—No insistire en ello —completo su circuito y se encaro a Miles—. Supongo que no pudo evitar nacer. ?Pero por que no se ha rebelado nunca contra el monstruo? Lo convirtio en lo que es… —un expansivo gesto con la mano abierta resumio la hechura retorcida de Miles—. ?Que carisma de dictador posee ese hombre, que es capaz de hipnotizar no solo a su propio hijo, sino al de otro? —La figura tendida en la consola vid parecio reflejarse en los ojos de Galen—. ?Por que lo sigue usted? ?Por que lo sigue David? ?Que corrupto placer obtiene mi hijo al ponerse un uniforme barrayares y marchar detras de Vorkosigan? —A Galen se le daba muy mal la fingida socarroneria; los tonos subyacentes se retorcieron con angustia.

—Para empezar, mi padre no me ha abandonado nunca en presencia del enemigo —replico Miles.

Galen echo la cabeza atras, extinguida toda pretension de farsa. Se giro bruscamente y fue a recoger el hipospray.

Miles maldijo en silencio su propia lengua. En vez de aquel estupido impulso de decir la ultima palabra, de devolver el golpe, bien podria haber hecho que el hombre siguiera hablando, para descubrir algo. Ahora la charla, y el descubrimiento, se producirian en sentido inverso.

Los dos guardias lo cogieron por los brazos. El de la izquierda le subio la manga de la camisa. Aqui venia. Galen presiono el hipospray contra la vena, en la sangria de Miles: un siseo, un mordisco picante.

—?Que es esto? —apenas tuvo tiempo de preguntar Miles. Su propia voz le sono desafortunadamente debil y nerviosa.

—Pentarrapida, por supuesto —respondio Galen con tranquilidad.

Miles no se sorprendio, aunque se revolvio interiormente, sabiendo lo que le esperaba. Habia estudiado efectos, farmacologia y uso adecuado de la pentarrapida en el curso de seguridad de la Academia Imperial de Barrayar. Era la droga preferida para realizar interrogatorios, no solo en el servicio imperial, sino en toda la galaxia. El suero de la verdad casi perfecto, irresistible, inofensivo para el sujeto incluso en dosis repetidas, excepto para los pocos desafortunados que tenian alergia natural o inducida a la droga. Miles nunca habia sido considerado candidato para esta ultima condicion, ya que su persona se consideraba mas valiosa que ninguna informacion secreta que contuviera. Otros agentes de espionaje no tenian tanta suerte. El shock anafilactico era una muerte aun menos heroica que la camara de desintegracion normalmente reservada para los espias convictos.

Desesperado, Miles espero a que la droga actuase. El almirante Naismith habia sido sometido a mas de un interrogatorio con pentarrapida. La droga arrastraba toda sensatez al mar en una riada de benigna buena voluntad y risitas caritativas. Como un gato en su cesta. Era muy divertido de ver… si se trataba de otra persona. En unos instantes se veria reducido a la completa idiotez.

Era inquietante que el resuelto capitan Galeni hubiera sido reducido tan vergonzosamente. Cuatro veces, habia dicho. No era extrano que estuviera nervioso.

Miles se notaba el corazon desbocado, como por una sobredosis de cafeina. Su vision se agudizo hasta un extremo casi doloroso. Los bordes de cada objeto de la habitacion se destacaron, se volvieron palpables para sus sentidos exacerbados. Galen, de pie junto a la ventana, era un diagrama viviente, electrico y peligroso, cargado de letal voltaje, a la espera de una descarga liberadora.

No, no era agradable.

Habia entrado en estado de shock… Miles inspiro por ultima vez. Si que se sorprenderia su interrogador…

Pero para su propia sorpresa, siguio jadeando. No se trataba de un shock anafilactico, entonces. Solo otra de sus malditas reacciones a las drogas. Deseo que la pentarrapida no le provocara alucinaciones espectrales como aquel maldito sedante que le habian dado una vez. Quiso gritar. Sus ojos se esforzaron para seguir el mas minimo movimiento de Galen.

Uno de los guardias empujo una silla y lo obligo a sentarse. Miles cayo sobre ella agradecido, temblando de un modo incontrolado. Sus pensamientos parecieron explotar en fragmentos y reconstruirse, como fuegos artificiales que avanzaran y retrocedieran en un vid. Galen le miro con el ceno fruncido.

—Describa los procedimientos de seguridad para entrar y salir de la Embajada barrayaresa.

