– «?No son incompatibles?»
Ignorando la pregunta, Rizzardi pregunto a su vez:
– ?Recuerda la rebeca que llevaba?
– Si.
– Pudo haber amortiguado en gran medida la fuerza. Eso explicaria por que las marcas son tan difusas.
– ?Podria tratarse de otra cosa? -pregunto Brunetti, interrogandose sobre si la cautela de Rizzardi era como un deje que no perderia nunca.
– En boca de un abogado defensor inteligente, esas marcas en la espalda… -empezo a decir Rizzardi- pudieron producirse cuando cayo y se golpeo con un radiador, o trato de darse un masaje y apreto demasiado, o perdio el equilibrio y cayo contra la puerta cuando entraba en el piso…
La conjetura acerca de un posible procedimiento judicial basto para que Brunetti comprendiera lo convencido que estaba Rizzardi de que la
– Ettore, no me diga lo que pudo ser. Digame lo que es.
Como si Brunetti no hubiera dicho nada, Rizzardi prosiguio:
– Conozco a abogados, y usted tambien los conoce, que argumentarian que cayo y se golpeo con la puerta cinco veces, Guido.
Incapaz de contener su enfado, Brunetti espeto:
– Por el amor de Dios, limitese a decirme que paso.
Siguio una prolongada pausa en cuyo transcurso Brunetti considero que tal vez habia ido demasiado lejos. La gente no le hablaba a Rizzardi en aquel tono.
– Alguien la agarro por delante, y es posible que la golpeara -declaro Rizzardi, con una claridad que sorprendio a Brunetti.
Sin titubeos, sin protegerse tras la retorica, sin circunloquios. ?Cuando habia hablado tan claro el patologo?
– ?Por que lo dice?
– Hay algo mas.
– ?Que?
– Hay una herida entre la tercera y la cuarta vertebras. Y algo de hemorragia en los musculos y ligamentos alrededor de ellas.
Brunetti renuncio a preguntar, a fin de empujar a Rizzardi a decirlo.
– Asi que alguien pudo haberla zarandeado.
– ?O bien?
– O pudo haberle ocurrido al caer. El golpe en la cabeza fue muy fuerte, y se lo dio con el radiador. Lo vi anoche.
– O la empujaron.
– No puedo afirmarlo.
Brunetti sintio como si Rizzardi ya hubiera agotado su racion de franqueza.
Finalmente el medico dijo en tono firme:
– Nada va a cambiar el hecho de que la causa de la muerte ha sido un ataque al corazon. -De nuevo una pausa, que Brunetti no interrumpio, tras la cual Rizzardi dijo-: Su corazon estaba en malas condiciones, y una conmocion de cualquier clase pudo provocarle facilmente una fibrilacion.
Brunetti era consciente de que Vianello estaba a su lado, incapaz de disimular su curiosidad.
– ?Encontraron sus hombres propafenona en el piso? -pregunto el medico.
Brunetti aun no habia visto un informe escrito del resultado de la inspeccion, asi que evito responder y pregunto a su vez:
– ?Que es eso?
– Se usa para la fibrilacion, que es lo que la mato. Un choque podria provocarla.
Si prende uno fuego a una casa e ignora que hay una persona dentro, ?es culpable de asesinato? Si uno rapta a un diabetico y no le proporciona insulina, ?es responsable de su muerte? ?Y si uno asusta a una persona con el corazon debil? Rizzardi tenia razon: ese era un juego de ninos para un abogado defensor.
– Lo comprobare. Habran hecho una lista con todo dijo Brunetti, aunque eso nunca era seguro-. ?Algo mas?
No. Aparte del corazon, su salud era buena para una mujer de sesenta y tantos anos. -Rizzardi hizo una prolongada pausa-. Pero aquello era una bomba de relojeria, asi que quiza no importara lo sana que estaba.
Brunetti oyo un chasquido y la voz del doctor se apago. Desconecto su telefono y se lo guardo en el bolsillo. Se volvio hacia Vianello y dijo:
– Murio de un ataque al corazon. Pero ha encontrado signos de que alguien pudo haberla zarandeado. Esa pudo ser la causa.
Vianello le dirigio una mirada apreciativa.
– ?Has conseguido que Rizzardi diga eso?
Ignorandolo, Brunetti anuncio:
– Asi que echaremos una mirada mas atenta a su vida.
En un tono casi airado, Vianello dijo:
– Parece que se trataba de una persona decente, no de esas que sufren amenazas o zarandeos. O asesinada. A la buena gente no deberian matarla asi.
Brunetti penso durante un rato, y concluyo:
– Ojala eso fuera cierto.
10
Cuando llego a su despacho, Brunetti no encontro nada. O sea, no encontro nada de la brigada criminal: ni fotos de la
El piso y los enseres que contenia no habian proporcionado ningun indicio de su situacion economica. Hubo un tiempo, hacia decadas, en que una simple direccion podia resolver cualquier duda. San Marco y los
Brunetti recorrio con la memoria las habitaciones. El mobiliario era de buena calidad, todo el entre viejo y antiguo. Habia pocos libros, escasos objetos decorativos: no podia recordar una sola pintura. El lugar en su conjunto revelaba sencillez y una vida reducida a lo estrictamente necesario. Lo que persistio con mas fuerza en su memoria fue la disposicion del sofa y de la mesa: ?que clase de persona daria la espalda a la vista de la iglesia y de las montanas? No solo por ella, sino por los invitados que visitaran el piso. El sabia que no todo el mundo era adicto a la belleza, pero escoger mirar aquella aburrida habitacion en lugar de la belleza creada por la mano del hombre y por la naturaleza era algo que carecia de sentido para Brunetti, y se habria sentido incomodo ante una persona que hubiera hecho semejante eleccion.
?Que hacer con los paquetes sin abrir de ropa interior barata, guardados en los cajones del dormitorio de invitados? Una mujer que compraba sueteres de cachemir de la calidad de los que habia en sus cajones, sin tomar en cuenta su edad, no llevaria ropa interior de algodon como aquella, a menos que las ideas de Brunetti sobre las mujeres estuvieran aun mas equivocadas de lo que Paola ocasionalmente le atribuia.
?Y por que tres tallas diferentes? Aunque la hija de Niccolini visitara a su abuela, dificilmente tendria edad para llevar incluso las prendas de talla inferior; ademas, los padres suelen enviar a sus hijos con su propia ropa cuando pasan la noche fuera de casa. Podria ser que acudieran amigos de visita o que quiza enviaran a sus hijas