mi hermano.

Cuando el silencio volvio a invadir el coche, Bosch se sirvio mas cafe. Empezaba a notar los efectos de la cafeina, pero no podia parar; era un adicto. Contemplo a un par de borrachos que iban dando tumbos y que se detuvieron frente al escaparate delante de la camara acorazada. Uno de los hombres extendio los brazos como si intentara medir el tamano de la enorme puerta; despues se alejaron calle abajo. Bosch penso en la rabia que Eleanor debio de sentir por lo de su hermano. En la impotencia. Y entonces penso en su propia impotencia. Conocia aquellos sentimientos, quiza no en la misma medida que Eleanor, pero si desde una perspectiva distinta. Cualquiera que hubiese sido tocado por la guerra conocia esos sentimientos. Nunca habia logrado superarlo del todo y no estaba seguro de querer hacerlo. La rabia y la tristeza le daban algo que era mejor que el vacio total. ?Era eso lo que sentia Meadows?, se pregunto. El vacio. ?Fue eso lo que lo llevo de empleo en empleo, de aguja a aguja, hasta ser definitivamente eliminado en su ultima mision? Bosch decidio que iria al funeral de Meadows, que al menos le debia aquello.

– ?Sabes lo que me dijiste el otro dia sobre ese tio, el Maquillador? -pregunto Eleanor.

– ?El que?

– ?Que Asuntos Internos intento demostrar que tu lo habias ejecutado?

– Si, ya te lo dije, lo intentaron, pero no se salieron con la suya. Solo lograron suspenderme por violacion del reglamento.

– Bueno, queria decirte que, aunque hubieran tenido razon, estaban equivocados. Eso, para mi, habria sido justicia. Tu sabias lo que le pasaria a un hombre asi. Mira al Merodeador. Nunca ira a la camara de gas. O tardara veinte anos.

Bosch se sintio incomodo. Solo habia pensado en sus motivos y como habia actuado en el caso del Maquillador cuando estaba solo. Nunca hablaba en voz alta sobre el tema e ignoraba adonde queria ir a parar.

– Ya se que si fuera verdad nunca lo admitirias, pero creo que consciente o inconscientemente tomaste una decision. Querias justicia para todas esas mujeres, para sus victimas. Quiza tambien para tu madre.

Estupefacto, Bosch se volvio hacia ella y estaba a punto de preguntarle como sabia lo de su madre, y como se le habia ocurrido relacionarla con el caso del Maquillador, cuando recordo su archivo: debia de ponerlo en uno de los documentos. Al solicitar su ingreso en el departamento, habia tenido que contestar en uno de los impresos si el o alguno de sus parientes cercanos habian sido victima de un homicidio. Bosch escribio que se habia quedado huerfano a los once anos, cuando su madre fue encontrada estrangulada en un callejon junto a Hollywood Boulevard. No tuvo que escribir a que se dedicaba ella. El sitio y las circunstancias de su muerte hablaban por si mismos.

Cuando recobro la serenidad, Bosch le pregunto a Eleanor por que lo decia.

– Por nada -dijo ella-. Solo que… lo respeto. Si hubiese sido yo, creo que me habria gustado hacer lo mismo, haber sido lo suficientemente valiente.

El la miro, pero la oscuridad ocultaba los rostros de ambos. Ya era tarde, y no paso ningun coche para iluminarlos.

– Duerme tu primero -dijo el-. Yo he tomado demasiado cafe.

Ella no contesto. El se ofrecio a sacar una manta que habia puesto en el maletero, pero ella no la quiso.

– ?Sabes lo que J. Edgar Hoover dijo sobre la justicia? -le pregunto.

– Seguro que dijo muchas cosas, pero ahora mismo no recuerdo ninguna.

– Pues que la justicia es solo accesoria a la ley y el orden publico. Creo que tenia razon.

Ella no dijo nada mas, y al cabo de un rato Bosch oyo que su respiracion se tornaba mas profunda y espaciada. Cuando pasaba un coche de vez en cuando, Bosch miraba su rostro banado por la luz de los faros. Eleanor dormia como una nina, con la cabeza apoyada sobre las manos. Bosch bajo un poco la ventanilla y encendio un cigarrillo. Mientras fumaba, se pregunto si podria enamorarse de ella o ella de el, una idea que le emocionaba y le inquietaba al mismo tiempo.

