La pregunta obligo a Ernst a apartar la vista de Bosch.

– Pues que despues de que Estados Unidos retirara sus fuerzas en 1973, sus fuentes de ingresos desaparecieron casi por completo. Como cualquier empresa responsable, lo vieron venir e intentaron reemplazarlas. Nuestros informes de la epoca dicen que cambiaron su postura considerablemente. A principios de los setenta pasaron de dar proteccion a las transacciones de narcoticos de Saigon a participar directamente en ellas. A traves de contactos politicos y militares, y por supuesto policiales, se establecieron como los agentes de toda la heroina que salia de las montanas y pasaba ilegalmente a Estados Unidos.

– Pero no duro mucho -adivino Bosch.

– No, claro. Cuando cayo Saigon en abril de 1975, tuvieron que huir. Habian ganado una fortuna: entre quince y dieciocho millones de dolares cada uno. En la nueva Ho Chi Minh no significarian nada y, de todos modos, tampoco les hubieran dejado con vida para disfrutarlo. Tenian que salir a escape si no querian terminar ante los pelotones de ejecucion de las tropas del Norte. Y tenian que cargar con el dinero…

– ?Y como lo hicieron? -pregunto Bosch.

– Era dinero negro, algo que ningun capitan de policia vietnamita podia o deberia tener. Supongo que podrian haber hecho una transferencia a un banco de Zurich, pero hay que recordar que estamos hablando de la cultura vietnamita, nacida de la inestabilidad y la desconfianza, de la guerra. Esa gente ni siquiera confiaba en los bancos de su propio pais. Y, ademas, lo que tenian ya no era dinero.

– ?Como? -pregunto Eleanor, perpleja.

– Con el paso de los anos lo habian ido invirtiendo. ?Sabes lo que ocupan dieciocho millones de dolares? Probablemente llenarian toda una habitacion. Asi que encontraron una forma de reducirlos, o al menos eso es lo que creemos.

– Piedras preciosas -tanteo Bosch.

– Diamantes -concreto Ernst-. Por lo visto dieciocho millones de dolares en buenos diamantes caben facilmente en dos cajas de zapatos.

– Y en una caja de seguridad -opino Bosch.

– Puede ser, pero, por favor, no me diga mas de lo que necesito saber.

– Binh era uno de los capitanes -resumio Bosch-. ?Quienes eran los otros dos?

– Uno se llamaba Van Nguyen y dicen que murio; no llego a abandonar Vietnam. Tal vez lo mataron los otros dos o el Ejercito del Norte, pero lo que es seguro es que nunca salio del pais. Lo confirmaron nuestros agentes en Ho Chi Minh despues de la caida. Los otros dos escaparon y vinieron aqui. Sin duda, gracias a sus contactos y dinero, ambos tenian salvoconductos. Ahi no puedo ayudaros… Uno era Binh, a quien parece que habeis encontrado y el otro Nguyen Tran, que vino con Binh. En cuanto a donde fueron y lo que hicieron aqui, tampoco puedo ayudaros. Hace mas de quince anos de todo esto; una vez llegaron aqui ya no eran nuestro problema.

– ?Por que los dejasteis entrar?

– ?Quien dice que lo hicieramos? Tiene usted que darse cuenta, detective Bosch, de que gran parte de esta informacion no se conocio hasta despues de los hechos.

Ernst se levanto; aquella era toda la informacion que pensaba «descompartimentar» ese dia.

Bosch no queria subir de nuevo al Buro. La informacion de Ernst le habia sentado como una anfetamina. Queria caminar, hablar, estallar. Cuando entraron en el ascensor, apreto el boton de la planta baja y le dijo a

Eleanor que iban a salir. El FBI era como una pecera; necesitaba aire.

En todas las investigaciones Bosch siempre tenia la impresion de que la informacion se iba deslizando lentamente, como en un reloj de arena. En un momento dado habia mas informacion en la parte inferior que en la superior y, entonces, la arena empezaba a precipitarse por el agujero como una cascada. En aquel caso acababan de llegar a ese punto. Todo empezaba a encajar.

Bosch y Eleanor cruzaron el vestibulo principal y salieron al cesped, donde ondeaban ocho banderas iguales de EE.UU. y la bandera del estado de California, todas ellas dispuestas en semicirculo. Ese dia no habia manifestantes; el aire era calido y extranamente humedo para la epoca del ano.

– ?Por que aqui? -pregunto Eleanor-. Yo preferiria estar arriba, cerca del telefono. Y tu podrias tomarte un cafe.

