Ella encendio el microfono de nuevo.

– Perdon, First Street, teniamos un problema tecnico. Estamos al este de la tienda de empenos, con el piano delante. Sin novedad en el interior.

– No os durmais.

– Igualmente. Corto y cierro.

Bosch sonrio y sacudio la cabeza.

– ?Que? -pregunto ella-. ?Que pasa?

– He visto muchos instrumentos musicales en tiendas de empeno, pero un piano… no se. ?Quien va a empenar un piano? Necesitarias un camion para llevarlo hasta la tienda. Hemos pifiado nuestra tapadera.

Bosch cogio el microfono, pero sin apretar el boton de transmision.

– Eh, First Street -dijo-. Rectificamos. No hay un piano en el escaparate, sino un acordeon. Nos hemos equivocado.

Ella le pego en el hombro y le pidio que se olvidara del piano. A continuacion, los dos se quedaron tranquilamente en silencio. Los trabajos de vigilancia eran la pesadilla de la mayoria de detectives. En cambio Bosch, en sus quince anos de profesion, nunca habia odiado una sola operacion de vigilancia; incluso las habia disfrutado, si tenia buena compania. Bosch definia la buena compania no por la conversacion, sino por la ausencia de ella. Cuando no habia necesidad de hablar para sentirse comodo; aquello era buena compania. Bosch penso en el caso y contemplo el trafico que pasaba por delante de la camara. Recordo los acontecimientos tal como habian ocurrido, por orden, del principio al final. Revivio las escenas y volvio a escuchar las conversaciones. Este repaso mental solia ayudarle a decidir cual seria el siguiente movimiento. El tema al que estuvo dando mas vueltas - tocandolo con la lengua como un diente a punto de caer- fue el ataque del coche la noche antes. ?Por que? ?Que sabian entonces para que fueran tan peligrosos? Matar a un policia y a una agente federal parecia estupido. ?Por que lo habrian hecho? Su mente divago hasta la noche que pasaron juntos despues de que les interrogaran.

Eleanor estaba muy asustada, mas que el. Esa noche, mientras Bosch la acogia en sus brazos, sintio que estaba calmando a un animal aterrorizado. La abrazo y acaricio mientras ella respiraba sobre su cuello. No habian hecho el amor, solo habian dormido cogidos, algo casi mas intimo.

– ?Estas pensando en ayer por la noche? -le pregunto ella en ese momento.

– ?Como lo sabes?

– Me lo imaginaba. ?Y que pensabas?

– Bueno, creo que fue muy bonito, que…

– Hablo de la gente que intento matarnos.

– Ah, no, ninguna idea. Estaba pensando en despues.

– Ah… Bueno, no te he dado las gracias, Harry, por ser asi conmigo. Sin esperar nada.

– Yo soy quien te deberia dar las gracias. -Eres un sol.

Los dos volvieron a sus pensamientos. Con la cabeza apoyada en la ventanilla lateral, Bosch apenas despegaba la vista de la camara acorazada. El trafico en Wilshire era escaso pero constante; la gente iba a las discotecas de Santa Monica o Rodeo Drive y seguramente habria algun estreno en el cercano Academy Hall. A Bosch le parecio que todas las limusinas de Los Angeles circularon por Wilshire esa noche. Las vio de todas las marcas y colores, pasando por delante tan majestuosamente que parecian flotar. Con sus ventanas ahumadas eran bellas y misteriosas, como mujeres exoticas con gafas de sol. La limusina era un vehiculo hecho a proposito para aquella ciudad, penso Bosch.

– ?Ya han enterrado a Meadows?

La pregunta sorprendio a Bosch. ?Que pensamientos habrian llevado a Wish hasta ella?

– Aun no -respondio-. El entierro es el lunes, en el cementerio de veteranos.

– El dia de los Caidos, muy adecuado. ?Su vida criminal no lo inhabilita para ser enterrado en esa tierra sagrada?

– No. Meadows lucho en Vietnam, asi que tiene un espacio reservado. Seguramente tambien tienen uno para mi. ?Por que lo preguntas?

– No lo se. Solo estaba pensando, eso es todo. ?Tu vas a ir?

– Si, si no estoy vigilando esta camara.

