camara acorazada?

El hombre era mas insistente que un predicador evangelista. A Bosch le desagradaban tanto el como su actitud.

– Seguridad, senor Grant, quiero seguridad. Me gustaria alquilar una caja, pero antes necesito estar convencido de que esta a salvo de problemas externos e internos, ya me entiende.

– Por supuesto, senor Pounds, pero ?tiene usted alguna idea del coste de nuestros servicios? ?De la seguridad que ofrecemos?

– No lo se ni me importa, senor Grant. El dinero no es obstaculo. La cuestion es estar tranquilo, ?no? La semana pasada, entraron a robar a mi vecino, tres puertas mas abajo de donde vive nuestro ex presidente. La alarma no sirvio de nada y al final se llevaron objetos muy valiosos. Yo no quiero que me pase algo asi. Hoy en dia nadie esta seguro.

– Es una verdadera verguenza, senor Pounds -dijo Grant, con una irreprimible nota de emocion en la voz-. No sabia que las cosas estuvieran tan mal en Bel Air. Sin embargo, estoy totalmente de acuerdo con su plan de accion. Tome asiento y hablemos. ?Le apetece un cafe o… tal vez un poco de conac? ?Es casi la hora de los cocteles! Este es uno mas de los pequenos servicios que una entidad bancaria no puede ofrecer.

Entonces Grant se echo a reir, pero sin hacer ruido, agitando la cabeza arriba y abajo. Cuando Bosch declino la invitacion, el vendedor se sento y se acerco la silla a la mesa.

– Permitame que le explique las reglas basicas de nuestro funcionamiento. Para empezar, no estamos controlados por ninguna agencia gubernamental, algo que seguramente contaria con el apoyo de su vecino.

Grant le guino el ojo a Bosch.

– ?Mi vecino? -pregunto.

– El ex presidente, por supuesto. -Bosch asintio y Grant continuo-. Nosotros le ofrecemos una larga lista de servicios de seguridad, tanto aqui como en su hogar, e incluso una escolta si es necesario. El nuestro es un servicio completo. Somos…

– ?Y la camara acorazada? -le corto Bosch. Sabia que Tran estaba a punto de salir de la sala y para entonces queria estar en la camara acorazada.

– Si, por supuesto, la camara. Como ve, esta a la vista de todo el mundo. El circulo de cristal, como nosotros lo llamamos, es probablemente el mejor invento del mundo. ?Quien se atreveria a asaltar una camara que esta a la vista las veinticuatro horas del dia? En pleno Wilshire Boulevard. Genial, ?no cree?

Grant sonrio con aire triunfal y asintio con la cabeza a fin de provocar algun gesto de conformidad por parte de su publico.

– ?Y por debajo? -pregunto Bosch. La boca del hombre se convirtio de nuevo en una linea recta.

– Senor Pounds, supongo que no esperara que le describa nuestras estrictas medidas de seguridad, pero quedese tranquilo: nuestra camara es inexpugnable. Entre usted y yo, le aseguro que no encontrara otra en esta ciudad con mas cemento armado en el suelo, en las paredes o en el techo. Por no hablar del sistema electronico. Uno no puede, y perdone la expresion, tirarse un pedo en la sala circular sin activar los sensores de sonido, movimiento y temperatura.

– ?Puedo verla?

– ?La camara?

– Por supuesto.

– Por supuesto.

Grant se ajusto la chaqueta y acompano a Bosch. Una pared de cristal y una doble puerta separaban la sala semicircular donde se hallaba la camara acorazada del resto del local. Grant senalo el cristal con la mano y dijo:

– Esto son dos laminas de cristal templado, en cuyo interior se halla una alarma sensible a las vibraciones, lo cual hace imposible cualquier intrusion. Tenemos lo mismo en las ventanas exteriores. Eso significa que la camara esta rodeada de dos capas de vidrio de casi dos centimetros de grueso cada una.

Continuando con su estilo de azafata de concurso, Grant indico un aparato en forma de caja junto a la doble puerta. Era del tamano de un surtidor de agua y tenia un circulo de plastico blanco en la parte superior, donde estaba dibujado el contorno negro de una mano con los dedos separados.

– Para entrar en la camara, debemos tener su mano, bueno, la estructura de sus huesos, en nuestro archivo. Permitame.

