mirando o escuchando. Despues se volvio hacia Sakai.

– Solo dile que pasare mas tarde -susurro-. Si no encuentra nada en el preliminar, vale; podeis sacar el cada. ver al pasillo y ponerlo al final de la cola, o aparcarlo en la gasolinera de Lankershim; a mi me importa un bledo. Pero diselo a Sally; es el quien tiene que decidir, no tu.

Retiro la mano de la puerta de la camioneta y dio un paso atras. Sakai entro en el vehiculo y cerro de un portazo. Despues de arrancar el motor, se quedo mirando a Bosch a traves de la ventanilla y luego la bajo para decirle:

– Eres un pesado, Bosch. Manana por la manana; no puedo hacer mas. Hoy es imposible.

– ?La primera autopsia del dia?

– ?Y nos dejaras en paz?

– ?La primera?

– Bueno, bueno. La primera.

– Muy bien, os dejo en paz. Hasta manana.

– A mi no me veras. Yo estare durmiendo.

Sakai subio la ventanilla, se puso en marcha y Bosch lio un paso atras para dejarlo pasar. Lo siguio con la mirada y luego poso de nuevo la vista en la tuberia. En ese momento se fijo por primera vez en las pintadas; aunque ya habia visto que el exterior estaba totalmente cubierto con mensajes, esta vez se puso a leerlos. Muchos eran antiguos y se confundian unos con otros, una sopa de letras en la que se mezclaban amenazas ya olvidadas o cumplidas con esloganes del tipo «Abandona Los Angeles». Tampoco faltaban los nombres de guerra de los autores: Ozono, Bombardero, Artillero… Uno de los garabatos mas recientes le llamo la atencion; estaba a unos cuatro metros del final de la tuberia y decia «Ti». Las dos letras habian sido pintadas con soltura, de un solo trazo. El palo de la «T» se curvaba hacia abajo como si fuera una boca abierta. Aunque no tuviera dientes, Bosch se los imagino; era como si el dibujo estuviera inacabado. Aun asi, estaba bien hecho y era original. Bosch le hizo una foto.

Tras meterse la Polaroid en el bolsillo, Bosch se dirigio a la furgoneta de la policia. Donovan estaba guardando su equipo en unos estantes y las bolsitas de pruebas en unas cajas de madera que anteriormente habian contenido vino de Napa Valley.

– ?Has encontrado alguna cerilla quemada?

– Si, una reciente -contesto Donovan-. Totalmente consumida, a unos tres metros de la entrada. Esta ahi marcada.

Bosch cogio el diagrama de la tuberia, que mostraba la posicion del cuerpo y el lugar donde se habian hallado las diversas pruebas y se fijo en que habian encontrado; cerilla a unos cuatro metros y medio del cadaver. Donovan se la enseno, dentro de su bolsita de plastico.

– Ya te dire si coincide con el paquete que encontramos en el cuerpo -prometio Donovan-. ?Es eso que querias?

– ?Y los de uniforme? ?Que han encontrado?

– Esta todo ahi -respondio Donovan, senalan con el dedo un cubo en el que se apilaban aun mas bolsitas de plastico. Estas contenian desperdicios recogidos por los oficiales de patrulla en un radio de cincuenta metros de la tuberia y cada una llevaba una descripcion del lugar donde la habian encontrado. Bosch empezo sacarlas del cubo para examinar su contenido, que en general era basura que seguramente no tenia nada que ver con el cadaver: periodicos, trapos, un zapato de tacon, un calcetin blanco lleno de pintura seca de color azul… Esto ultimo debia de ser para colocarse.

Bosch cogio una bolsa que contenia el tapon de u aerosol; la siguiente bolsa contenia el recipiente, cuya etiqueta describia el color como «azul mar». Al sopesarlo, descubrio que todavia quedaba pintura. Sin pensarlo dos veces, se llevo la bolsa hasta la tuberia, la abrio y, apretando el boton con un boligrafo, dibujo una linea azul junto a las letras «Ti». Como habia apretado demasiado, la pintura se corrio, deslizandose por la pared curvada de la tuberia y goteando sobre el suelo de grava. De todos modos, habia comprobado que el color coincidia.

Bosch reflexiono sobre ello un instante. ?Por que iba alguien tirar un aerosol medio lleno? La nota dentro de la bolsa decia que lo habian descubierto cerca de la orilla del embalse. Alguien habia intentado arrojarlo al agua, pero se habia quedado corto. De nuevo se pregunto por que. Se agacho junto a la tuberia y, tras examinar las letras detenidamente, decidio que, cualquiera que fuese el mensaje, estaba inacabado. Algo habia ocurrido que habia obligado al artista a dejar lo que estaba haciendo y tirar el aerosol, el tapon y su calcetin por encima de la valla. ?La policia? Bosch saco su libreta y escribio una nota para acordarse de llamar a Crowley despues de las doce y preguntarle si alguno de sus hombres habia patrullado la presa durante el turno de noche.

