un transmisor plano y redondo del tamano de una moneda. Era un dispositivo denominado T-9, que se activaba con el sonido, al que habian conectado dos cables. Uno de ellos habia sido trenzado alrededor de un hilo telefonico a fin de obtener electricidad para el microfono. El otro estaba oculto tras el auricular. Bosch tiro de el con delicadeza y saco una cajita con una sola pila AA, que servia como fuente de energia de emergencia. El dispositivo se alimentaba de la energia del telefono, pero si a alguien se le ocurria desenchufarlo de la pared, la pila proporcionaba la electricidad necesaria para unas ocho horas mas. Bosch desconecto el T-9 y lo deposito en la mesa, dejando que funcionara con la pila. Mientras planeaba su siguiente movimiento, Bosch lo estudio con detenimiento y observo que el modelo correspondia a los usados por el departamento de policia. Tenia un radio de recepcion de cinco a seis metros y estaba disenado para captar todo lo que se decia en la habitacion. El alcance de transmision no era muy amplio -de unos veinte metros como maximo- y dependia de la cantidad de metal que hubiera en el edificio.

Bosch se volvio a la ventana para echar un vistazo a la calle. Lewis y Clarke seguian sin dar muestras de sorpresa o de que el microfono hubiera sido descubierto; Lewis continuaba con su higiene dental.

Bosch encendio la cadena musical y puso un compact de Wayne Shorter. A continuacion salio de la casa por una puerta lateral que se hallaba fuera del campo de vision de los de Asuntos Internos. Encontro la grabadora en el primer lugar en que miro: la caja de empalme debajo del contador de la luz, en la pared trasera del garaje. La cinta de cinco centimetros estaba grabando la musica de saxofon de Shorter. Al igual que el microfono, la grabadora, marca Nagra, ademas de ir conectada a la corriente de la casa, disponia de una pila de repuesto. Bosch la desconecto, se la llevo adentro y la coloco junto al microfono.

Cuando Shorter atacaba los ultimos compases de 502 Blues, Bosch se sento en su butaca de vigilancia y encendio un cigarrillo mientras intentaba trazar un plan. Luego alargo el brazo, rebobino la cinta y apreto el boton. Lo primero que oyo fue su voz diciendo que no estaba en casa y a continuacion el mensaje de Jerry Edgar sobre el cadaver encontrado en el Hollywood Bowl. Los siguientes sonidos eran los de la puerta abriendose y cerrandose dos veces y luego el saxofon de Wayne Shorter. O sea, que habian cambiado de cinta al menos una vez desde la llamada de prueba. Entonces Bosch cayo en la cuenta de que la visita de Eleanor Wish habia quedado grabada. Reflexiono un momento sobre aquello y se pregunto si el dispositivo habria recogido lo que hablaron en la terraza: las historias sobre el y Meadows. Bosch se indigno al pensar en aquella intrusion, aquel momento intimo robado por los dos hombres del Plymouth negro.

Bosch se afeito, se ducho y se puso ropa limpia: un traje veraniego de color habano, una camisa oxford rosa y una corbata azul. Luego fue a la sala de estar y se guardo el microfono y la grabadora en los bolsillos de la americana. Una vez mas, echo un vistazo con los prismaticos por la rendija entre las cortinas, pero no detecto ningun movimiento en el coche de Asuntos Internos. Entonces volvio a salir por la puerta lateral, descendio sin hacer ruido por la ladera de la montana hasta una de las vigas de hierro que sustentaban la casa y comenzo a avanzar con cautela por debajo del edificio. Por el camino se fijo en que los arbustos estaban salpicados con papel de aluminio dorado; era la etiqueta de cerveza que habia pelado y tirado desde la terraza cuando hablaba con Eleanor.

Al llegar al otro lado de su casa, Bosch empezo a avanzar por la colina pasando por debajo de otras tres casas colgantes. A continuacion, escalo la ladera hasta llegar a la carretera y se asomo detras del Plymouth negro. Tras limpiarse los bajos de los pantalones, Bosch echo a andar tranquilamente por la calzada.

Bosch llego inadvertido hasta la puerta del Plymouth. Observo que la ventanilla estaba bajada y, antes de abrirla, incluso creyo oir ronquidos.

