mayor. Podia pasar por alli y recoger a Vianello para ir juntos, y asi le hablaria de Niccolini y de que su presencia habia disuadido a Rizzardi de decirle a el lo que hubiera querido contarle sobre la autopsia.
Saco el telefono y marco el numero de Vianello, le dijo donde estaba y que pasaria a recogerlo al cabo de unos cinco minutos. El sol habia rebasado su cenit, y la primera
Mientras caminaba a lo largo de Rio della Tetta, Brunetti fue saludado, como siempre sucedia cuando pasaba por alli, por la vista del hermoso pavimento enlosado de Venecia. De un color entre el rosado y el marfil, muchas de las losas median casi dos metros de longitud y uno de ancho, y daban idea de lo que debio haber sido caminar por la ciudad en sus dias de gloria. El
Cruzo el puentecito, siguio hasta el final, tomo a la izquierda, luego a la derecha y siguio recto, y alli descubrio, delante de el, a Vianello inclinado sobre la barandilla. Cuando vio a Brunetti, se irguio y se puso al paso con el.
– He hablado con los que viven en el primer piso -dijo el inspector-. Nada. No oyeron nada, no vieron a nadie. No oyeron regresar a la mujer del piso de arriba, no oyeron nada hasta que nosotros empezamos a actuar. Lo mismo que los ancianos del segundo.
– ?Y tu los crees?
Sin el menor titubeo, Vianello respondio:
– Si. Tienen dos ninos pequenos, asi que dudo que oigan mucho. Y en cualquier caso los ancianos estan bastante sordos. -Y anadio-: Dijeron que tenia gente que se alojaba en su casa. Siempre mujeres. Al menos las que ellos vieron. -Brunetti le dirigio una mirada inquisitiva, y Vianello agrego-: Eso es todo lo que contaron.
Mientras seguian andando, Brunetti explico:
– Su hijo me informo de que la
– Eso es mucho mas util, ?no crees?
– Hum.
– Me parece que los ancianos sienten muy poco interes por el mundo que los rodea y por el presente, y lo que prefieren es pensar en el pasado y hablar del pasado. Y quiza vivir en el pasado. -Hizo una pausa, pero ante el silencio de su superior, Vianello continuo-: Desde luego que eso vale para la mayoria de los ancianos que conozco o conoci: mi abuela, mi madre, incluso los padres de Nadia. Ademas, si lo piensas, ?por que habrian de interesarse por el presente? Para la mayoria esta lleno de problemas de salud, o de problemas de dinero, y ellos son cada vez mas debiles. Asi que el pasado es un sitio mejor para pasar el tiempo, y mejor aun si tienen a alguien que los escuche.
Brunetti se vio forzado a darle la razon. Ese hubiera sido, sin duda, el caso de sus padres, pero no estaba seguro de que ellos fueran ejemplos representativos: su padre, vuelto de la guerra convertido en un hombre roto y desdichado, y su madre extraviada, con el tiempo, en el alzheimer. Penso en los padres de Paola, el
– ?Estamos haciendo esto -pregunto, llevando el paso perfectamente acompasado con el de Brunetti- por aquella marca?
Brunetti contuvo el impulso de encogerse de hombros y dijo:
– Rizzardi esta en plan reservado. Le ha dicho al hijo que su madre murio de un ataque al corazon, cosa que supongo cierta, pero no ha hecho ninguna referencia a la marca. Y no hemos podido hablar.
– ?Tienes alguna idea?
Esta vez Brunetti se permitio el encogimiento de hombros.
– Me gustaria saber algo acerca de ella, y luego ver que decide contarnos Rizzardi.
Cuando llegaron a lo mas alto del Ponte San Antonin, Brunetti senalo con la barbilla la iglesia y dijo:
– Mi madre siempre me decia, cuando pasabamos por aqui, que en algun momento del siglo XIX, creo que fue entonces, un rinoceronte, o quiza un elefante, porque me conto las dos versiones, por alguna razon quedo atrapado dentro de la iglesia.
Vianello se detuvo y se quedo mirando la fachada.
– Nunca habia oido nada de eso, pero ?que podia estar haciendo un rinoceronte caminando por la ciudad? O un elefante, que para el caso es lo mismo. -Sacudio la cabeza, como si se tratara de otro relato sobre el comportamiento extrano de unos turistas, y empezo a bajar los peldanos del otro lado del puente-. Una vez estuve aqui en un funeral, hace anos. -Vianello se paro y miro la fachada con evidente sorpresa-. ?No es raro? Ni siquiera recuerdo por quien era el funeral.
Continuaron, siguiendo la curva hacia la derecha, y Vianello dijo, volviendo a lo que Brunetti le habia contado:
– Una historia como esa te hace comprender por que nada esta nunca claro del todo.
– ?Te refieres al rinoceronte? ?A si estuvo alli? ?O a si era o no un rinoceronte?
– Si. Una vez dicho, alguien lo creera y lo repetira, y luego cientos de anos despues la gente sigue repitiendolo.
– ?Y se convierte en la verdad?
– Algo asi -respondio Vianello, en tono renuente. Anduvieron en silencio un rato, y luego observo-: Hoy es mas o menos lo mismo, ?no?
– ?Quieres decir que no son fiables esas historias?
– La gente inventa historias, y al cabo de un tiempo no puede decirse lo que es verdad y lo que no lo es.
Giraron, penetraron en el
Cruzaron el
Transcurrio casi un minuto entero antes de que una voz femenina, vieja y temblorosa, preguntara quien era.
– Brunetti -respondio, y anadio-: Soy amigo… -se contuvo para no continuar con el embuste o, al menos, para no decir una gran mentira, y concluyo-… del hijo de la
– Ella no esta aqui -anuncio la voz, que sono quejumbrosa, aunque eso pudo deberse tan solo al interfono-. Hoy no ha venido.
– Lo se,
La voz dijo algo que ni Brunetti ni Vianello pudieron oir, y luego la puerta se abrio de golpe. Entraron en un amplio vestibulo, con el pavimento ajedrezado en naranja y blanco, una pauta muy comun en los edificios de su epoca. A traves de la hilera de ventanas enrejadas en la parte posterior del edificio solo entraba penumbra. Ignoraron el ascensor y subieron por la escalera situada a la derecha. Una anciana menuda estaba parada junto a la unica puerta del primer piso: su atuendo revelaba sus votos antes que su estatura y su actitud pusieran de manifiesto su edad.
Asintio cuando los dos hombres se aproximaron y luego alargo la mano. Ambos tuvieron que bajar los brazos, como si le estuvieran dando la mano a un nino: les llegaba al pecho y tenia que echar atras la cabeza para mirarlos a los ojos.
– Soy la madre Rosa. La superiora aqui.