de plastico. Eran mas de las cinco y la oficina de la brigada antirrobos estaba desierta. Rourke se habia ido a casa, tras ser informado de los ultimos acontecimientos y decidir no mandar a nadie a los tuneles.
– ?Sabeis cuantos kilometros de tuneles hay en Los Angeles? -habia preguntado-. Lo de ahi abajo es como una red de carreteras. Si vuestra teoria es cierta, podrian estar en cualquier parte. Nosotros iriamos dando palos de ciego; ellos jugarian con ventaja y alguno de nosotros podria resultar herido.
Bosch y Wish sabian que tenia razon. No discutieron con el, sino que pusieron manos a la obra para encontrar a Tran. Pero al cabo de varias horas habian llegado a la conclusion de que habian fracasado.
– No nos queda mas remedio que ir a ver a Binh -anuncio Bosch cuando termino su cafe.
– ?Crees que cooperara? -pregunto ella-. Se dara cuenta de que si queremos a Tran es porque sabemos lo de su pasado. Lo de los diamantes.
– No se que hara -contesto Bosch-. Ire a verle manana. ?Tienes hambre?
– Querras decir que «iremos» a verle manana -le corrigio ella con una sonrisa-. Y si, tengo hambre. Vamonos de aqui.
Cenaron en un restaurante de Broadway, en Santa Monica. Eleanor escogio el lugar y, como estaba cerca del apartamento de ella, Bosch se sintio animado y relajado. En un rincon habia un trio tocando en un escenario de madera, pero las paredes de ladrillo del local mataban el sonido y lo hacian casi inaudible. Despues de cenar, Harry y Eleanor se quedaron un rato en silencio, aferrados a sus cafes. Habia una comodidad y calidez entre ellos que Bosch era incapaz de explicarse. Lo cierto era que no conocia a aquella mujer sentada frente a el; le bastaba mirar aquellos duros ojos castanos para confirmarlo. Bosch queria averiguar lo que ocultaban. Habian hecho el amor, pero el queria estar enamorado. Y la deseaba.
Como practicamente siempre, Eleanor parecio leerle el pensamiento.
– ?Vienes a mi casa esta noche? -pregunto.
Lewis y Clarke se hallaban en el segundo piso de un aparcamiento situado al otro lado de la calle y a media manzana del Broadway Bar & Grill. Agazapado junto a la barandilla de la rampa, Lewis espiaba a traves de la camara. Su objetivo de casi treinta centimetros estaba sujeto a un tripode y enfocado hacia la puerta del restaurante, a unos cien metros de distancia. Esperaba que las luces de la marquesina fueran suficientes. En la camara tenia un carrete de alta velocidad, pero la luz roja y parpadeante del visor le avisaba de que no presionara el disparador; no habia suficiente luz. Lewis decidio que pese a todo lo intentaria. Queria una foto de los dos de la mano.
– No lo conseguiras -le dijo Clarke por detras-. Con esta luz es imposible.
– Tu dejame a mi. Si no me sale, no me sale. ?Que mas da?
– Diselo a Irving.
– Que se joda Irving. Dice que quiere mas pruebas y se las vamos a dar. Solo estoy intentando hacer lo que el quiere.
– Deberiamos acercarnos un poco mas al restaurante…
Clarke se callo al oir ruido de pasos. Lewis no aparto el ojo del visor, al acecho. Los pasos resultaron ser de un hombre vestido con un uniforme de seguridad azul.
– ?Se puede saber que hacen aqui? -pregunto el guarda.
Clarke le mostro su placa.
– Trabajando -contesto.
El guarda, un joven de color, se acerco para examinar la placa de Clarke. Al agarrarla para que no temblara, Clarke la retiro de un tiron.
– No la toques, colega. Mi placa no se toca.
– Ahi pone LAPD. ?Habeis pedido permiso al Departamento de Policia de Santa Monica? ?Saben ellos que estais aqui?
– ?Y que importa? Dejanos en paz.
Clarke le dio la espalda, pero al ver que el guarda no se iba se encaro con el:
– ?Quieres algo, chaval?
– Este aparcamiento es mi territorio, detective Clarke. Yo voy donde quiero.
– Tu te vas a la mierda. Yo…
Clarke oyo el sonido del disparador y el avance automatico del carrete. Cuando se volvio hacia Lewis, este le miraba sonriente.
