los de fuera del planeta, particularmente fascinantes.

El tono de Galeni dejaba claro que encontraba esa fascinacion verdaderamente peculiar.

—Comera usted, bebera, bailara quiza… —su tono se volvio dubitativo durante un segundo—, y en lineas generales sera exquisitamente amable con todo aquel a quien el embajador quiera, ah, impresionar. A veces, se le pedira que recuerde conversaciones e informe de ellas. Vorpatril lo hace bastante bien, para mi sorpresa. Podra explicarle los detalles.

«No necesito que Ivan me dicte notas sociales —penso Miles—. Y los Vor son una casta militar, no la aristocracia.» ?En que demonios estaba pensando el cuartel general? Parecia algo extraordinariamente obtuso incluso para ellos.

Sin embargo, si no tenian ningun nuevo proyecto preparado para los dendarii, ?por que no aprovechar la oportunidad para que el hijo del conde Vorkosigan adquiriera un poco mas de lustre diplomatico? Nadie dudaba de que estaba destinado a los niveles mas complicados del servicio, dificilmente podia quedar expuesto a experiencias menos variadas que Ivan. No era el contenido de las ordenes, era solo la falta de separacion de su otra personalidad lo que era tan… insospechado.

Sin embargo… informe de conversaciones. ?Podia ser el inicio de algun tipo de trabajo especial de espionaje? Quiza venian de camino nuevos detalles clarificadores.

Ni siquiera quiso plantearse la posibilidad de que el cuartel general hubiera decidido que era por fin el momento de acabar por completo con las operaciones encubiertas de los dendarii.

—Bueno… —dijo Miles a reganadientes—, muy bien…

—Me alegro de que encuentre las ordenes de su gusto, teniente —murmuro Galeni.

Miles se ruborizo y apreto la mandibula. Si podia encargarse de los dendarii, todo lo demas no importaba.

—?Y mis dieciocho millones de marcos, senor? —pregunto, cuidando esta vez de expresarse en un tono humilde.

Galeni tamborileo con los dedos sobre la mesa.

—No ha llegado ninguna orden de credito con este correo, teniente. Ni mencion alguna.

—?Que! —exclamo Miles—. ?Tiene que haberla!

Casi se abalanzo sobre la mesa de Galeni para examinar el vid en persona, pero se contuvo justo a tiempo.

—Calcule diez dias para todo el…

Su cerebro desecho los datos no deseados, repasando mentalmente: combustible, tarifas de atraque orbital, reavituallamiento, atenciones quirurgicas-dentales-medicas, el agotado inventario de suministros, pagas, nominas, liquidez, margen…

—?Maldicion, derramamos nuestra sangre por Barrayar! No pueden… ?tiene que haber algun error!

Galeni abrio las manos, indefenso.

—Sin duda. Pero no esta en mi poder repararlo.

—?Solicitelo otra vez…, senor!

—Oh, lo hare.

—Aun mejor… dejeme ir como correo. Si hablara con el cuartel general en persona…

—Mm —Galeni se froto los labios—. Una idea tentadora… no, mejor que no. Sus ordenes, al menos, fueron claras. Sus dendarii tendran simplemente que esperar el siguiente correo. Estoy seguro de que todo se arreglara si las cosas son como usted dice.

A Miles no le paso por alto el retintin.

Espero un momento interminable, pero Galeni no anadio nada.

—Si, senor —saludo y se marcho. Diez dias… diez dias mas… diez dias mas como minimo… Podrian esperar otros diez dias. Pero confiaba en que, para entonces, en el cuartel general hubieran recuperado la razon de su cerebro colectivo.

La invitada femenina de mas alto rango de la recepcion de la tarde era la embajadora de Tau Ceti. Era una mujer esbelta de edad indeterminada, fascinante estructura osea facial y ojos penetrantes. Miles sospechaba que su conversacion seria educativa en si misma, politica, sutil y chispeante. Lastima, ya que el embajador barrayares la habia monopolizado. Miles dudaba que fuera a tener oportunidad de averiguarlo.