– Me apetece fumar.

Los dos caminaron hacia Wilshire Boulevard.

– Es 1975. Saigon esta a punto de irse al garete. El capitan de policia Binh paga a alguien para que lo saque del pais, bueno, a el y sus diamantes. No sabemos a quien soborna, pero si que lo tratan como un personaje importante durante todo el trayecto. La mayoria de gente viene en barcos, pero el viaja en avion. Durante el trayecto de cuatro dias de Saigon a Estados Unidos, lo acompana un asesor americano para suavizar las cosas; ese es Meadows. El…

– Presuntamente -le corrigio ella-. Te has olvidado la palabra «presuntamente».

– No estamos ante un tribunal. Lo estoy contando como creo que podria haber ocurrido. Si no te gusta, luego lo dices tu a tu manera.

Ella levanto las manos en senal de inocencia y Bosch prosiguio.

– Total, que Meadows y Binh se conocen. En 1975 Meadows participa en el plan de proteccion a refugiados y tambien tiene que irse. Puede que conociera a Binh debido a su vieja aficion: el trafico de heroina. Es muy probable que incluso trabajase para el. Tal vez no supiera lo que el capitan estaba transportando a Estados Unidos, pero lo mas seguro es que tuviera una ligera idea.

Bosch se detuvo a ordenar sus ideas y Eleanor continuo la historia, no muy convencida.

– Binh se lleva consigo su reticencia o desconfianza cultural en lo que respecta a los bancos. Ademas tiene otro problema; su fortuna es dinero negro, una suma desconocida e ilegal. No puede declararla ni hacer un ingreso normal porque tendria que dar explicaciones. Asi que decide guardar su enorme capital en la mejor alternativa posible: una caja de seguridad en una camara acorazada. -Wish hizo una pausa-. Oye, ?adonde vamos?

Bosch no respondio porque estaba demasiado inmerso en sus pensamientos. Habian llegado a Wilshire. Cuando el semaforo se puso verde, Bosch y Wish se dejaron arrastrar por la marea de cuerpos que cruzaban la calle. Luego giraron hacia el oeste, caminando junto a los setos que bordeaban el cementerio de veteranos. Bosch retomo el hilo de la historia.

– Pues Binh mete su parte en la caja y comienza a vivir el gran sueno americano del inmigrante o, en su caso, del inmigrante rico. Entretanto Meadows, de regreso de la guerra, no consigue ni adaptarse a la vida civil ni dejar su habito, por lo que empieza a traficar para financiarselo. Pero las cosas no son tan faciles como en Saigon; lo trincan y pasa un tiempo en chirona. Entra, sale, entra, sale y finalmente lo condenan una buena temporada por un par de robos a bancos.

Llegaron a una abertura en el seto que dio paso a un camino enladrillado. Lo siguieron y les condujo a un lugar desde el que se divisaba todo el cementerio, con sus filas de lapidas blancas pulidas por los elementos y recortadas sobre un mar de hierba verde. Gracias al seto, que amortiguaba el ruido de la calle, se respiraba un ambiente de paz y tranquilidad.

– Es como un parque -comento Bosch.

– Es un cementerio -susurro ella-. Vamonos.

– No hace falta que susurres. Demos una vuelta; se esta muy bien.

Eleanor dudo, pero lo siguio mientras el se alejaba por el camino enladrillado. El sendero pasaba por debajo de un roble que proyectaba su sombra sobre las tumbas de los veteranos de la primera guerra mundial. Ella lo alcanzo y reanudo la conversacion.

– Bueno, Meadows llega a Terminal Island, donde oye hablar de Charlie Company. Se entera de que su director es una mezcla de ex soldado y parroco, consigue referencias y logra que lo suelten antes. En Charlie Company entra en contacto con dos de sus antiguos companeros de batallas: Delgado y Franklin. Excepto que solo pasan un dia juntos. Solo un dia. ?Me estas diciendo que planearon todo esto en un solo dia?

– No lo se -respondio Bosch-. Tal vez, aunque lo dudo. Puede que lo planearan mas tarde, despues de reunirse en la granja. Lo mas importante es que estuvieron juntos, o muy cerca, en 1975, en Saigon. Y de nuevo en Charlie Company. Despues de salir de alli, Meadows acepta un par de trabajos hasta que termina su libertad condicional. Luego lo deja y desaparece del mapa.

– ?Hasta?

– Hasta el robo del WestLand. Los tios entran en la camara y se dedican a abrir las cajas hasta que

Вы читаете El eco negro
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату