– Cuando hacia mal tiempo, les leia o los escuchaba. -Niccolini se inclino hacia delante y cogio de nuevo el bocadillo. Partio un trozo y lo deposito en el borde del plato-. Siempre decia lo mucho que les gustaba poder contar a personas de menos edad como era la vida cuando ellos eran jovenes, que habian hecho y que aspecto tenia la ciudad hace sesenta anos, setenta…
– Me temo que la gente no necesita estar en la
Niccolini se recosto en su silla.
– Creo que es peor para los ancianos. Los cambios resultan mucho mas obvios para ellos.
Luego, como muchas personas hacian cuando surgia aquel tema de conversacion, suspiro profundamente e imprimio a su mano un movimiento circular desprovisto de significado. Brunetti dijo:
– Usted ha dicho que ella empezo aqui. ?Donde mas visitaba ancianos?
– En ese sitio, ahi, en Bragora. Era donde trabajaba. Todavia.
Al oirse pronunciar esa palabra, Niccolini bajo la vista hacia sus manos. Brunetti recordo haberlo oido anos antes: toda una planta de un
– Oh, Dios mio -exclamo el doctor-. Tendre que decirselo.
El rostro de Niccolini se tino de rojo, y sus ojos empezaron a brillarle. Se inclino hacia delante y, con los codos apoyados en los brazos de la silla, se cubrio la boca y la nariz con las manos.
Brunetti miro el reloj. Eran casi las dos.
– No puedo llamarlas. No puedo hacerlo por telefono -dijo Niccolini, sacudiendo la cabeza como para rechazar la posibilidad.
Brunetti, indeciso, pregunto:
– ?Querria usted que yo hablara con ellas,
El camarero paso junto a su mesa, y Brunetti pidio la cuenta. En los minutos que pasaron mientras el camarero iba dentro en su busca, Niccolini mantuvo la mirada fija en su copa medio llena de vino y en los bocadillos sin comer.
Brunetti pago la cuenta, dejo unos pocos euros en la mesa y echo atras su silla. Niccolini se puso en pie.
– Me gustaria hacerlo yo,
– Por supuesto -admitio Brunetti, procurando decir lo minimo.
Tendio la mano y tomo la del doctor. Antes de que pudiera hablar, el doctor se la estrecho hasta el punto de causarle dano y dijo:
– No diga nada. Por favor.
Solto la mano de Brunetti y atraveso el
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Brunetti alargo la mano y cogio uno de los bocadillos del plato. Cohibido porque lo vieran comer de pie, volvio a sentarse
– Paola -dijo, cuando ella respondio con su nombre-. Las cosas se me han ido de las manos.
– Lo mismo que un
Bueno, al menos no estaba enfadada.
– Y patatas de guarnicion, y zanahorias -prosiguio ella incansable- y una de esas botellas de tokay que te dio tu informador.
– Se supone que no debi haberte dicho eso.
– Entonces haz como que no me has oido decir que se de quien las conseguiste.
Quiza no iba a salir tan bien librado.
– He tenido que reunirme con el hijo de esa mujer que murio anoche.
– No venia en el periodico esta manana, pero ya esta en la version digital.
Brunetti no se sentia comodo en la era cibernetica, y aun preferia leer sus periodicos en papel. El hecho de que un periodico como el
– ?Que sera de la gente expuesta al
Paola, que a menudo tenia una vision mas amplia y mesurada que Brunetti, dijo:
– Consideralo como un monton de residuos toxicos que no acaban en Africa.
– Sin duda. No habia considerado eso. Ahora estoy en paz con mi conciencia -dijo Brunetti. Luego, curioso por saber como se desarrollaba la historia, pregunto-: ?Que dicen?
– Que fue hallada en su piso por una vecina. Al parecer la causa de la muerte fue un ataque al corazon.
– Bueno.
– ?Eso significa que no fue asi?
– Rizzardi se ha mostrado mas evasivo y circunspecto que de costumbre. Creo que podria haber visto algo, pero no dijo nada al hijo de la mujer.
– ?Como es el hijo?
– Parece una persona decente -dijo Brunetti, y ciertamente esa fue su primera impresion-. Pero no podia disimular su alivio por el hecho de que la policia no mostrara interes alguno por la muerte de su madre.
– ?Y tu hacias como que no tenias interes?
– Si. Parecia preocupado porque yo quisiera hablarle, de modo que tuve que fingir que se trataba de una formalidad de procedimiento, porque fuimos nosotros quienes recibimos la llamada.
– ?Por que estaba nervioso? No puede haber tenido nada que ver con el asunto.
Oyendola hablar tan categoricamente, Brunetti comprendio que el tambien habia rechazado esa posibilidad
Se puso a vagar siguiendo esos pensamientos. Paola permanecio en silencio, a la espera. Finalmente, el admitio:
– Podria muy bien no ser nada. Al fin y al cabo ha sufrido un golpe tremendo, y despues de haber hablado yo con el ha tenido que regresar al hospital a identificarla.
– Tiene que hacerlo un pariente.
Durante unos momentos ninguno de los dos hablo, y luego el aparto a ambos de aquellos asuntos y dijo:
– Esta noche deberia poder llegar a tiempo.
– Bueno. -Y colgo.
La mejor ruta para dirigirse a la residencia de ancianos era pasar por delante de la