cuerpo. Uno podia optar por debatir adonde habia ido ese espiritu, o incluso si existio alguna vez, pero de lo que no cabia duda era de la ausencia de vida.
Sobre el rabillo del ojo derecho, inmediatamente encima de la ceja, Brunetti vio un corte, con la carne a su alrededor inflamada y descolorida. Del corte escapaba una pasta oscura, similar por su consistencia al lacre, e iba a parar al cabello. Resultaba obvio que el corte era la fuente de la sangre en el suelo. La rebeca estaba desabrochada, y la camiseta amarilla se habia desplazado hacia un lado cuando pusieron el cuerpo boca arriba, dejando expuesta una mancha oblonga en el lado izquierdo de la clavicula.
Inconscientemente, Brunetti junto las manos frente a los muslos, con los dedos doblados, como si midiera la distancia entre sus pulgares. Cuando miro a Rizzardi, vio que el medico le observaba las manos.
– Deberia tener los ojos inyectados en sangre -dijo Rizzardi, leyendo el mensaje de violencia en aquellas manos.
Brunetti oyo detras de el que alguien dejaba escapar una larga espiracion. Se volvio y vio a Vianello, al que no habia oido acercarse. El rostro del inspector tenia una expresion de ensayada neutralidad.
Brunetti volvio a mirar a la muerta. Una de sus manos estaba fuertemente apretada, como si hubiera quedado congelada cuando trataba de evitar que su espiritu la abandonara. La otra yacia abierta, con los dedos flojos, animando al espiritu a partir.
– ?Puede hacerlo manana por la manana? -pregunto Brunetti.
– Si.
– ?Echara un vistazo a todo?
La respuesta de Rizzardi fue un suspiro, seguido de «Guido», pronunciado en voz baja y en la que podia advertirse un esfuerzo por mostrarse paciente.
Rizzardi miro su reloj. Brunetti sabia que debia consignar en el certificado de defuncion la hora en que la mujer habia sido declarada muerta, pero el patologo parecia estar tomandose una desacostumbrada cantidad de tiempo para decidir. Finalmente, se quedo mirando a Brunetti.
– Yo ya no tengo nada que hacer aqui, Guido. Le mandare el informe en cuanto pueda.
Brunetti asintio, comprobo que era casi la una y agradecio al medico su presencia, aunque sabia que Rizzardi no tenia eleccion. Se volvio para marcharse, pero Brunetti se le acerco, le puso por un instante la mano en el brazo y no dijo nada.
– Lo llamare en cuanto termine -dijo Rizzardi.
Se aparto de la mano de Brunetti y abandono el piso.
4
Brunetti cerro la puerta, insatisfecho de su conversacion con Rizzardi y decepcionado por su propia necesidad de hacer ver al medico las cosas como el queria que las viera. Antes de que pudiera decirle algo a Vianello, oyeron un ruido procedente de abajo: otra vez una puerta que se abria y luego un cruce de palabras a cargo de voces masculinas. Marillo se acerco a la puerta del dormitorio, donde estaba trabajando con sus hombres, y dijo:
– Hace un rato el medico los llamo para que vinieran a recogerla. Supongo que son ellos.
Ni Brunetti ni Vianello contestaron, y finalizaron los ruidos que en la otra habitacion producian los tecnicos al hacer su trabajo. Los hombres que permanecian en el piso aguardaban la llegada de sus colegas, los cuales se encargarian de la muerta. Sus voces y sus cuerpos quedaron como en suspenso por el magico conjuro que se aproximaba. Brunetti abrio la puerta. Los dos hombres que aparecieron en el rellano, claro esta, tenian un aspecto muy corriente y vestian los abrigos azules de los camilleros de hospital. Uno de ellos llevaba bajo el brazo una camilla plegada: todos los presentes en el piso sabian que un tercer miembro del equipo estaba abajo, con el ataud de plastico negro en el que se colocaria el cuerpo antes de sacarlo y conducirlo a la embarcacion que esperaba.
