ?Hemos estado juntos antes? -pregunto-. Tu cara me suena. No se… quiza nos conozcamos de vista.
– No, si yo nunca… No, no creo -contesto Tiburon.
– Mirame.
– ?Que? -exclamo Tiburon, sorprendido por la pregunta y el tono duro del hombre-. ?Por que?
– Mirame. ?Me conoces? ?Me habias visto antes?
– ?De que vas? Ya te he dicho que no, tio.
El hombre se metio en el aparcamiento este de Hollywood Bowl, que estaba totalmente desierto. Condujo rapido y en silencio hasta el oscuro extremo norte. Tiburon penso: «Si este es tu 'sitio tranquilo', de Rolex autentico nada, monada.»
– ?Eh! ?Que haces? -pregunto Tiburon, mientras pensaba en una forma de rajarse. Estaba casi seguro de que, con lo colocados que iban Piromano y Mojo se habrian perdido. Se habia quedado colgado con este tio y maldita la gracia que le hacia.
– El Bowl esta cerrado, pero tengo las llaves de los camerinos. ?Lo ves? -le dijo el hombre-. Si nos metemos por el tunel de Cahuenga, casi en la salida hay un caminito que nos lleva a la parte de detras. No habra nadie; lo se porque trabajo alli.
Por un momento Tiburon considero enfrentarse al tio el solo, pero no se vio capaz. Como no lo cogiera por sorpresa… Bueno, ya veria. El hombre apago el motor y abrio la puerta. Tiburon abrio la suya, bajo del coche y escudrino el enorme aparcamiento vacio en busca de los faros de las dos motocicletas. Nada. «Lo atacare al otro lado», decidio. Tendria que hacer algo; o pegar y salir corriendo, o solo correr.
Tiburon y el hombre se dirigieron hacia un cartel que decia «Paso peatonal» situado frente a una estructura de cemento con una puerta que daba paso a unas escaleras. Mientras bajaban por los escalones encalados, el hombre del Rolex puso su mano sobre el hombro de Tiburon. A continuacion lo agarro del cuello de forma paternal y el chico noto el frio metal del reloj sobre su piel.
– ?Estas completamente seguro de que no nos conocemos, Tiburon?
– Que no, tio. Ya te he dicho que nunca he estado contigo.
Estaban ya en medio del tunel cuando Tiburon se dio cuenta de que le habia llamado por su nombre.
QUINTA PARTE
Hacia mucho tiempo desde la ultima vez. En el dormitorio de Eleanor, Harry Bosch estuvo torpe, como les suele ocurrir a los hombres demasiado preocupados o faltos de practica. Al igual que otras primeras veces, la cosa no fue muy bien; ella tuvo que guiarle con dedos y susurros. Despues, el quiso disculparse pero no lo hizo. Se abrazaron y se quedaron adormecidos. Bosch se sumergio en el olor de su cabello, el mismo perfume a manzana que habia notado en su apartamento la noche anterior. Estaba tan obsesionado con ella que no queria dejar de respirar aquel aroma. Al cabo de un rato, la desperto con besos y volvieron a hacer el amor. Esta vez no necesito instrucciones y ella no tuvo que guiarlo. Cuando acabaron, Eleanor le susurro:
– ?Crees que alguien puede estar solo en este mundo y no sentirse solo? -Como Harry no le contesto inmediatamente, ella anadio-: ?Estas solo o te sientes solo?
El penso en ello un rato mientras ella repasaba el tatuaje de su hombro con el dedo.
– No lo se -respondio finalmente-. Uno se acostumbra a las cosas tal como son. Y yo siempre he estado solo. Supongo que tambien me he sentido solo… hasta ahora.
Sonrieron y se besaron en la oscuridad. Poco despues, el oyo la respiracion acompasada de ella, ya dormida. Bastante mas tarde, Bosch se levanto de la cama, se puso los pantalones y salio a fumar al balcon. Apenas habia trafico en Ocean Park Boulevard, incluso se oia el rumor del mar. No habia luz ni en el apartamento de al lado ni en ningun otro, a excepcion de la calle. Los Jacarandas que flanqueaban la calzada estaban perdiendo sus flores, y algunas habian caido sobre la acera y los coches aparcados como copos de nieve violeta. Bosch se apoyo en la barandilla y exhalo una bocanada de humo al frio viento de la noche.
Cuando iba por su segundo cigarrillo oyo que la puerta se abria detras de el y noto que Eleanor lo abrazaba, rodeandolo por la cintura.
– ?Que te pasa, Harry?
– Nada, estaba pensando. Ten cuidado: alerta cancerigena. ?No te acuerdas del informe sobre los instintos secundarios?
– Riesgos, Harry, no instintos. ?En que estabas pensando? ?Todas tus noches son asi?
Bosch se revolvio en sus brazos y la beso en la frente. Ella llevaba una bata corta de seda rosa. El le froto la nuca con el pulgar.
– Casi ninguna es como esta. No podia dormir; estaba pensando.
– ?En nosotros? -pregunto ella, dandole un beso en la barbilla.
– Si.
– ?Y?
El acerco la mano al rostro de ella y repaso el contorno de su menton con los dedos.
– Me estaba preguntando como te hiciste esta cicatriz tan pequena.
– Ah, esto… Me lo hice cuando era nina. Mi hermano y yo ibamos en bici y yo estaba montada en el manillar. Bajabamos por una colina que se llama Highland Avenue (esto fue cuando viviamos en Pensilvania) y el perdio el control. La bicicleta empezo a zigzaguear y yo me asuste muchisimo porque sabia que ibamos a estrellarnos. Pero justo cuando perdimos el control del todo y salimos disparados, mi hermano me grito: «?Tranquila, Ellie!» Y, como