Sin duda ya habrian arrancado esa informacion basica al capitan Galeni. Debia de ser una simple pregunta para comprobar los efectos de la pentarrapida.

—… de la pentarrapida —se oyo Miles decir, haciendose eco de sus pensamientos. Oh, demonios. Esperaba que su extrana reaccion a la droga incluyera la habilidad de resistirse a expulsar los sesos por la boca.

—… que imagen tan repulsiva…

Bajo la cabeza y miro el suelo ante sus pies, como si viera una pila de sesos ensangrentados vomitados alli.

Ser Galen avanzo, lo cogio por el pelo y repitio entre dientes:

—?Describa los procedimientos de seguridad para entrar y salir de la embajada barrayaresa!

—El sargento Barth esta al cargo —empezo Miles impulsivamente—. Maton molesto. Ningun savoir faire en absoluto, y un conazo ademas…

Incapaz de detenerse, Miles escupio no solo codigos, claves y perimetros de escaneres, sino tambien esquemas de personal, sus opiniones privadas acerca de todos y cada uno de los individuos y una enconada critica a los defectos de la red de seguridad. Una idea disparaba la otra y luego la siguiente en una explosiva cadena, como una traca de fuegos artificiales. No podia pararse. Farfullaba.

No solo el no conseguia parar, tampoco Galen. Los prisioneros tratados con pentarrapida tendian a desviarse del tema con asociaciones libres a menos que sus interrogadores los mantuvieran controlados con pistas frecuentes. Miles se encontro haciendo lo mismo a toda velocidad. Las victimas normales se detenian en seco con una palabra, pero Miles solo se detuvo cuando Galen lo golpeo con fuerza y repetidamente en la cara, gritandole que se callara; se quedo sentado, jadeando.

La tortura no formaba parte de los interrogatorios con pentarrapida porque los sujetos eran felizmente inmunes a ella. Para Miles el dolor latia dentro y fuera, apartado y distante un momento, inundando a continuacion su cuerpo y rebullendose en su mente como un estallido de estatica. Para su propio horror, empezo a llorar. Entonces se detuvo con un subito hipido.

Galen se quedo mirandolo con desagrado y fascinacion.

—No va bien —murmuro uno de los guardias—. No deberia ser asi. ?Esta resistiendose a la pentarrapida con algun tipo de condicionamiento nuevo?

—No se resiste a ella —puntualizo Galen. Comprobo su crono de muneca—. No retiene ninguna informacion. Esta dando mas de la cuenta. Demasiada.

La comuconsola empezo a trinar insistentemente.

—Yo la atendere —se ofrecio Miles—. Probablemente es para mi.

Se levanto del asiento, se le doblaron las rodillas y cayo de bruces sobre la alfombra, que le hizo cosquillas en la mejilla hinchada. Los dos guardias lo levantaron y volvieron a colocarlo en la silla. La habitacion trazo un lento circulo a su alrededor. Galen atendio la comuconsola.

—Informando —la propia voz de Miles en su encarnacion barrayaresa sono desde el vid.

La cara del clon no le resultaba tan familiar a Miles como la que se afeitaba diariamente ante el espejo.

—Tiene que hacerse la raya en el otro lado si quiere ser yo —comento Miles a nadie en particular—. No, no es…

Nadie le estaba escuchando, de todas formas. Miles reflexiono sobre angulos de incidencia y angulos de reflejo, sus pensamientos rebotando a la velocidad de la luz entre las paredes de espejo de su craneo vacio.

—?Como va? —Galen se asomo ansioso a la comuconsola.

—Casi lo fastidio todo en los primeros cinco minutos, anoche. El dendarii conductor del coche resulto ser el maldito primo —la voz del clon era baja e intensa—. Por suerte, consegui que mi primer error fuera considerado una broma. Pero me tienen en la misma habitacion que el hijo de puta. Y ronca.

—Cierto —comento Miles, sin que se lo preguntara nadie—. Para diversion de verdad, espera a que empiece a hacer el amor en suenos. Maldicion, ojala tuviera yo suenos como los de Ivan. Lo unico que sufro son pesadillas… jugar al polo desnudo contra un monton de cetagandanos con la cabeza cortada del teniente Murka como balon. Gritaba cada vez que marcaba gol. Rebotaba y se enganchaba… —las palabras de Miles se perdieron, puesto que continuaron ignorandolo.

—Tendras que tratar con todo tipo de personas que lo conocieron, antes de que esto se acabe —dijo Galen

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