SEPTIMA PARTE

Sabado, 26 de mayo

El gris amanecer se alzo sobre la calle y lleno el coche de una luz tenue. La manana tambien trajo consigo una suave llovizna que mojo el suelo y empano la parte inferior de las ventanas del Beverly Hills Safe & Lock. Que Bosch recordara, aquella era la primera precipitacion que caia en Los Angeles en varios meses. Mientras Wish dormia, el vigilaba la camara acorazada; los focos todavia iluminaban su superficie cromada y pulida. Eran mas de las seis, pero Bosch se habia olvidado de que tenian que darle el parte a Rourke y dejo dormir a Eleanor.

De hecho tampoco la habia despertado durante la noche; ultimamente el nunca tenia sueno. Houck habia llamado por radio a las tres y media para asegurarse de que habia alguien despierto. Despues de eso, no hubo mas interrupciones ni actividad en la sala de la camara. El resto de la noche los pensamientos de Bosch fueron de Eleanor Wish al Beverly Hills Safe & Lock.

Bosch examino el vaso del salpicadero en busca de cafe, aunque fuera un ultimo sorbo frio. Al descubrir que no quedaba nada, se volvio para tirar el vaso al suelo. Entonces reparo en el paquete de San Luis que descansaba en el asiento trasero. Bosch alargo el brazo y cogio el sobre marron, del que saco una gruesa pila de papeles que hojeo distraidamente mientras alzaba la vista hacia la camara cada pocos segundos.

La mayoria de expedientes militares de Meadows ya los habia visto, pero en seguida advirtio que algunos no estaban en la carpeta del FBI que Wish le habia dejado. Aquel era un archivo mas completo. Dentro habia una fotocopia de su hoja de reclutamiento con el examen medico correspondiente. Tambien incluia unos informes medicos de Saigon, que informaban de que Meadows habia sido tratado en dos ocasiones por sifilis y una por una grave crisis nerviosa.

Mientras hojeaba los documentos sus ojos se posaron en la copia de una carta de dos paginas escrita por un congresista de Luisiana llamado Noone. Picado por la curiosidad, Bosch comenzo a leer. La carta llevaba fecha de 1973 e iba dirigida a Meadows, en la embajada estadounidense en Saigon. La carta, con el sello oficial del Congreso, agradecia a Meadows su hospitalidad y ayuda durante la reciente visita de reconocimiento realizada por el politico. Noone comentaba que habia sido una sorpresa muy agradable encontrar a un paisano de New Iberia en un pais tan lejano. Bosch dudo que hubiese sido una casualidad. Seguramente habian escogido a Meadows como escolta del congresista con la intencion de que se llevaran bien y el legislador volviera a Washington encantado con el personal y la moral de las tropas en el sudeste de Asia. Las casualidades no existian.

La segunda pagina de la carta felicitaba a Meadows por su gran carrera y hacia referencia a los buenos informes que Noone habia recibido del oficial superior de Meadows. Bosch siguio leyendo. Por lo visto, Meadows habia participado en abortar un intento de entrada ilegal en el hotel de la embajada durante la estancia del congresista; un tal teniente Rourke le habia proporcionado los datos de las hazanas de Meadows. De pronto, Bosch sintio un temblor debajo del corazon, como si se le estuviera escurriendo la sangre. La carta terminaba con unos cuantos cotilleos sobre el pueblo, la firma grande y suelta del congresista y, en el margen inferior izquierdo, una nota mecanografiada que decia:

Copias a: Ejercito de EE.UU., Division de Archivos, Washington, D.C.

Teniente John H. Rourke, Embajada de EE.UU., Saigon, Vietnam.

The Daily Iberian; a la atencion del director.

Bosch se quedo un buen rato contemplando la segunda pagina sin moverse ni respirar. Incluso noto una cierta nausea y se paso la mano por la frente. Intento recordar si alguna vez habia oido el segundo nombre o inicial de Rourke, pero no importaba. No cabia duda. Las casualidades no existian.

De repente el busca de Eleanor comenzo a sonar y los sobresalto a ambos. Ella se incorporo y tanteo en su bolso hasta que encontro el aparato y lo apago.

– Dios mio, ?que hora es? -pregunto, todavia desorientada.

Bosch respondio que eran las seis y veinte y justo en ese instante recordo que deberian haberle dado el parte a Rourke veinte minutos antes. Despues de deslizar la carta entre la pila de papeles, Bosch los metio todos en el

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