los ojos convencio a Miles de que Galeni, al menos, era perfectamente consciente del flujo biunivoco de esa sombria deuda. Pero Galeni no desperdiciaria esta oportunidad.

Seguro de su alianza, el almirante Naismith dijo:

—Al tunel, pues. Guienos, capitan.

Cuando salieron del tubo elevador del paso de peatones subterraneo vieron el vehiculo de tierra cetagandano aparcado en una zona de sombras, bajo un arbol, a unos cuantos metros a su izquierda. Seguia sin haber vigilancia policial en esta zona; Galeni les habia informado de la presencia de una pareja en la zona del parque, aunque no se habian arriesgado a volver a comprobar ese hecho. Deslizarse por los tuneles ya habia sido bastante peligroso, y habian esquivado por los pelos a unos artificieros de la policia.

El gran platanar ocultaba el vehiculo de la mayoria de las tiendas (cerradas a esta hora) y apartamentos que ocupaban el otro lado de la estrecha calle. Miles esperaba que ningun insomne asomado a una ventana hubiera sido testigo del encuentro de Galeni. La autopista que se alzaba por encima y por detras de ellos estaba protegida por un muro. Miles seguia sintiendose al descubierto.

El vehiculo de tierra no llevaba ninguna identificacion de la embajada, ni tenia otros rasgos caracteristicos que llamaran la atencion; neutro, ni viejo ni nuevo, un poco sucio. Decididamente, operaciones encubiertas. Miles alzo las cejas y silbo debilmente al ver las muescas recientes del costado, aproximadamente del tamano de un hombre, y la sangre que manchaba el pavimento. Con la oscuridad, afortunadamente, el color rojo no destacaba demasiado.

—?No fue un poco ruidoso? —le pregunto a Galeni, senalando los golpes.

—?Mm? En realidad no. Golpes secos. Ninguno grito.

Galeni, tras echar una rapida ojeada arriba y abajo de la calle y hacer una pausa para que un coche solitario pasara de largo, alzo la burbuja de espejo.

Habia dos formas acurrucadas en el asiento trasero, atadas con su propio equipo. El teniente Tabor, de civil, parpadeo amordazado. El hombre con la cara pintada de azul estaba desplomado junto a el. Miles comprobo su estado alzandole un parpado y descubrio que seguia inconsciente. Rebusco en la guantera un equipo medico. Mark se sento junto a Tabor y Galeni emparedo a sus prisioneros desde el otro lado. A un toque de Ivan, la burbuja se cerro con un suspiro, cubriendolos a todos. Siete eran multitud.

Miles se estiro desde el asiento trasero y descargo un hispospray de sinergina, primeros auxilios para el trauma, contra el cuello del capitan de centuria. Le haria recuperar el sentido y, desde luego, no le causaria ningun dano. En ese peculiarisimo instante, la vida y salud de los presuntos asesinos de Miles eran un tesoro precioso. Tras pensarselo bien, Miles le administro a Elli una dosis tambien. Ella emitio un gemido alentador.

El vehiculo de tierra se alzo y avanzo. Miles suspiro aliviado cuando dejaron la costa atras y se internaron en el laberinto de la ciudad. Pulso su comunicador de muneca y dijo con su mas claro acento betano:

—?Nim?

—Si, senor.

—Localice mi comunicador. Siganos. Aqui hemos acabado.

—Le tenemos, senor.

—Naismith fuera.

Apoyo la cabeza de Elli en su regazo y se volvio para observar a Tabor en el asiento trasero. El cetagandano no paraba de mirar a Miles y a Mark, sentado a su lado.

—Hola, Tabor —dijo Mark, cuidadosamente aleccionado, con su mejor acento de Vor barrayares. ?De verdad sonaba tan remilgado?—. ?Como esta su bonsai?

Tabor retrocedio un poco. El capitan de centuria se agito y trato de enfocar la vista. Lo intento un poco mas, descubrio sus ligaduras y se quedo quieto… no se relajaba, pero tampoco malgastaba energias en un esfuerzo futil.

Galeni solto la mordaza de Tabor.

—Lo siento, Tabor. Pero no podra tener al almirante Naismith. No aqui en la Tierra, por lo menos. Haga correr la voz por su cadena de mando. Esta bajo nuestra proteccion hasta que su flota abandone la orbita. Parte del precio acordado por su ayuda a la embajada de Barrayar para encontrar a los komarreses que secuestraron a algunos miembros de nuestro personal. Asi que retirense.