La matrona a cuya escolta le habian asignado mantenia su rango gracias a su marido, el lord alcalde de Londres, y ahora se entretenia con la esposa del embajador. La senora alcaldesa parecia capaz de charlar interminablemente, sobre todo de la ropa que llevaban los otros invitados. Un criado ataviado de militar (todos los criados humanos de la embajada eran miembros del departamento de Galeni) ofrecio de pasada a Miles un vaso de vino lleno de un liquido pajizo que Miles acepto con voracidad. Si, dos o tres copas, con su baja tolerancia al alcohol, y estaria lo suficientemente aturdido para soportar incluso aquello. ?No era exactamente el constrenido escenario social del que habia escapado, a pesar de sus defectos fisicos, para abrirse paso en el servicio imperial? Naturalmente, mas de tres vasos y se quedaria tumbado dormido en el suelo con una sonrisita tonta en la cara, y estaria metido en graves problemas cuando despertara.

Miles tomo un buen trago y casi se atraganto. Zumo de manzana… Maldito Galeni, era concienzudo. Una rapida mirada alrededor le confirmo que no era la misma bebida que se servia a los invitados. Miles se paso el pulgar por el alto cuello de la chaquetilla de su uniforme y sonrio tenso.

—?Sucede algo con su vino, lord Vorkosigan? —inquirio la matrona con preocupacion.

—La cosecha es un poco, ah… joven —murmuro Miles—. Quiza deba sugerir al embajador que la conserve en la bodega un poco mas de tiempo.

«Hasta que yo me marche de este planeta, por ejemplo…»

El salon principal de recepciones era una camara alta y elegante con claraboyas que deberia haber resonado cavernosamente, pero estaba extranamente silenciosa para la gran multitud que sus niveles y recovecos podian albergar. Absorbedores de sonido ocultos en alguna parte, supuso Miles… y, aposto, si sabias donde situarte, conos de seguridad para impedir la escucha ya fuese humana o electronica.

Tomo nota de donde se encontraban los embajadores barrayares y taucetano para referencias futuras; si, incluso el movimiento de sus labios parecia algo oscurecido y difuso. Ciertos tratados de derecho de paso por el espacio local de Tau Ceti tendrian que ser renegociados pronto.

Miles y su matrona se dirigieron hacia el centro arquitectonico de la sala: la fuente y su estanque. Era una escultura graciosa y borboteante, con helechos y musgo de colores a juego. Formas doradas se movian misteriosamente en las aguas oscuras.

Miles se envaro, luego se obligo a relajarse. Un joven con el negro uniforme de gala cetagandano y las marcas de pintura amarilla y roja en la cara de un ghem-teniente se acercaba, sonriente y alerta. Intercambiaron un saludo cauteloso.

—Bienvenido a la Tierra, lord Vorkosigan —murmuro el cetagandano—. ?Es una visita oficial, o esta haciendo turismo?

Miles se encogio de hombros.

—Un poco de cada. Me han destinado a la embajada para complementar mi, ah, educacion. Pero creo que tiene usted ventaja sobre mi, senor.

No era asi, por supuesto. Los dos cetagandanos de uniforme y los dos que iban de paisano, mas tres individuos sospechosos de ser chacales encubiertos, eran los primeros sobre quienes le habian puesto en guardia.

—Ghem-teniente Tabor, agregado militar, embajada cetagandana —recito Tabor amablemente. Volvieron a intercambiar saludos—. ?Estara aqui mucho tiempo, milord?

—Espero que no. ?Y usted?

—Mi hobby es el arte del bonsai. Se dice que los antiguos japoneses trabajaban en un solo arbol hasta cien anos. Aunque tal vez solo lo parecia.

Miles desconfio del humor de Tabor, pero el teniente mantuvo el rostro tan impasible que era dificil de saber. Quiza temiera estropear la pintura de su cara.

Un cascabeleo de risas, suave como campanillas, atrajo su atencion hacia el otro extremo de la fuente. Ivan Vorpatril estaba apoyado en la barandilla cromada con la cabeza inclinada hacia una melena rubia. Ella iba vestida con un traje rosa salmon y plata que parecia ondular incluso mientras estaba quieta, como ahora. Una artistica trenza de cabello dorado le caia sobre un hombro blanco. Sus unas destellaron en rosa plateado cuando gesticulo

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