trozos de madera unidos con pericia. Suspirando, me acorde de mis tiempos de artesano casi hippie y casi lumpen. Una mochila, las herramientas y todo el tiempo del mundo para dejarlo escapar.

– Eran buenos tiempos -murmure-. O podrian haber sido peores.

Yo hacia cofres como ese, con madera o metal cincelado. Y les metia dentro un pequeno mecanismo de caja de musica. No habia un cofre igual a otro. En aquellos tiempos, odiaba las repeticiones.

Volvi a mis almohadones. Una semana antes mis problemas consistian en decidir entre la incertidumbre de quedarme o la incertidumbre del retorno; y otras minucias como donde vivir, de que y para que. Ahora, todo eso parecia una tonteria.

Di unas vueltas por la sala, buscando respuestas entre libros y discos. En el bolso de Nina habia lo que en todos los bolsos…, a excepcion de una pequena pistola plateada, automatica. Estaba cargada. Imitando una aventura de Marlowe, olfatee el canon para comprobar si habia sido disparada recientemente, pero solo consegui oler a metal aceitado y hacerme un raspon en la nariz. En la cartera, dinero, tarjetas de credito, un carne de conducir y otro de identidad, todo a nombre de Guillermina Larralde, nacida en Bilbao. El domicilio que figuraba en el carne era una direccion de Madrid, en la calle Nunez de Balboa. Una docena de tarjetas del bufete en Lavapies ya sin el nombre de Noelia, una agenda repleta de papeles y anotaciones. Una foto tamano carne de una pelirroja que solo podria ser ella, que robe sin pudor. Despues, peines, cepillos, anticonceptivos, condones, un par de compresas y un tanga de repuesto, hermano mellizo del que yo llevaba en el bolsillo.

Guarde la foto de Noelia y la tarjeta agujereada por el dardo en mi mochila. Apoye el codo en las rodillas y la cara en el puno, y deje que mi mente se fuera de paseo a la nada del tapiz que reinaba en la pared.

– ?Pst! ?Pensador!

Iba descalza y llevaba una fina camisola blanca, abierta hasta el ombligo. Y nada mas. En algunas partes, donde no se habia secado por completo, la tela se pegaba a su piel y se volvia transparente.

– Pareces la estatua de Rodin -se burlo-. Solo que El Pensador esta en pelotas. Y tu ya puedes ir imitandolo.

Me quite la ropa y ella la recogio.

– Esto, a la lavadora -dijo-. Y tu, a la ducha. ?En que pensabas?

La abrace con intenciones de dejar la ducha para despues.

– Pienso, luego insisto -dije a su oido.

– Te banas, luego me follas -contesto.

Me fui al bano. Nunca pude resistirme a los razonamientos irrebatibles.

Me enjabone con cuidado y hasta puede que tarareara una cancion.

Descorri la mampara. Nina me esperaba con una gran toalla azul. Me seco como si fuera un bebe. Aunque no creo que el organismo de un bebe reaccionara asi. Se puso de pie y me dio una palmada en el culo.

– Ahora, al cine.

El salon estaba transformado. Un par de luces iluminaban el centro, donde se amontonaban los almohadones y dos camaras de video, en las esquinas de la habitacion, apuntaban tambien hacia alli. La imagen se repetia en el gran aparato de television del salon y en el otro pequeno que antes estaba en el dormitorio.

– Son de Noelia -dijo-. De cuando le dio por rodar cortos. ?Te molesta?

– Hay un problema.

– ?Cual?

– No me acuerdo de mi dialogo.

– No te preocupes -dijo adelantandose-. Improvisaremos.

Dejo que la tunica cayera hasta apilarse a sus pies. Los dos televisores me mostraron angulos distintos de la imagen. En realidad, no eran angulos, sino curvas. Pense que aquello era un poco tonto. Nos tendimos en los almohadones y me dio el mando de la otra camara. Durante un rato hicimos el bobo adoptando expresiones comicas y posturas ridiculas, pero pronto el juego dejo de serlo. Se puso boca abajo y se ofrecio a los ojos electronicos.

– No me toques, todavia -pidio-. Hazlo con la camara.

