dificilmente podria haber hecho otra cosa. Se sentia como un hombre que intentaba montar un rompecabezas de piezas vivas que se movia y mudaba de forma a intervalos aleatorios con risitas maliciosas. Cambio de expresion. Mark le miraba nervioso; Ivan estaba acurrucado, sin prestar demasiada atencion a nada, enzarzado por la forma en que se mordia los labios en una lucha interna con su recien adquirida claustrofobia.
Hubo un movimiento en la distorsionada vision de ciento ochenta grados que el escaner ofrecia del pasillo: un hombre avanzaba en silencio por la curvatura desde el extremo sur. Un oteador cetagandano, supuso Miles, aunque civil. Sostenia en la mano un aturdidor, no un arco de plasma… aparentemente los cetagandanos estaban al corriente de que la policia habia entrado en escena con fuerzas demasiado numerosas para ser silenciadas con un conveniente asesinato, y se proponian minimizar la situacion o, al menos, quitarle importancia. El cetagandano escruto el pasillo unos cuantos metros mas, luego desaparecio por donde habia venido.
Un minuto mas tarde, movimiento desde el norte: un par de hombres avanzaban de puntillas, tan silenciosamente como podia hacerlo una pareja de gorilas de ese tamano. Uno de ellos era el atontado que habia conseguido participar en una operacion encubierta llevando las botas reglamentarias de servicio. Tambien habia cambiado el arma por un aturdidor mas comedido, aunque su companero seguia empunando un mortifero disruptor neural.
Parecia que realmente tendrian ocasion de jugar al tiro al blanco. Ah, el aturdidor, el arma elegida para todo tipo de situaciones inciertas, la unica arma con la que te permitias disparar primero y preguntar despues.
—?Enfunda el disruptor neural, eso es, buen chico! —murmuro Miles, mientras el segundo hombre cambiaba tambien de arma—. Levanta la cabeza, Ivan. Esto quiza sea el mejor espectaculo que veremos en todo el ano.
Ivan obedecio, su sonrisa absorta e insegura transmutada en algo genuinamente sardonico, mas parecido al Ivan de siempre.
—Oh, mierda, Miles. Destang te cortara las pelotas por orquestar esto.
—De momento, Destang ni siquiera sabe que estoy implicado. Sss. Alla vamos.
El oteador cetagandano habia regresado. Hizo un gesto de avance, y un segundo cetagandano se reunio con el. Al otro extremo del pasillo, mas alla de su vision debido a la curvatura, los tres barrayareses restantes vinieron corriendo. Eran todos los barrayareses que habia en la torre; cualquier vigilancia del perimetro exterior habia sido aislada ahora por el cordon policial. Los barrayareses, al parecer, habian renunciado a su presa, misteriosamente desaparecida, y andaban en retirada, esperando salir a traves de la Torre Seis lo mas rapidamente posible sin tener que dar explicaciones a un punado de antipaticos terrestres. Los cetagandanos, que habian visto en efecto al supuesto almirante Naismith correr en esta direccion, iban todavia de caza, aunque su retaguardia presumiblemente se cerraba con la presion de los policias que venian detras.
No habia ningun rastro de la retaguardia todavia; ningun indicio de que Quinn estuviera prisionera. Miles no sabia si desear que asi fuera o no. Seria agradable saber que estaba aun viva, pero enormemente dificil librarla de las garras cetagandanas antes de que la policia cerrara el cerco. La prevision de bajas minimas posibles exigia dejarla aturdida o hacerla arrestar, y reclamarla a la policia mas tarde… pero ?y si algun maton cetagandano decidia en el calor de la batalla que las mujeres muertas no hablan? Miles se estremecio como una cafetera hirviendo con la idea.
Tal vez tendria que haber convencido a Mark e Ivan y atacado. Lo rompible dirigiendo a lo discapacitado y lo indigno de confianza en un asalto a lo desconocido… no. ?Pero habria hecho mas, o hecho menos, por cualquier otro oficial bajo su mando? ?Tanto le preocupaba que su logica militar estuviera siendo emboscada por sus emociones que ahora fallaba en la direccion opuesta? Eso seria una traicion tanto a Quinn como a los dendarii…
El oteador cetagandano aparecio en la linea de vision del oteador barrayares. Los dos dispararon de inmediato y cayeron convertidos en un fardo.
—Reflejos de aturdidor —murmuro Miles—. Es maravilloso.
—Dios mio —dijo Ivan, embobado hasta el punto de olvidar su hermetico encierro—, es como el proton aniquilando al antiproton. Poof.
