posible el uno del otro. Asi que ha hablado usted con el.
—Un poco. No me ha parecido muy cooperativo —Reed miraba con incertidumbre a Miles y a Elli y a los dos barrayareses uniformados—. Cerrado. Bastante desagradable, mas bien.
—Si, lo imagino. Le estaba usted pisando un callo. Es bastante sensible en lo que a mi respecta. Prefiere que no le recuerden mi embarazosa existencia.
—?Si? ?Por que?
—Rivalidad de hermanos —improviso Miles—. He llegado mas lejos que el en la carrera militar. Se lo toma como un reproche, un desmerito de sus propios logros tan perfectamente razonables…
«Dios mio, que alguien me saque de este lio.» La mirada de Reed se volvia penetrante.
—Al grano, por favor, almirante Naismith —gruno el capitan Galeni.
«Gracias.»
—Cierto. Investigador Reed, no pretendere que Vorkosigan y yo seamos amigos, ?pero de donde sacaron esa curiosa idea de que fue el quien trato de orquestar mi muerte?
—Su caso no ha sido facil. Los dos presuntos asesinos —Reed miro a Elli—, eran un callejon sin salida. Asi que seguimos otra pista.
—No seria la de Lise Vallerie, ?verdad? Me temo que soy culpable de haberla desviado un poco del camino. Tengo un curioso sentido del humor, me temo. Es un defecto…
—… que todos debemos soportar —murmuro Elli.
—Considere interesantes las sugerencias de Vallerie, no concluyentes —dijo Reed—. En casos pasados he descubierto que es una investigadora cuidadosa por propio derecho, que no se deja detener por ciertas reglas de orden que entorpecen, digamos, mi trabajo. Y resulta muy valiosa a la hora de transmitir asuntos de interes.
—?Que esta investigando ahora? —inquirio Miles.
Reed le dirigio una mirada neutra.
—La clonacion ilegal. Tal vez pueda usted darle algunas indicaciones.
—Ah… me temo que mis experiencias llevan unas dos decadas pasadas de moda para sus objetivos.
—Bueno, no se puede tener todo. En este caso la pista fue bastante objetiva. Se vio a un coche aereo salir del espaciopuerto a la hora del atentado; paso ilegalmente a traves de un control de trafico. Lo seguimos hasta la embajada barrayaresa.
«El sargento Barth.» Galeni parecia a punto de escupir; Ivan adopto esa expresion agradable y ligeramente bobalicona que en el pasado habia descubierto tan util para evadir cualquier acusacion de responsabilidad.
—Oh, eso —dijo Miles tranquilamente—. Fue simplemente la tediosa vigilancia que Barrayar me hace. Con toda sinceridad, la embajada de la que yo sospecharia es la cetagandana. Recientes operaciones dendarii en su zona de influencia, muy lejos de su jurisdiccion, les molestaron enormemente. Pero no es una acusacion que pueda demostrar, y por eso me contente con dejar el trabajo a su gente.
—Ah, el famoso rescate de Dagoola. He oido hablar de ello. Un motivo de peso.
—De bastante mas peso que la vieja historia que le conte a Lise Vallerie. ?Resuelve eso los contratiempos?
—?Y obtiene usted algo a cambio por este caritativo servicio a la embajada de Barrayar, almirante?
—?Mi buena accion del dia? No, tiene usted razon. Ya le he advertido sobre mi sentido del humor. Digamos que mi recompensa es suficiente.
—Nada que pudiera ser considerado como obstruccion a la justicia, espero —Reed alzo las cejas.
—Yo soy la victima, ?recuerda? —Miles se mordio la lengua—. Mi recompensa no tiene nada que ver con el codigo penal de Londres, se lo aseguro. Mientras tanto, ?puedo pedirle que entregue al pobre teniente Vorkosigan a la custodia, digamos, de su oficial al mando, el capitan Galeni, aqui presente?
La cara de Reed era un retrato de la suspicacia, se habia redoblado su desconfianza. «?Que ocurre, maldicion? —se pregunto Miles—. Se supone que le estoy haciendo la rosca…»
Reed alzo las manos, se echo atras e inclino la cabeza.
—El teniente Vorkosigan se ha marchado con un hombre que se presento como capitan Galeni hace una hora.
—Aaah… —dijo Miles—. ?Un hombre mayor vestido de civil? ?Pelo gris, grueso?
—Si.
Miles tomo aire, sonriendo fijamente.
—Gracias, investigador Reed. No le haremos perder mas su valioso tiempo.
De vuelta en el vestibulo, Ivan dijo:
—?Y ahora que?
—Creo que es hora de regresar a la embajada. Y de enviar un informe completo al cuartel general —dijo el capitan Galeni.
«La urgencia por confesar, ?eh?»
—No, no, nunca envie informes en el interin —dijo Miles—. Solo informes finales. Los informes en el interin tienden a desencadenar ordenes. Y entonces hay que obedecerlas o perder energias y un tiempo valiosisimo en evitarlas, en vez de resolver el problema.
—Una interesante filosofia de mando. Debo recordarla. ?La comparte usted, comandante Quinn?
—Oh, si.
—Los mercenarios dendarii deben de ser una organizacion
—Asi lo creo —dijo Quinn sonriendo.
12
Regresaron de todas formas a la embajada: Galeni decidido a poner en marcha a su personal para que emprendiera una investigacion a fondo sobre el oficial correo, ahora altamente sospechoso; Miles para ponerse un uniforme barrayares y dejar que el medico le atendiera bien la mano. Si quedaba un momento libre en su vida despues de que se solucionara aquel lio, reflexiono Miles, quiza seria mejor que se tomara algun tiempo para que sustituyeran por sinteticos los huesos y articulaciones de sus brazos y manos, no solo los de las piernas. Operarse las piernas habia resultado doloroso y tedioso, pero demorar la operacion de los brazos no iba a mejorar nada. Y desde luego no podia pretender que todavia iba a seguir creciendo.
Algo alicaido por estos pensamientos, salio de la clinica de la embajada y bajo al subnivel de seguridad. Encontro a Galeni sentado solo ante su comuconsola tras haber cursado un hervidero de ordenes que enviaron a sus subordinados en todas direcciones. Las luces del despacho eran tenues. Galeni tenia los pies apoyados en la mesa, y Miles penso que habria preferido sostener en la mano una botella de alguna fuerte bebida alcoholica antes que el lapiz optico al que no paraba de dar vueltas y mas vueltas.
Galeni sonrio debilmente, se sento bien y dio un golpecito con el lapiz sobre la mesa cuando Miles entro.
—He estado reflexionando, Vorkosigan. Me temo que tal vez no podamos evitar llamar a las autoridades locales.
—Ojala no hiciera eso, senor. —Miles acerco una silla y se sento a horcajadas, apoyando los brazos en el respaldo—. Impliquelos, y las consecuencias escaparan a nuestro control.
—Ahora hara falta un pequeno ejercito para encontrar a esos dos en la Tierra.
—Yo tengo un pequeno ejercito —le recordo Miles—, y acaba de demostrar su efectividad para este tipo de cosas, creo.
—Ja. Cierto.
—Dejemos que la embajada contrate a los mercenarios dendarii para encontrar a nuestras… personas desaparecidas.
—?Contratar? ?Creia que Barrayar les estaba pagando ya!
Miles sonrio con inocencia.
—Pero senor, parte de la tapadera es que esa relacion es desconocida incluso para los propios dendarii. Si la embajada los contrata formalmente… eso tapara la tapadera, como si dijeramos.