Grant coloco la mano sobre el dibujo. Acto seguido, el aparato comenzo a zumbar y el plastico se ilumino. Una barra de luz, como la de una fotocopiadora, paso por debajo del dispositivo y la mano de Grant.

– Rayos X -explico Grant-. Son mas precisos que las huellas dactilares y el ordenador es capaz de procesar el resultado en seis segundos.

Transcurridos los seis segundos la maquina emitio un breve pitido e inmediatamente se abrio el cerrojo electronico de la primera puerta.

– Como puede ver, aqui su mano es su firma, senor Pounds. No hay necesidad de nombres. Le damos un codigo para su caja y tomamos una radiografia de su estructura osea para nuestro archivo. Solo necesitamos seis segundos de su tiempo.

Detras de el, Bosch oyo una voz que reconocio como la del hombre del traje de banquero, al que Grant se habia referido como Avery.

– Ah, senor Long, ?ha terminado ya?

Bosch se volvio para ver a Tran emerger del pasillo. Ahora era el quien llevaba el maletin y uno de los guardaespaldas sostenia la caja de seguridad. El otro hombre miro a Bosch directamente, que se giro hacia Grant y le pregunto:

– ?Entramos?

Bosch siguio a Grant y la primera puerta se cerro tras ellos. Estaban en un sala de cristal y acero blanco aproximadamente dos veces mayor que una cabina telefonica. Al fondo habia una segunda puerta, ante la cual hacia guardia un empleado de seguridad.

– Este es solo un detalle que tomamos de la carcel del condado de Los Angeles -dijo Grant-. La segunda puerta no se abre a no ser que la de detras este cerrada. Maury, nuestro guarda armado, siempre hace una ultima comprobacion visual antes de abrir la ultima puerta. Ya ve que combinamos la tecnologia con el toque humano, senor Pounds.

Grant le hizo una senal a Maury, quien abrio la ultima puerta y los dejo pasar a la sala donde se hallaba la camara acorazada. Bosch no se molesto en mencionar que acababa de burlar aquel sofisticado sistema de seguridad aprovechandose de la codicia de Grant e inventandose una historia sobre Bel Air.

– Y ahora pasemos a la camara -anuncio Grant con la mano extendida como un anfitrion encantador.

La camara era mas grande de lo que Bosch se habia imaginado. No era muy ancha, pero se extendia a lo largo de toda la profundidad del edificio J. C. Stock. Habia tres filas de cajas de seguridad, una en cada lateral y la tercera en una estructura de acero entre ambas paredes.

Mientras caminaban por el pasillo de la izquierda, Grant explicaba que las cajas del centro eran para aquellos que necesitaran mas espacio. Bosch observo que las puertas de estas eran mucho mayores. Algunas eran lo bastante grandes para que cupiera una persona de pie.

– Pieles -dijo Grant con una sonrisa, al ver que Bosch las miraba-. Visones. Tenemos muchas dientas que nos confian abrigos, vestidos y todo lo imaginable. Las senoras de Beverly Hills las guardan aqui fuera de temporada. Se ahorran una fortuna en polizas de seguros y se quedan mucho mas tranquilas.

Bosch desconecto del discurso publicitario cuando vio que Tran entraba en la camara, seguido de Avery. Tran todavia llevaba el maletin y Bosch advirtio que llevaba una banda delgada de acero en la muneca; se habia esposado al maletin. La adrenalina de Bosch se disparo. Avery alargo el brazo hasta una puerta abierta, marcada con el numero 237 y deslizo la caja de seguridad. A continuacion cerro uno de los cerrojos de la puerta, y luego Tran cerro el otro con su propia llave. Cuando hubo acabado le hizo un gesto a Avery y los dos hombres se marcharon, sin que Tran ni siquiera posara la vista en Bosch.

En ese momento Bosch anuncio que habia visto suficiente y tambien se dispuso a irse. Mientras caminaba hacia la puerta doble, miro a la calle, donde Tran, flanqueado por sus dos enormes guardas, se abria paso hacia el aparcamiento en que habian dejado el Mercedes. Nadie los siguio. Bosch miro a su alrededor pero no vio a Eleanor.

– ?Pasa algo, senor Pounds? -pregunto Grant detras de el.

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