– Es un gesto noble. Se que significo algo para ti, en algun momento de tu vida.

El no contesto, pero ella insistio:

– Harry, hablame del eco negro, eso que dijiste el otro dia. ?Que querias decir?

Por primera vez Bosch desvio la mirada de la camara acorazada y miro a Eleanor. Su cara estaba en penumbra, pero los faros de un coche que pasaba iluminaron el interior del coche un instante y el vio sus propios ojos reflejados en sus pupilas. Luego volvio su atencion a la camara acorazada.

– No hay nada que contar. Es solo lo que yo llamo uno de los intangibles.

– ?Intangibles?

– No tenia nombre, asi que nos inventamos uno. Es la oscuridad, la sensacion humeda de vacio que notabas cuando estabas solo ahi abajo, en uno de esos tuneles. Era como si estuvieras muerto y enterrado en la oscuridad. Pero estabas vivo. Y asustado. Incluso tu aliento resonaba tan fuerte que podia descubrirte. O eso pensabas, no lo sabias. Es dificil de explicar. Es… el eco negro.

Ella se quedo un rato en silencio antes de decir:

– Esta bien que vayas al funeral.

– ?Pasa algo?

– ?Que quieres decir?

– Que si te pasa algo; hablas de una manera… No parece que estes bien desde ayer por la noche. Como si algo… no se, olvidalo.

– Yo tampoco lo se, Harry. Despues de que la adrenalina bajara, supongo que me asuste. El ataque me hizo pensar en ciertas cosas.

Bosch asintio, pero no dijo nada. Al cabo de un rato recordo un momento en el Triangulo cuando una compania que habia sufrido muchas bajas por culpa de francotiradores encontro la entrada a una red de tuneles. A Bosch, Meadows y un par de ratas mas llamados Jarvis y Hanrahan los fueron a buscar a una zona de aterrizaje cercana y los llevaron al agujero. Lo primero que hicieron fue tirar en el agujero un par de bengalas, una azul y una roja, y dispersar el humo con un ventilador muy potente a fin de encontrar las otras entradas a la red. Muy pronto comenzaron a emerger de la tierra mas de veinte volutas de humo en un radio de unos doscientos metros. El humo procedia de los agujeros de arana que los francotiradores usaban como parapetos o para entrar y salir de los tuneles. Habia tantos que la jungla se torno purpura. Meadows, que iba colocado, metio una cinta en un radiocasete que siempre llevaba consigo y puso Purple Haze (Bruma lila) de Jimmi Hendrix a todo volumen. Era uno de los recuerdos mas vivos de la guerra, aparte de los suenos, que conservaba Bosch.

Despues de eso a Bosch dejo de gustarle el rock and roll. El ritmo energico de la musica le recordaba demasiado a Vietnam.

– ?Has ido a ver el monumento? -le pregunto Eleanor. Ella no tuvo que decir cual. Solo habia uno, en Washington. Aunque entonces recordo la replica negra y alargada que habia visto instalar en el cementerio junto al edificio federal.

– No -contesto al cabo de un rato-. No lo he visto.

Despues de que se disipara el humo de la jungla y terminara la cinta de Hendrix, los cuatro hombres entraron en el tunel mientras el resto de la compania esperaba sentada sobre sus mochilas comiendo su racion de rancho.

Al cabo de una hora, solo Bosch y Meadows volvieron. Meadows llevaba con el tres cabelleras de soldados del Vietcong. Las levanto para mostrarselas a las tropas y grito:

– ?Teneis delante al tio mas sanguinario del eco negro!

Y de ahi vino el nombre. Despues, encontraron a Jarvis y Hanrahan en los tuneles. Habian caido en trampas hechas con canas de bambu envenenadas y habian muerto.

– Yo fui a verlo cuando vivia en Washington -le conto Eleanor-. No me vi con fuerzas de ir al homenaje de 1982, pero un monton de anos mas tarde finalmente reuni el valor. Queria ver el nombre de mi hermano porque pensaba que quiza me ayudaria a superar lo que le ocurrio.

– ?Y te ayudo?

– No. Fue peor. Me puso furiosa. Me dejo con sed de justicia, si es que eso tiene sentido. Queria justicia para

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