Los barrayareses restantes, distribuidos a lo largo del pasillo, se aplastaron contra la pared. El cetagandano se tiro al suelo y se arrastro hasta su camarada caido. Un barrayares se asomo al pasillo y le disparo; el tiro de respuesta del cetagandano se perdio en el aire. Dos de los cuatro barrayareses corrieron hasta los cuerpos inconscientes de sus misteriosos oponentes. Uno se preparo para ofrecer cobertura de fuego, el otro empezo a revisar armas, bolsillos, ropa. Naturalmente, no encontro ninguna identificacion. El aturdido barrayares estaba sacando un zapato para examinarlo (Miles supuso que seguiria con el cuerpo mismo en un momento) cuando una voz ampliada y distorsionada empezo a resonar por todo el pasillo, desde su espalda. Miles no distinguia las palabras, deformadas por el eco, pero su sentido estaba claro.
—?Aqui! ?Alto! ?Que es todo esto?
Uno de los barrayareses ayudo a levantar al que habia resultado aturdido para llevarlo en hombros; tenia que ser el hombre mas grande, el propio Boots. Estaban tan cerca de la camara que Miles aprecio el temblor de piernas mientras se enderezaba y empezaba a tambalearse bajo su carga; dos hombres ocupaban el puesto del oteador y el ultimo cubria la retaguardia.
El pequeno ejercito condenado habia avanzado unos cuatro pasos cuando otra pareja de cetagandanos aparecio en la curva sur. Uno disparaba el aturdidor por encima del hombro mientras corria. Su atencion estaba tan dividida que no vio caer a su companero cuando el oteador barrayares lo abatio hasta que tropezo con su cuerpo tendido y cayo de bruces. No solto el aturdidor, convirtio la caida en una voltereta controlada y disparo a su vez. Uno de los oteadores barrayareses cayo.
El barrayares que cubria la retaguardia salto adelante y ayudo a su companero a abatir al cetagandano; luego corrio con el, apretado contra la pared. Por desgracia, rebasaron la curva que los protegia en el mismo momento en que una andanada de fuego de aturdidores despejaba el pasillo: un equipo de combate de la policia, dedujo Miles tanto por la tactica como por el hecho de que el cetagandano habia estado disparando en esa direccion. Los hombres se enfrentaron a la oleada de energia con resultados predecibles.
El barrayares restante permanecio en el pasillo, lastrado por el peso de su camarada inconsciente y maldiciendo, los ojos cerrados como si con ello evitara la abrumadora verguenza de toda la situacion. Cuando la policia aparecio tras el se dio la vuelta y alzo las manos para rendirse lo mejor que pudo, mostrando las palmas vacias y dejando que su aturdidor castaneteara por el suelo.
Ivan comento con voz apagada:
—Me imagino la llamada vid al comodoro Destang. «Esto… ?senor? Nos hemos topado con un pequeno problema. ?Quiere venir a recogerme?»
—Quiza prefiera desertar —comento Miles.
Los dos escuadrones de policia convergentes estuvieron a un pelo de repetir la aniquilacion mutua de sus sospechosos en fuga, pero consiguieron comunicarse a tiempo sus verdaderas identidades. Miles se sintio casi decepcionado. Con todo, nada duraba eternamente; en algun momento el pasillo habria quedado intransitable debido al monton de cuerpos caidos y al caos subsiguiente relativo a la tipica curva de senectud de un sistema biologico ahogado en sus propios desperdicios. Probablemente era mucho pedir que la policia se quitara de enmedio, llevandose a los nueve asesinos, para asi poder escapar. Se avecinaba claramente otra larga espera. Maldicion.
Con los huesos crujiendole, Miles se levanto, se desperezo y se apoyo contra la pared, cruzado de brazos. Seria mejor que la espera no fuera demasiado larga. En cuanto la policia declarara que todo estaba despejado, el equipo de tecnicos de la Autoridad de Mareas y los encargados de mantenimiento de las bombas aparecerian y empezarian a examinar cada centimetro del lugar. El descubrimiento de la pequena compania de Miles era inevitable, pero no letal. Mientras que… Miles miro a Mark, agachado a sus pies… mientras que nadie se dejara llevar por el panico.
Miles siguio la mirada de Mark hasta la pantalla del escaner, donde los policias comprobaban los cuerpos aturdidos y se rascaban la cabeza. El barrayares capturado se mostraba adecuadamente hosco y poco comunicativo. Como agente de operaciones encubiertas estaba entrenado para soportar la tortura y tambien la pentarrapida; los policias londinenses le sacarian poca cosa con los metodos a su disposicion, y obviamente el lo sabia.
Mark sacudio la cabeza contemplando el caos del pasillo.