– Ya la tengo: los dos de la mano -anuncio, poniendose en pie-. Acaban de salir; vamonos.
Lewis plego las patas del tripode y se metio rapidamente en el Caprice gris por el que habian canjeado el Plymouth negro.
– Hasta la vista, colega -dijo Clarke, mientras se acomodaba frente al volante.
El coche dio marcha atras, obligando al guarda a dar un salto para esquivarlo. Clarke miro por el retrovisor y sonrio. Mientras conducia hacia la rampa de salida, vio al guarda hablando por una radio portatil.
– Ya puedes hablar todo lo que te de la gana, ninato.
Cuando llegaron a la cabina de pago, Clarke le dio el tique y dos dolares al encargado. El hombre lo cogio, pero no levanto el tubo a rayas negras y blancas que hacia de barrera.
– Benson me ha dicho que tengo que retenerles -dijo el hombre de la cabina.
– ?Que? ?Quien cono es Benson? -le pregunto Clarke.
– El guarda. Me ha dicho que esperen un momento.
En ese preciso instante los dos agentes de Asuntos Internos vieron a Bosch y Wish pasar por delante del aparcamiento en direccion a Fourth Street. Iban a perderlos. Clarke le mostro su placa al hombre de la cabina.
– Estamos trabajando. ?Suba la puta barrera ahora mismo!
– En seguida viene. Yo tengo que hacer lo que dice-Si no, perdere mi trabajo.
– ?Si no nos abre va a perder la barrera, mamon! -grito Clarke.
Clarke piso a fondo el acelerador para demostrarle que su amenaza iba en serio.
– ?Por que cree que pusimos una barra de hierro en vez de una valla de madera? Usted pase, pero ya le aviso que se quedara sin parabrisas. Haga lo que quiera. Ah, ahi viene Benson.
En el retrovisor Clarke distinguio al guarda de seguridad bajando por la rampa. Estaba a punto de estallar de rabia, cuando noto la mano de Lewis sobre el brazo.
– Tranquilo, colega -le dijo Lewis-. Al salir del restaurante iban de la mano. No los perderemos; van a casa de ella. Te apuesto mi turno de conducir a que los alcanzaremos alli.
Clarke aparto su mano y solto un suspiro, tras lo cual su rostro adquirio un aspecto mas relajado.
– No importa. Todo esto no me gusta nada.
Bosch encontro un hueco en Ocean Park Boulevard, en la acera de enfrente del edificio de Eleanor y aparco, pero no hizo ningun gesto para salir del coche, sino que miro a Eleanor, sintiendo todavia la emocion de unos minutos antes, aunque inseguro sobre adonde iba todo aquello. Ella parecio adivinar sus pensamientos o sentir lo mismo, ya que le puso la mano sobre la suya y se inclino para besarlo.
– Entremos -le susurro.
Bosch bajo del Caprice y dio la vuelta para cerrar la puerta de Eleanor, que ya habia salido. Los dos se dispusieron a cruzar, pero se detuvieron para dejar pasar un coche. Como llevaba puestas las largas, Bosch aparto la vista y miro a Eleanor. Fue ella quien se dio cuenta de que las luces venian hacia ellos.
– ?Harry?
– ?Que?
– ?Harry!
Bosch se volvio hacia el coche que se acercaba y vio que las luces -que eran en realidad cuatro, procedentes de dos pares de faros cuadrados- los enfocaban a ellos. En esos segundos vitales Bosch concluyo que el coche no se habia desviado de modo accidental, sino que venia directamente hacia ellos. Apenas habia tiempo, pero este quedo curiosamente suspendido. A Bosch le dio la impresion de que todo ocurria a camara lenta; primero se volvio hacia la derecha, hacia Eleanor, y comprobo que ella no necesitaba ayuda. Entonces los dos saltaron sobre el capo del Caprice de Bosch. El rodo sobre ella y ambos se precipitaron sobre la acera, al tiempo que su coche recibia una violenta sacudida y se oia un chirrido agudo de metal destrozado. Por el rabillo del ojo, Bosch atisbo una ducha de chispas azules antes de aterrizar sobre Eleanor en la estrecha franja de tierra que separaba la calzada y la acera. En ese instante intuyo que estaban a salvo; asustados, pero de momento a salvo.