parece que tu podrias conseguir los detalles sin demasiadas molestias o perdida de tiempo.

– Ese es nuestro problema -anadio Bosch-. Es un caso de homicidio y no tenemos mucho tiempo para seguir los tramites de rutina y esperar a que Washington nos conteste.

– ?Es extranjero?

– Vietnamita -contesto Bosch.

– ?Cuando entro en el pais?

– El 4 de mayo de 1975.

– Ah, justo despues de la caida. Ya veo. ?Que tipo de homicidio estan investigando el FBI y el Departamento de Policia de Los Angeles para que se remonte a tantos anos atras y a otro pais?

– Bob -intervino Eleanor-, creo que…

– ?No, no me lo digas! -exclamo Ernst-. Tienes razon. Sera mejor que compartimentemos toda la informacion.

Ernst se dedico a alinear su cartapacio y los objetos que adornaban su mesa, a pesar de que no habia nada fuera de sitio.

– ?Para cuando lo necesitais? -inquirio finalmente.

– Para ahora -contesto Eleanor.

– Podemos esperarle aqui -anadio Harry.

– ?Sois conscientes de que tal vez no encuentre nada, especialmente con tan poco tiempo?

– Si, claro -afirmo Eleanor.

– Dame el nombre.

Ernst le paso una hojita de papel a Eleanor, en la que ella escribio el nombre de Binh. Cuando se la devolvio, el la miro y se levanto sin siquiera tocar el papel.

– Lo intentare -dijo, y salio del despacho.

Bosch miro a Eleanor.

– ?Ellie?

– Por favor, no me llames asi; no me gusta nada. No dejo que nadie me llame asi. Por eso no contesto sus llamadas.

– Bueno, hasta ahora. Ahora le deberas un favor.

– Si encuentra algo. Y tu tambien le deberas uno.

– Tendre que dejar que me llame Ellie.

A ella no le hizo gracia.

– ?De que lo conoces?

Wish no respondio.

– Seguramente nos esta escuchando en este momento -comento Bosch.

Bosch miro a su alrededor, aunque evidentemente cualquier microfono estaria escondido. Al ver un cenicero negro, se saco los cigarrillos del bolsillo.

– Por favor, no fumes -le rogo Eleanor.

– Solo medio.

– Nos conocimos en Washington; ni siquiera recuerdo donde. Alli tambien era no se que adjunto del Estado. Nos tomamos unas copas, eso es todo. Despues lo trasladaron aqui y, cuando un dia nos encontramos en el ascensor, empezo a llamarme.

– Es de la CIA, ?no?

– Mas o menos… No lo se seguro, pero no importa si consigue lo que necesitamos.

– No se que decirte. En la guerra conoci a varios gilipollas como ese. Por mucho que nos cuente hoy, seguro que hay mas. Estos tios trafican con la informacion; nunca te cuentan todo. Como el dice, la compartimentan. Serian capaces de matarte antes que explicarte todo.

– Dejemoslo, ?vale?

– De acuerdo…, Ellie.

Bosch paso el rato fumando y contemplando las paredes vacias. El tio ni se esforzaba en que pareciera un despacho de verdad. No habia ni bandera en la esquina, ni un triste retrato del presidente. Cuando Ernst regreso al cabo de veinte minutos, Bosch ya iba por su segundo medio cigarrillo. Al irrumpir en su despacho con las manos vacias, el director adjunto de Comercio y Desarrollo anuncio:

– Detective, ?le importaria no fumar? En una habitacion cerrada molesta mucho.

Bosch apago la colilla en un pequeno cuenco negro situado en la esquina de la mesa.

– Perdon -se disculpo-. Como vi el cenicero, pense que…

– No es un cenicero, detective -le corrigio Ernst con severidad-. Eso es un cuenco de arroz de mas de tres siglos de antiguedad. Me lo traje a casa despues de volver de Vietnam.

– Ah, ?alli tambien trabajaba en Comercio y Desarrollo?

– Bob, ?has encontrado algo?-intervino Eleanor-. ?Sobre Binh?

Ernst tardo algunos segundos en apartar la vista de Bosch.

– Muy poco, aunque lo que he encontrado podria ser util. Este hombre, Binh, fue agente de policia en Saigon. Un capitan… Bosch, ?es usted un veterano del conflicto?

– ?Quiere decir de la guerra? Si.

– Si, claro -repitio Ernst-. Entonces, digame, ?esta informacion le dice algo?

– No mucho. Yo estuve casi todo el tiempo en el campo. No vi mucho de Saigon excepto los bares y las tiendas de tatuajes. ?Deberia decirme algo el que Binh fuera capitan de la policia?

– No creo, asi que dejeme explicarselo. Como capitan, Binh estaba a cargo de la brigada antivicio del departamento de policia.

– Y debia de ser tan corrupto como todo lo demas en esa guerra -comento Bosch.

– Viniendo del campo, no creo que sepa usted mucho del sistema en Saigon, de la forma en que funcionaban las cosas, ?no? -pregunto Ernst.

– ?Por que no nos lo cuenta? Parece que esa era su especialidad; la mia era intentar mantenerme vivo.

Ernst no hizo caso de la puya, ni de Bosch. A partir de ese momento se dirigio unicamente a Eleanor.

– Aquello funcionaba de una forma bastante simple. Si traficabas con drogas, carne, juego o cualquier cosa del mercado negro, tenias que pagar una tarifa local, un impuesto de la casa, como si dijeramos. El pago servia para mantener alejada a la policia vietnamita; practicamente garantizaba que tu negocio no se veria interrumpido… dentro de unos limites. Entonces tu unica preocupacion era la policia militar estadounidense. Por supuesto, ellos tambien podian ser sobornados; al menos eso decia la gente. Bueno, este sistema duro anos, desde el principio de la guerra, pasando por la retirada estadounidense y hasta, me imagino, el 30 de abril de 1975, el dia en que cayo Saigon.

Eleanor asintio y espero a que el continuara.

– La intervencion estadounidense duro mas de una decada, y antes de eso estuvieron los franceses. Estamos hablando de anos y anos de presencia extranjera.

– Millones -dijo Bosch.

– ?Como dice?

– Esta hablando de millones de dolares en sobornos.

– Si, si. Decenas de millones al cabo de los anos.

– ?Y donde entra el capitan Binh? -le pregunto Eleanor.

– Veras -dijo Ernst-, segun nuestra informacion de la epoca, la corrupcion dentro de la policia de Saigon estaba dirigida o controlada por un triunvirato llamado el Trio del Diablo. O les pagabas o no hacias negocio; asi de sencillo. Por casualidad (bueno, de casualidad nada) en la policia de Saigon habia tres capitanes cuyo territorio correspondia, justamente, al del triunvirato. Un capitan encargado de vicio, otro de narcoticos y otro de patrullar. Nuestra informacion es que esos tres capitanes eran en realidad el Trio del Diablo.

– Usted habla de «nuestra informacion». ?Es informacion de Comercio y Desarrollo o de quien?

Tras volver a reajustar los objetos encima de su mesa, Ernst fulmino a Bosch con la mirada.

– Detective, usted ha venido a pedirme informacion. Si quiere saber de donde procede, se ha equivocado de persona. Puede usted creerme o no; a mi me trae sin cuidado.

Los dos hombres se miraron fijamente, pero no dijeron nada mas.

– ?Que les paso? -intervino Eleanor-. A los miembros del triunvirato.

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