Tabor miro de un lado a otro mientras escupia su mordaza, movia la mandibula y tragaba saliva.

—?Estan trabajando juntos? —croo.

—Desgraciadamente —gruno Mark.

—Un mercenario vive de lo que puede —canturreo Miles.

—Cometio un error cuando acepto un contrato contra nosotros en Dagoola —siseo el capitan de centuria, concentrandose en el almirante.

—Y que lo diga —reconocio Miles alegremente—. Despues de que rescataramos a su maldito ejercito, la Resistencia nos la jugo. Nos pago la mitad de lo prometido. Supongo que a Cetaganda no le gustaria contratarnos para ir a por ellos, ?eh? ?No? Por desgracia, no puedo permitirme venganzas personales. En este momento, al menos. O no habria aceptado ser empleado por —mostro los dientes en una sonrisa poco amistosa hacia Mark, que imito el gesto— estos viejos amigos.

—Asi que es usted realmente un clon —jadeo Tabor, contemplando al legendario comandante mercenario —. Pensabamos… —guardo silencio.

—Nosotros lo consideramos suyo, durante anos —dijo Mark, en su papel de lord Vorkosigan.

—?Nuestro! —profirio Tabor en el colmo de su asombro.

—Pero la actual operacion ha confirmado su origen komarres —acabo de decir Mark.

—Hemos llegado a un acuerdo —Miles hablo como si le molestara el tono de Mark. Miro a Galeni—. Me cubren hasta que me marche de la Tierra.

—Tenemos un acuerdo —dijo Mark—, mientras nunca vuelvas a acercarte a Barrayar.

—Puedes quedarte con el maldito Barrayar. Yo me quedare con el resto de la galaxia, gracias.

El capitan de centuria estaba a punto de volver a perder el sentido, pero luchaba por impedirlo cerrando los ojos y respirando de forma controlada. Conmocion cerebral, juzgo Miles. En su regazo, Elli abrio los ojos. El le acaricio los rizos y a Elli se le escapo un femenino eructo. Salvada por la sinergina del habitual vomito posaturdimiento. Se sento, miro alrededor, vio a Mark, a los cetagandanos, a Ivan, y cerro de golpe la mandibula para disimular su desorientacion. Miles le apreto la mano. «Te lo explicare mas tarde —prometio su sonrisa. Ella lo miro exasperada—. Sera mejor.» Alzo la barbilla, dispuesta ante el enemigo incluso en las fauces de su propio asombro.

Ivan volvio la cabeza y pregunto a Galeni:

—?Que hacemos con estos cetagandanos, senor? ?Los tiramos a alguna parte? ?Desde que altura?

—Creo que no hay ninguna necesidad de provocar un incidente interplanetario —Galeni hablaba con placer lobuno, como Miles—. ?La hay, teniente Tabor? ?O desea que comuniquemos a las autoridades lo que el ghem- camarada intentaba realmente hacerle a la Barrera? ?No? Eso pensaba. Muy bien. Los dos necesitan tratamiento medico, Ivan. El teniente Tabor se rompio desgraciadamente el brazo, y creo que su, ah, amigo tiene conmocion… entre otras cosas. Usted decide, Tabor. ?Los dejamos en un hospital o preferiria ser atendido en su propia embajada?

—La embajada —croo Tabor, claramente consciente de las posibles complicaciones legales—. A menos que quiera ser acusado de intento de asesinato —amenazo a su vez.

—Solo de asalto, sin duda —los ojos de Galeni chispearon.

Tabor sonrio incomodo. Parecia dispuesto a echar a correr de haber espacio.

—Lo que sea. Ninguno de nuestros embajadores se sentira muy satisfecho.

—Cierto.

Amanecia. El trafico iba en aumento. Ivan sobrevolo un par de calles antes de divisar una parada desierta de autotaxis en la que no habia cola de gente esperando. Aquel barrio estaba lejos del distrito de las embajadas. Galeni, muy solicito, ayudo a bajar a sus pasajeros… pero no lanzo la llave de las esposas del capitan de centuria y Tabor hasta que Ivan empezo a acelerar de nuevo.

—Uno de mis hombres les devolvera el vehiculo esta tarde —dijo Galeni mientras se marchaban. Se acomodo en su asiento con una mueca mientras Ivan sellaba la burbuja y anadio, entre dientes—: Despues de que lo examinemos.

—?Creeis que esta charada funcionara? —pregunto Ivan.

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