Manipule el mando hasta que me regalo un primer plano de su espalda arqueada y el comienzo del culo. Ella hizo otro tanto con su mando y me dio un perfil inolvidable. Lentamente se puso a gatas y empezo a girar, al ritmo de la musica. Deje de pensar que era una tonteria. Me llamo con un gesto y registro mi acercamiento. Rodamos en la alfombra, sin dejar de mirar y de mirarnos. Todo parecia desarrollarse a camara lenta, lentisima.

Volvio a tenderse boca abajo. Me llamo con la mano y la cubri. Mis manos sobre las suyas, sus pies bajo los mios, nuestras pieles tocandose en todo el recorrido. No podiamos estar mas unidos. Si podiamos.

Apoyo los codos sobre la alfombra, se irguio sobre las rodillas y se ofrecio con un ronroneo. Estaba humeda y estaba tibia y estaba ardiente. Y todo el tiempo todo el tiempo todo el tiempo, las camaras intentando descifrar lo que no comprenderian y las pantallas que hacian esfuerzos para repetir lo irrepetible. Giramos sin gravedad y volvimos a girar. Despues, cuando ya estaba al borde del sueno sin dejar de moverme en esa ola inmovil de un cuerpo unico, senti que toda ella latia sin prisa en torno a mi, que la union era mas profunda y solida, y que una explosion sin estallido nos mataba y nos volvia a parir. Me dormi asi, con Nina cubriendolo todo y su perfume a sudor y sexo solidario pegado a mis labios. Con la ultima chispa de conciencia, intente recordar el rostro de Ella en la foto Polaroid que hacia tan pesada mi mochila. No pude ver mas que rasgos indefinidos y borrosos y lejanos, mientras Nina gemia «Nicolas» y se tendia contra mi pecho y yo me dormia sin salir de…

***

Nos despertamos casi de noche. Se despego de mi como si le doliera y encendio dos cigarrillos. Humo subiendo entre los gemidos que flotaban atrapados en la carcel conica de los reflectores. Solto un suspiro.

– ?Has olvidado ya a las pelirrojas? -dijo mansamente.

– ?Pelirrojas? ?Que es una pelirroja?

Su mano jugo en mi pecho, enredando circulos de vello y sudor.

– ?Y vos? -pregunte-. ?Te olvidaste de algo?

– Mas de lo que imaginas -suspiro otra vez.

Se puso de pie y apago los reflectores. Recogio la tunica y ordeno:

– Ahora viene el trabajo de posproduccion. ?Que tal se te da el manejo de estos inventos? -Senalo la computadora-. ?Pues a montar la pelicula! ?Quien sabe?, hasta puede que nos nominen para un par de Oscar.

– Si: los de Vestuario y Acrobacia en Escena.

Me arrojo la tunica con una carcajada.

– Eres un sudaca golfo y muy tierno. Monta eso mientras preparo algo de comer.

Despues de un rato me habia familiarizado con el programa. Y me diverti revisando los discos de nuestro numero. Necesitaba uno virgen para editar. Busque en los cajones del mueble que soportaba la computadora. Docenas de DVD anonimos, sin etiquetas. Probe uno del monton. Hitchcock, Extranos en un tren. Otro: 39 escalones. Puse otro disco. Era una grabacion casera. Una playa. No era Brasil ni el Caribe. Tampoco parecia el Mediterraneo, pero como nunca habia estado, no podia saberlo. El que manejaba la camara sabia lo que hacia. Nada de travellings eternos ni fotos con movimiento. Gente caminando por la arena. Una gaviota planeando sobre el agua. Una urbanizacion moderna que podia estar en California o en Portugal. Un doberman descansando a la sombra de un arbusto. Un grupo de chicas en top less. Una mujer vestida de pies a cabeza con ropas arabes, panuelo en la cabeza y el rostro cubierto.

?Marruecos?

La imagen se borroneo y ya iba a sacar el disco cuando volvio a estabilizarse. Era otra playa, pero solitaria. Decidi seguir mirando un poco mas. Me quede sin respiracion.

Nina estaba en lo cierto: yo no podia ni imaginar el sexo rojo de Noelia.

Lo estaba viendo. Tumbada indolente en la arena, sabiendose filmada.

Y totalmente desnuda.

Era una pelirroja autentica.

Hasta el ultimo pelo.

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