apariencia humilde. El despacho era grande y lujoso, con una mesa y dos sillas a la derecha, y un sofa de piel oscura en forma de L a la izquierda. Junto al sofa se extendia una alfombra oriental con el dibujo de un dragon tricefalo a punto de atacar. Y enfrente habia dos paredes enteras llenas de libros y un equipo de alta fidelidad y de video mucho mas sofisticado que los que Bosch habia visto en la tienda. «Deberiamos habernos presentado en su casa -penso Bosch-. Asi, habriamos visto como vive, no como trabaja.»
Bosch echo una ojeada rapida a la habitacion y vio un telefono blanco en la mesa. Seria perfecto. El aparato era una pieza de anticuario, de esos con un disco redondo para marcar y en los que el auricular descansa sobre una horquilla de metal. Binh se disponia a sentarse en su mesa, pero Bosch lo detuvo.
– Senor Binh, ?le importa que nos sentemos aqui en el sofa? Queremos que esto sea lo mas informal posible. Y, si quiere que le diga la verdad, estamos hartos de sentarnos en mesas.
Binh se encogio de hombros como dandoles a entender que le daba igual, que le importunaban de todas formas. Aquel era un gesto tipicamente americano, por lo que Bosch penso que su dificultad con el idioma no era mas que una fachada para aislarse cuando le convenia. Binh se sento en un extremo del sofa en forma de L, mientras Eleanor y Bosch se sentaban en el otro.
– Que despacho tan bonito -comento Bosch mirando a su alrededor, al tiempo que se aseguraba de que no hubiera otro telefono en la habitacion.
Binh asintio con la cabeza. No les ofrecio ni te, ni cafe ni palabras de cortesia, sino que simplemente dijo:
– ?Que quieren, por favor?
Bosch miro a Eleanor.
– Senor Binh, estamos repasando nuestra investigacion. Usted no declaro ninguna perdida economica en el robo a la camara… -comenzo ella.
– Eso es. Ninguna perdida.
– Exactamente. ?Que guardaba usted en la caja?
– Nada.
– ?Nada?
– Papeles y esas cosas, nada de valor. Ya se lo dije a todo el mundo.
– Si, ya lo sabemos. Sentimos mucho molestarle de nuevo, pero el caso sigue abierto y tenemos que volver atras para ver si nos hemos olvidado de algo. ?Podria decirme con detalle que papeles perdio? Eso podria ayudarnos en caso de que recuperemos algun objeto.
Eleanor saco de su bolso una libretita y un boligrafo. Binh miro a sus dos visitantes con cara de no comprender en que podia ayudar esa informacion.
– Le sorprenderia lo importante que son las pequenas… -empezo a decir Bosch, pero le interrumpio el pitido del busca.
Bosch se saco el aparato del cinturon y echo un vistazo a la pantalla. A continuacion se levanto y miro a su alrededor, como si acabara de fijarse en la habitacion por primera vez. Se pregunto si se estaria pasando.
– Senor Binh, ?puedo usar su telefono? Sera una llamada local.
Cuando Binh asintio, Bosch camino hacia la mesa, se inclino y cogio el auricular. A continuacion hizo ver que comprobaba el numero de nuevo y luego llamo a Edgar. Mientras esperaba, permanecio de espaldas a Eleanor y a Binh, levantando la vista como para contemplar un tapiz de seda colgado en la pared. En ese momento Binh le contaba a Eleanor que la caja contenia sus documentos de inmigracion y ciudadania. Bosch guardo el busca en el bolsillo de la chaqueta y aprovecho para sacar la navaja de bolsillo, el microfono y la pequena pila que habia desconectado de su propio telefono.
– Aqui Bosch. ?Quien me buscaba? -inquirio cuando Edgar cogio el telefono. Despues de que este colgara, Bosch continuo-: Le espero, pero dile que estoy en medio de una entrevista. ?Que es tan urgente?
Mientras Binh seguia hablando, Bosch se volvio ligeramente hacia la derecha e inclino la cabeza como si estuviera aguantando el auricular con la oreja izquierda, donde Binh no pudiera verlo. De hecho, Bosch bajo este a la altura del estomago, abrio la tapa con la navaja (tosiendo fuerte mientras lo hacia) y tiro del audio receptor. Con una mano conecto el microfono a su pila, operacion que habia practicado mientras esperaba a que le dieran un nuevo coche en la comisaria de Wilcox, y luego volvio a introducir el receptor y a poner la tapa, tosiendo una vez mas para camuflar cualquier ruido.