Pero ?y si no fue un poli el que hizo que el artista arrojara la pintura? ?Y si el artista habia visto como metian el cadaver en la tuberia? Bosch recordo lo que Crowley habia dicho sobre la persona que habia dado el aviso, «un chaval, imaginate». ?Fue el artista quien llamo? Bosch se llevo el aerosol a la furgoneta de la policia y se lo devolvio a Donovan.

– Cuando acabes con el equipo y la olla, le sacas las huellas dactilares -dijo-. Creo que pueden pertenecer a un testigo.

– Lo que tu digas -respondio Donovan.

Bosch dejo atras la montana y descendio por Barham Boulevard hasta llegar a la autopista de Hollywood. Desde alli puso rumbo al norte, atraveso el paso de Cahuenga, cogio la carretera de Ventura hacia el oeste y luego la autopista de San Diego hacia el norte. Solo tardo veinte minutos en recorrer los dieciseis kilometros que le si paraban de la salida de Roscoe porque, al ser domingo no habia mucho trafico. Al dejar la autopista se diria hacia el este por Langdon y, tras atravesar unas cuanta manzanas, llego al barrio de Meadows.

Sepulveda, como casi todas las poblaciones de los alrededores de Los Angeles, tenia barrios buenos y barrio malos. En la calle de Meadows, Bosch no esperaba encontrar cespedes cuidados ni Volvos aparcados junto a la acera, asi que su aspecto no le sorprendio. Los pisos habian dejado de ser atractivos hacia al menos diez ano habia barrotes en las ventanas de las plantas bajas y pintadas en las puertas de todos los garajes. El fuerte olor de la fabrica de cerveza de Roscoe lo impregnaba todo, dandole al barrio un ambiente de bodega barata.

El edificio donde se alojaba Meadows tenia forma de U y fue construido en los anos cincuenta, cuando el aire todavia no olia a droga, no habia delincuentes apostado en todas esquinas y la gente aun tenia esperanzas. En el patio central se hallaba una piscina que alguien habia rellenado con tierra y arena, por lo que ahora el patio consistia en un parterre de cesped en forma de rinon rodeado de cemento sucio. El apartamento de Meadows estaba en una esquina. Mientras Bosch subia las escaleras y caminaba por la balconada que llevaba a los apartamentos, se oia el zumbido constante de la autopista. A llegar al 7B, Bosch descubrio que la puerta estaba abierta, dejando a la vista un pequeno salon-comedor-cocina en el que Edgar estaba tomando notas.

– Menudo sitio.

– Si -convino Bosch, mientras miraba a su alrededor-. ?No hay nadie en casa?

– No. He hablado con la vecina de al lado y me ha dicho que no ha visto entrar a nadie desde anteayer. El tio que vivia aqui le dijo que se llamaba Fields, no Meadows. Que ingenioso, ?no? Segun ella, vivia solo, llevaba un ano en el apartamento y no era muy sociable. Eso es todo lo que sabia.

?Le has ensenado la foto?

– Si. Lo ha reconocido, aunque no le ha hecho mucha gracia mirar la foto de un cadaver.

Bosch salio a un pequeno pasillo que daba al bano y al dormitorio,

– ?Has forzado la puerta? -pregunto.

– No… no estaba cerrada con llave. Llame un par de Veces primero y estaba a punto de ir al coche para sacar la ganzua, pero entonces pense: «?Por que no pruebas abrirla?»

– Y se abrio.

– Si.

– ?Has podido hablar con el portero de los apartamentos?

– La portera no esta. Habra salido a comer o a pillar c aballo. Por aqui todos tienen pinta de pincharse.

Bosch volvio al salon y miro a su alrededor, aunque no habia mucho que ver: contra una pared habia un sofa de plastico verde y, enfrente, una butaca y un pequeno televisor sobre la alfombra. La zona «comedor» no era mas que una mesa de formica con tres sillas dispuestas a su alrededor y una cuarta contra la pared. Bosch echo un vistazo a la mesa baja delante del sofa; sobre su superficie vieja y cubierta de quemaduras de cigarrillo estaba dispuesta una partida inacabada de solitario, un cenicero rebosante de colillas y una guia de la programacion televisiva. Bosch ignoraba si Meadows fumaba, pero como no habian encontrado ningun cigarrillo en el cuerpo,

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