Clarke tenia la boca abierta y los ojos todavia cerrados cuando Bosch se asomo por la puerta y agarro a ambos hombres por sus corbatas de seda. Apoyandose con el pie en el interior del coche, Bosch tiro a los detectives hacia el. A pesar de que ellos eran dos, Bosch llevaba ventaja: Clarke estaba totalmente desorientado y Lewis tampoco lo tenia mucho mas claro. Tirarles de las corbatas significaba que cualquier esfuerzo o resistencia por parte de ellos se traducia en mas presion alrededor del cuello y menos aire. Los detectives salieron del coche casi por su propia voluntad, tambaleandose como dos perros atados a una correa y aterrizando junto a una palmera plantada a un metro de la acera. Ambos tenian las caras moradas por la asfixia. Inmediatamente se llevaron las manos al cuello e intentaron desesperadamente deshacer los nudos de sus corbatas para recuperar la respiracion. En ese instante Bosch fue directo a sus cinturones y les arrebato las esposas. Mientras los dos detectives de Asuntos Internos intentaban tragar aire por sus gargantas recien liberadas, Bosch esposo la mano izquierda de Lewis a la mano derecha de Clarke y acto seguido le puso otra esposa a la mano derecha de Lewis. Cuando Clarke se dio cuenta de lo que Bosch estaba haciendo, intento levantarse y liberarse, pero el lo cogio por la corbata y tiro de ella. Clarke se empotro de cara contra el tronco de la palmera y se quedo momentaneamente estupefacto, instante que Bosch aprovecho para colocarle la ultima esposa en la muneca. Los dos policias de Asuntos Internos habian acabado en el suelo, sujetos el uno al otro con la palmera en medio. Tras despojarles de sus armas, Bosch retrocedio para recuperar el aliento y arrojar las pistolas de los detectives sobre el asiento delantero de su coche.

– Eres hombre muerto -logro mascullar Clarke a pesar de su garganta irritada.

Los dos se pusieron de pie con dificultad debido a la palmera que se interponia entre ellos. Parecian dos adultos jugando al corro de la patata.

– Dos delitos de asalto a un companero. Comportamiento inapropiado -le anuncio Lewis-. Podemos acusarte de un monton de cosas, Bosch. -Tosio violentamente y salpico de saliva la americana de Clarke-.

Sueltanos y quiza podamos olvidar todo este asunto.

– Ni hablar. No vamos a olvidar nada -le dijo Clarke a su companero-. Le vamos a meter un puro de aqui te espero.

Bosch se saco el microfono del bolsillo y se lo mostro a los dos detectives.

– ?Quien le va meter un puro a quien? -pregunto.

Lewis miro el aparato, vio que era, y dijo:

– Nosotros no hemos sido.

– Claro que no -se burlo Bosch, mientras sacaba la grabadora del otro bolsillo para ensenarsela-. Una Nagra, sensible al sonido; eso es lo que usais en todos vuestros trabajos. No importa que no sea legal, ?verdad? El mismo dia que la encuentro me doy cuenta de que vosotros me habeis estado siguiendo por la ciudad como dos gilipollas. Me habeis pinchado el telefono, ?verdad?

Tal como era de esperar, ni Lewis ni Clarke respondieron a su acusacion. Bosch se fijo en que una gota de sangre asomaba por la nariz de Clarke. En ese momento un coche subio por Woodrow Wilson y redujo velocidad. Cuando Bosch le mostro su placa, el automovil paso de largo. Los dos policias no pidieron ayuda, hecho que Bosch interpreto como una senal de que controlaba la situacion. Estaba ganando la partida. En el pasado, la reputacion de Asuntos Internos se habia deteriorado tanto por realizar escuchas ilegales en casas de policias, politicos e incluso estrellas de cine, que aquellos dos no iban a montarle un numero. Salvar su propio pellejo era mas importante que despellejar a Bosch.

– ?Teneis una orden para pincharme el telefono?

– Escucha, Bosch -protesto Lewis-. Ya te lo he dicho, nosotros no…

– Ya me lo parecia. Hay que tener pruebas de un delito para obtener una orden, al menos eso es lo que siempre he oido. Pero a Asuntos Internos no le preocupan esas minucias -se burlo Bosch-. ?Sabes que pasara con los cargos de asalto, Clarke? Mientras vosotros me llevais al Comite de Derechos y me expulsais del cuerpo por sacaros del coche y mancharos el culo de hierba, yo voy a llevaros a los dos, a Irving, al jefe de policia y a toda la puta ciudad ante un tribunal federal por violacion de la Cuarta Enmienda: registro y detencion ilegal. ?Ah! Y al alcalde tambien, ?que os parece?

Clarke escupio sobre el cesped, a los pies de Bosch. Una gota de sangre mancho su camisa blanca.

– No puedes probarlo porque no es verdad -dijo Clarke.

– Bosch, ?que cono quieres? -le espeto Lewis con rabia. Estaba mas rojo que cuando la corbata le habia apretado como una soga. Bosch empezo a caminar lentamente alrededor de ellos, obligandoles a girar constantemente la cabeza o sortear la palmera para verle.

– ?Que que quiero? Bueno, por mucho que os odie, no tengo demasiadas ganas de arrastraros por el cuello hasta los tribunales. Con traeros aqui ya he tenido de sobras. Lo que quiero…

– Bosch, estas loco -solto Clarke.

– Callate, Clarke -le dijo Lewis.

– Callate tu -le replico Clarke.

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