– De acuerdo -le dijo Bosch al telefono-. Bueno, dile que le llamare cuando haya terminado. Gracias.
Bosch colgo, se metio la navaja en el bolsillo y volvio al sofa, donde Eleanor estaba apuntando algo en su libreta. Cuando acabo de escribir, miro a Bosch y el supo sin ninguna otra senal que a partir de ese instante la entrevista tomaria otro rumbo.
– Senor Binh -dijo ella-. ?Esta seguro de que eso era todo lo que tenia en la caja?
– Si, claro. ?Por que me lo pregunta tantas veces? -Senor Binh, sabemos quien es usted y las circunstancias de su llegada a este pais. Sabemos que usted era un agente de la policia.
– Si, ?y que? ?Que quiere decir? -Tambien sabemos otras cosas… -Sabemos -interrumpio Bosch- que usted ganaba mucho dinero en Saigon. Y que a veces cobraba en diamantes.
– No entiendo. ?Que dice? -pregunto Binh, mirando a Eleanor y senalando a Bosch con la mano. Se servia de la barrera del idioma como tactica de defensa. A medida que avanzaba la entrevista parecia saber menos ingles.
– Quiere decir lo que dice -respondio ella-. Sabemos que usted se trajo diamantes desde Vietnam, capitan Binh. Tambien estamos informados de que los guardaba en la camara acorazada. Creemos que los diamantes fueron la causa del robo al banco.
La noticia no parecio sorprenderle, porque seguramente ya se lo habia imaginado.
– Esto no es verdad -fue su unica respuesta.
– Senor Binh, tenemos su expediente -continuo Bosch-. Lo sabemos todo sobre usted, que estuvo en Saigon, todo lo que hizo y lo que se trajo cuando vino a Estados Unidos. No se en que esta metido actualmente; todo parece legal, pero eso no nos importa. Lo que nos importa es quien asalto ese banco. Y lo asaltaron para robarle a usted; se llevaron el aval de este negocio y del resto de sus bienes. Bueno, no creo que le estemos diciendo nada que usted no se haya imaginado. Quizas incluso haya pensado que su companero Nguyen Tran estaba detras de todo esto, dado que el sabia lo de los diamantes y donde los guardaba. No es una idea descabellada, pero nosotros no creemos que el culpable sea el. De hecho, creemos que el sera la proxima victima.
La expresion petrea de Binh no se resquebrajo lo mas minimo.
– Senor Binh, queremos hablar con Tran -concluyo Bosch-. ?Donde esta?
Binh miro a traves de la mesa baja que tenia delante a la alfombra con el dragon de tres cabezas. A continuacion junto las manos sobre el regazo, sacudio la cabeza y dijo:
– ?Quien es este Tran?
Eleanor lanzo una mirada enojada a Bosch e hizo un ultimo intento de recuperar la relacion que habia establecido con el hombre antes de que Harry interviniera.
– Capitan Binh, no nos interesa presentar cargos contra usted. Solamente queremos evitar el asalto a otra camara acorazada antes de que ocurra. ?Puede ayudarnos, por favor?
Binh no respondio, sino que bajo la cabeza y se miro las manos.
– Mire, Binh, no se que le va a usted en todo esto -dijo Bosch-. Puede que incluso tenga a gente intentando encontrar a los ladrones, pero le prometo que no va a sufrir represalias. Asi que diganos donde esta Tran.
– No conozco a ese hombre.
– Nosotros somos su unica oportunidad; tenemos que encontrar a Tran. La gente que le robo a usted ha vuelto a los tuneles. Si no encontramos a su amigo este fin de semana, ustedes dos se quedaran sin nada.
Binh permanecio impasible, tal como Bosch imaginaba. Eleanor se levanto.
– Pienselo bien, senor Binh -insistio.
– A todos nos queda poco tiempo: a nosotros y a su viejo socio -le recordo Bosch mientras se dirigian a la puerta.
Despues de salir de la tienda, Bosch miro a ambos lados de la calle y cruzo corriendo Vermont Avenue. Eleanor camino hasta el visiblemente furiosa. Bosch entro en el coche y deslizo la mano debajo del asiento delantero para coger el Nagra. Lo encendio y puso la velocidad de grabacion al maximo. Supuso que no tendrian que esperar mucho y rezo para que los aparatos electricos de la tienda no distorsionaran la recepcion. Eleanor entro por la otra puerta y comenzo a quejarse: