entrado alguien. Despues de afeitarse y cambiarse de ropa, bajo la colina por Nichols Canyon para coger Wilcox. Una vez en la comisaria, Bosch estuvo trabajando en su mesa, poniendo al dia el Informe Cronologico del Oficial Investigador hasta la llegada de Eleanor, a eso de las diez. La oficina estaba llena de detectives que, siendo en su mayoria hombres, interrumpieron lo que estaban haciendo para mirarla. Cuando Eleanor se sento en la silla de acero junto a la mesa de Homicidios sonreia con incomodidad.

– ?Que te pasa?

– Nada, pero esto es peor que entrar en Biscailuz -dijo ella, haciendo referencia a una de las carceles de la ciudad.

– Ya lo se. Estos tios son mas guarros que la mayoria de exhibicionistas. ?Quieres un vaso de agua? -No, gracias. ?Listo? -Vamos alla.

Cogieron el coche nuevo de Bosch, que en realidad tenia un minimo de tres anos y ciento veintitres mil kilometros. El encargado de los vehiculos de la comisaria era un agente que habia estado atado a la mesa desde que perdio cuatro dedos al coger un petardo durante el carnaval. Segun el, aquel coche era lo mejor que tenia. Los recortes de presupuesto habian paralizado la renovacion de la flota, a pesar de que a la larga el departamento acababa gastandose mas en reparaciones. Por lo menos, tal como descubrio Bosch cuando arranco, el aire acondicionado funcionaba bastante bien. Al parecer venian vientos de Santa Ana y el fin de semana se preveia mas caluroso de lo normal para la epoca del ano.

Las investigaciones de Eleanor sobre Binh revelaron que tenia una oficina y un negocio en Vermont Avenue, cerca de Wilshire Boulevard. En aquella zona habia mas tiendas coreanas que vietnamitas, pero ambas comunidades coexistian pacificamente. Wish habia descubierto que Binh controlaba una serie de empresas que importaban de Oriente ropa y productos electronicos a bajo precio y luego los vendian en el sur de California y Mexico. Muchos de los articulos que los turistas estadounidenses compraban se traian de Mexico, convencidos de haber hecho una buena compra, ya habian pasado por aqui. El negocio parecia rentable sobre el papel, aunque tampoco era un gran imperio. De todos modos, aquello fue suficiente para que Bosch se cuestionara si Binh necesitaba los diamantes. O si realmente los habia tenido.

Binh era el propietario del edificio donde se encontraba su oficina y el bazar de productos electronicos, un antiguo concesionario de automoviles de los anos treinta que alguien habia reconvertido anos antes de que Binh llegara al pais. Aquel bloque de cemento sin armar con enormes ventanales en la fachada estaba destinado a desmoronarse al primer temblor fuerte. Sin embargo, para alguien que habia logrado salir de Vietnam del modo en que Binh lo habia hecho, los terremotos, mas que un riesgo, debian de parecerle un pequeno inconveniente.

Despues de encontrar un espacio para aparcar al otro lado de la calle de Ben's Electronics, Bosch le dijo a Eleanor que queria que ella se encargase del interrogatorio, al menos al principio. Bosch opinaba que Binh seguramente se sentiria mas proclive a hablar con los federales que con la policia local. Ambos acordaron empezar suave y luego preguntar por Tran. Lo que Bosch no le dijo a Eleanor es que tenia otro plan en mente.

– Es un poco raro que un hombre que tiene diamantes en una camara acorazada trabaje en un sitio asi - observo Bosch al salir del coche.

– Que tenia diamantes -le corrigio ella-. Y recuerda que no podia ostentar porque tenia que parecer un inmigrante cualquiera, dar la impresion de que vivia al dia. Los diamantes, si es que los hubo, debieron de ser su aval para conseguir este lugar, pero todo tenia que parecer como si hubiera empezado de cero.

– Espera un momento -le dijo Bosch cuando llegaron al otro lado de la calle. Le conto a Eleanor que se habia olvidado de pedirle a Edgar que fuera esa tarde al juzgado en su lugar. Senalo un telefono en una gasolinera junto al edificio de Binh y corrio hacia alla. Eleanor se quedo atras, contemplando el escaparate del bazar.

Bosch llamo a Edgar pero no le dijo nada sobre el juzgado.

– Jed, necesito un favor. Ni siquiera hace falta que te levantes de la silla.

Edgar dudo, como Bosch esperaba.

– ?Que quieres?

