—?Que tipo de…? —empezo a decir Ivan, pero Miles salio de la sala y se encamino hacia los tubos ascensores del fondo. Tuvo que hacer un esfuerzo para no echar a correr.

Cuando la puerta de la habitacion que compartia con Ivan se cerro tras el, se quito el uniforme verde y las botas y se lanzo hacia el armario. Cogio la camiseta negra y los pantalones grises de su uniforme dendarii. Las botas barrayaresas eran una tradicion de caballeria; las de los dendarii de infanteria. Para ir a caballo las barrayaresas eran mas practicas, aunque Miles nunca habia podido explicarselo a Elli. Habria hecho falta una cabalgada de dos horas a campo traviesa y que sus pantorrillas sangraran llenas de ampollas para convencerla de que el diseno tenia otro proposito que el aspecto. Alli no habia caballos.

Sello las botas de combate dendarii y se ajusto la chaquetilla blanca y gris en el aire, mientras bajaba por el tubo a maxima velocidad. Se detuvo abajo para alisarse la chaqueta, alzar la barbilla y tomar aire. Uno llamaba forzosamente la atencion si jadeaba. Cogio por un pasillo alternativo y rodeo el patio principal hasta la entrada. Seguia sin haber ningun cetagandano, gracias a Dios.

Los ojos de Ivan se abrieron de par en par cuando vio acercarse a Miles. Le dirigio una sonrisa a la rubia, excusandose, y siguio a Miles hasta una de las plantas como para ocultarlo de la vista.

—?Que demonios…? —susurro.

—Tienes que sacarme de aqui. Hay guardias.

—?Oh, no, no puedo! Galeni convertira tu pellejo en alfombra si te ve con ese atuendo.

—Ivan, no tengo tiempo para discutir ni para dar explicaciones, y por eso precisamente estoy esquivando a Galeni. Quinn no me habria llamado si no me necesitara. Tengo que salir ahora.

—?Estaras abandonando tu puesto sin permiso!

—No, si no me echan en falta. Diles… diles que me retire a nuestra habitacion debido a un terrible dolor en los huesos.

—?Te vuelve a molestar esa osteo-como-se-llame tuya? Apuesto a que el medico de la embajada podria conseguirte ese farmaco antiinflamatorio para…

—No, no… no mas que de costumbre… pero al menos es algo real. Es posible que se lo crean. Vamos. Traela —Miles senalo con la barbilla a Sylveth, que esperaba un poco apartada mirando a Ivan con expresion intrigada en su rostro de petalo.

—?Para que?

—Camuflaje.

Sonriendo entre dientes. Miles empujo a Ivan con el codo hacia la puerta.

—?Como esta usted? —saludo Miles a Sylveth, mientras capturaba su mano y se la colgaba del brazo—. Encantado de conocerla. ?Esta disfrutando de la fiesta? Maravillosa ciudad, Londres…

Miles decidio que Sylveth y el hacian tambien una bonita pareja. Miro a los guardias por el rabillo del ojo mientras pasaban. Se fijaron en ella. Con suerte, el seria un borron gris bajito en sus recuerdos.

Sylveth miro asombrada a Ivan, pero ya se encontraban en el exterior.

—No tienes guardaespaldas —objeto Ivan.

—Me reunire con Quinn dentro de poco.

—?Como vas a volver a la embajada?

Miles se detuvo.

—Tendras que esperar a que se me ocurra como hacerlo.

—?Buf! ?Y cuando sera?

—No lo se.

La atencion de los guardias exteriores se centro en un vehiculo de tierra que se detenia en la entrada de la embajada. Miles abandono a Ivan y cruzo corriendo la calle y se zambullo en la entrada del sistema de tubotransporte.

Diez minutos y dos conexiones mas tarde, emergio para encontrarse en una seccion mucho mas antigua de la ciudad: arquitectura restaurada del siglo XXII. No tuvo que comprobar los numeros de la calle para localizar su destino. La multitud, las barricadas, las luces destellantes, los hovercoches de la policia, los bomberos, las ambulancias…

—Maldicion —murmuro Miles, y echo a andar calle abajo. Paladeo las palabras en la boca, cambiando de registro, para conseguir el plano acento betano del almirante Naismith. «Oh, mierda…»

Miles supuso que el policia al mando era el que sostenia el altavoz, y no alguno de la media docena con armaduras y rifles de plasma. Se abrio paso entre la multitud y salto la barricada.

—?Es usted el oficial al mando?

El comisario volvio la cabeza, desconcertado, y luego la bajo. Al principio se quedo mirando, luego fruncio el ceno al observar el uniforme de Miles.

—?Es usted uno de esos psicopatas? —exigio saber.

Miles se mecio sobre los talones, preguntandose como responder a eso. Reprimio las tres primeras respuestas que se le ocurrieron y escogio en cambio:

—Soy el almirante Miles Naismith, comandante en jefe de la Flota de Mercenarios Libres Dendarii. ?Que ha pasado aqui?

Se interrumpio para extender lenta y deliberadamente un dedo indice y empujar hacia el cielo la boca del rifle de plasma con el que le apuntaba una mujer acorazada.

—Por favor, querida, estoy de su parte.

Los ojos de ella destellaron desconfiados a traves del visor, pero el comandante de la policia sacudio la cabeza y la mujer retrocedio unos pasos.

—Intento de robo —dijo el comisario—. Cuando la empleada trato de impedirlo, la atacaron.

—?Robo? —inquirio Miles—. Disculpeme, pero eso no tiene sentido. Creia que aqui todas las transacciones se hacen por creditos de ordenador. No hay dinero en metalico que robar. Debe de tratarse de algun error.

—Dinero no —dijo el comisario—. Mercancia.

La tienda, advirtio Miles por el rabillo del ojo, era una licoreria. Un escaparate estaba resquebrajado. Reprimio un inoportuno temblor y continuo con voz despreocupada.

—En ese caso, no comprendo esta vigilancia con armas letales por un simple caso de hurto. ?No se estan sobrepasando un poco? ?Donde estan sus aturdidores?

—Tienen a la mujer como rehen —dijo el comisario, sombrio.

—?Y que? Aturdalos a todos, Dios reconocera a los suyos.

El comisario le dirigio una mirada peculiar. Miles supuso que no leia su propia historia; la fuente de la cita estaba justo al otro lado del charco, por el amor de Dios.

—Dicen que han preparado un dispositivo. Dicen que toda la manzana volara por los aires. —El comisario hizo una pausa—. ?Es posible?

Miles hizo una pausa tambien.

—?Han identificado ya a alguno de esos tipos?

—No.

—?Como se comunican con ellos?

—A traves de la comuconsola. Al menos, hasta hace poco… parece que la han destruido hace unos minutos.

—Naturalmente, pagaremos los danos —se atraganto Miles.

—Eso no es todo lo que pagaran —gruno el comisario.

—Bueno…

Por el rabillo del ojo, Miles vio un hovercoche con el cartel EURONEWS NETWORK que aparcaba sobre la acera.

—Creo que es hora de acabar con esto.

Se dirigio hacia la licoreria.

—?Que va a hacer? —pregunto el comisario.

—Arrestarlos. Se enfrentaran a cargos dendarii por sacar material de la nave.

—?Usted solo? Le dispararan. Estan locos y borrachos.

—No lo creo. Si fueran a matarme mis propios soldados, tendrian oportunidades mucho mejores que esta.

El comisario fruncio el ceno, pero no lo detuvo.

Вы читаете Hermanos de armas
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×