Hubo movimientos de cabeza y saludos musitados. La mayoria habia coincidido en circunstancias similares en el pasado. Brunetti, que conocia sus caras pero no sus nombres, les senalo el pasillo. Despues de que los dos hombres entrasen en la habitacion, Brunetti, Vianello y Marillo, y tras ellos los dos miembros del equipo, aguardaron, haciendo como que no oian, tratando de no interpretar los ruidos de la otra habitacion. Poco despues, los hombres salieron con la camilla, con la forma que la ocupaba cubierta con una manta azul marino. Aunque sabia que eso no importaba, a Brunetti le agrado comprobar que la manta estaba limpia y recien planchada.
Ambos hombres abandonaron el piso, y Vianello cerro la puerta tras ellos. Nadie en la habitacion dijo nada, mientras escuchaban el descenso de los hombres. Cuando ceso todo sonido, interpretaron que habian sacado a la mujer de la casa, pero no se movio ninguno. Finalmente Marillo rompio el conjuro volviendose y conduciendo a sus tecnicos al dormitorio para reanudar la tarea.
Vianello entro en la habitacion de los huespedes, mas pequena, donde habia encontrado la carta de la nina india. Brunetti se reunio con el. La cama estaba cuidadosamente hecha, con el embozo de la sabana blanca sobre una sencilla colcha gris de lana. No percibieron alteracion alguna en la habitacion. Era de una sencillez militar o monastica. Incluso las senales dejadas por los tecnicos que inspeccionaron el lugar en busca de huellas, parecian haber desaparecido.
Brunetti atraveso la habitacion y abrio la puerta del bano. Quienquiera que hubiera hecho la cama tambien habia ordenado alli los objetos en las repisas: habia frascos en miniatura, de muestra, de champu, y una pastillita de jabon envuelta en papel, como las que se encuentran en las habitaciones de hotel; un peine en un envoltorio de plastico y un cepillo de dientes en otro envoltorio similar. De un perchero junto a la ducha empotrada colgaban toallas limpias y una manopla.
Una voz de hombre llamo a Brunetti por su nombre. El y Vianello siguieron el sonido hasta el dormitorio principal, donde Marillo se encontraba junto a una de las ventanas.
– Hemos acabado aqui,
Mientras hablaba, uno de sus hombres plego el tripode, se lo puso bajo el brazo y se deslizo hacia el pasillo, pasando junto a Vianello y Brunetti.
– ?Encuentran algo? -pregunto Brunetti, mirando alrededor, a las superficies cubiertas de polvo de la habitacion, como si quisiera que Marillo siguiera su mirada y encontrara, precisamente
Los residuos en tantas superficies recordaron a Brunetti lo mucho que le costaba creer que pudiera extraerse alguna prueba fisica fiable de la confusion de las huellas de dedos y palmas de la mano que cubrian todas las superficies de todas las habitaciones donde alguna vez habia investigado. En el cajon inferior, que estaba abierto, habia caido algo de polvo. Podian verse leves restos de el en los panuelos de seda y en los sueteres que alli se mezclaban.
– Usted sabe, senor, que no me gusta hablar de esta clase de cosas -respondio finalmente Marillo, expresandose con manifiesta desgana-. Quiero decir, antes de redactar el informe.
– Ya lo se, Marillo. Y creo que es la mejor politica. Pero me pregunto si podria darnos alguna idea de lo cuidadosos que Vianello y yo deberiamos ser cuando… -empezo a decir, y luego hizo un gesto con la mano abarcando la habitacion, como si pidiera a los tiradores de los cajones que le contaran a Marillo lo que tenia que revelar su interior.
El tecnico que quedaba, todavia de rodillas junto a la cama, levanto la vista de la luz con que estaba iluminando el espacio bajo el somier, y miro primero a Brunetti y luego a su superior. Consciente de esa mirada, Marillo hizo un movimiento de cabeza y se volvio para salir.
– Vamos, Stefano -dijo el tecnico, sin intentar disimular su exasperacion-. Estan de nuestro lado. Y eso les ahorrara tiempo.
Brunetti se pregunto si el tecnico se limitaba a emplear una frase hecha o si ahora era necesario que un policia defendiera la integridad de los demas.
Marillo se puso tenso, tanto porque le hablara asi uno de sus hombres delante de su superior o por la idea de tener que aventurar una opinion en lugar de emitir un simple informe de lo observado y registrado.
– Nosotros nos limitamos a espolvorear el lugar y tomar fotos,