– No me lo digas asi, sino: «Si, claro, Harry, ?que quieres?»

– Venga, Harry, los dos sabemos que nos tienen controlados. Tenemos que ir con cuidado. Dime lo que necesitas y yo te dire si puedo hacerlo.

– Solo quiero que me avises por el busca dentro de diez minutos. Tengo que salir de una reunion. Me avisas y cuando yo te llame por telefono, no digas nada durante un par de minutos. Si no te llamo, vuelveme a avisar dentro de cinco minutos. Ya esta.

– ?Ya esta? ?Nada mas?

– Nada mas. Dentro de diez minutos.

– Muy bien, Harry -dijo Edgar con voz aliviada-. Oye, me han contado lo que te paso ayer por la noche. Uf, por los pelos, ?no? Y por aqui he oido que no fue un borracho. Ten cuidado, colega.

– Siempre lo tengo. ?Que pasa con Tiburon?

– Nada. Fui a ver a su grupito, tal como me dijiste. Dos de ellos me contaron que habian estado con el aquella noche. Yo creo que iban a la caza de maricones. Me dijeron que lo perdieron de vista cuando se metio en un coche. Eso fue un par de horas antes de que se recibiera el aviso de que el chico estaba en el tunel del Bowl. Parece que quienquiera que fuera en ese coche se lo cargo.

– ?Tienes una descripcion?

– ?Del coche? No muy buena. Un sedan americano, de color oscuro. Un modelo nuevo. Nada mas. -?Que tipo de faros?

– Bueno, les mostre a los chicos el catalogo de coches y escogieron distintos faros de atras. Un chico dijo redondos y el otro rectangulares. En cambio en los de delante los dos dijeron que eran…

– Cuadrados, dos pares de faros cuadrados.

– Pues si. Harry, ?estas pensando que este coche es el que os arrollo a ti y a la mujer del FBI? ?Joder! Tenemos que quedar para hablarlo.

– Quiza mas tarde. De momento dame un toque dentro de diez minutos.

– De acuerdo: diez minutos.

Bosch colgo y regreso junto a Eleanor, que estaba mirando los radiocasetes del escaparate. Ambos entraron en la tienda, se libraron de dos vendedores, se quedaron mirando una pila de camaras de video que valian quinientos dolares cada una y finalmente informaron a la mujer de la caja registradora de que habian venido a ver a Binh. La mujer los miro con cara de no comprender nada hasta que Eleanor le mostro su placa y una tarjeta de identificacion del FBI.

– Un momento -dijo la mujer, y a continuacion desaparecio por una puerta situada detras del mostrador. En la puerta habia una ventanita de espejo que a Bosch le recordo la de la sala de interrogatorios de Wilcox. Bosch consulto su reloj. Tenia ocho minutos.

El hombre del pelo blanco que emergio de la puerta parecia rondar los sesenta anos. Aunque era bajo, Bosch adivino que habia sido fuerte, pero su complexion se habia ido suavizado gracias a su nueva vida, mas facil que en su pais de origen. Llevaba unas gafas de montura plateada con cristales rosados, pantalones de pinzas y una camisa deportiva, cuyo bolsillo se caia con el peso de una docena de boligrafos y una pequena linterna. Ngo van Binh no era ostentoso en ningun sentido.

– ?Senor Binh? Me llamo Eleanor Wish y soy del FBI. Este es el detective Bosch, del Departamento de Policia de Los Angeles. Querriamos hacerle unas preguntas.

– Si-dijo, sin alterar la dura expresion de su cara.

– Es sobre el robo al banco donde usted tenia una caja.

– No denuncie la perdida. Mi caja solo contenia objetos de valor sentimental.

«Los diamantes tienen un gran valor sentimental», penso Bosch, pero en cambio dijo:

– Senor Binh, ?podriamos ir a su despacho para hablar en privado?

– Si, pero les repito que no perdi nada. Compruebenlo ustedes; esta en los informes.

Eleanor extendio la mano para indicarle a Binh que los guiara y ambos lo siguieron a traves de la puerta con la ventanita. Esta daba a una especie de almacen donde cientos de articulos electronicos se apilaban en unas estanterias de metal que llegaban hasta el techo. Los tres entraron en una habitacion mas pequena: un taller de reparacion o ensamblaje donde una mujer comia de un bol sentada en un banco. Cuando pasaron no levanto la vista. Al fondo del taller habia dos puertas y la comitiva entro en el despacho de Binh. Alli este se despojaba de su

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