6

Tenia mas o menos la edad de Nina y nada que envidiarle. El cabello era de un rojo indudable, pero no el explosivo fuego vulgar de las munecas sonrosadas. Los ojos, tal vez azules, tal vez verdes, tal vez inolvidables. Estaba todo lo morena que se le podia pedir a una pelirroja y resultaba obvio que el sol no tenia reparos en pasear por su piel. Nadie los tendria. Vestia unas sandalias de cuero con tiras y un par de pendientes azules. Nada mas.

Adopto una pose despreocupada, pero estaba incomoda. Lanzo una carcajada muda y se irguio en una mala imitacion de la mujer fatal. Era una linda pelirroja, seguramente timida en publico y atrevida en privado. Glenn Ford nunca le hubiera pegado una cachetada.

Un minuto despues parecio cansarse del juego y se cubrio el pecho con los brazos. La camara subio hasta su cara. Se tapo con las manos abiertas y recogio las rodillas bajo el menton. El ojo buscon bajo hasta la mata de vello rojizo que quedaba a la vista. Yo estaba en lo cierto. Era como un crepusculo frente al mar.

Se harto del acoso y rescato de los bolsos una enorme toalla amarilla. Dijo algo a la camara, bastante enojada. Primer plano. Los ojos eran de un azul oscuro, y la boca, carnosa. Congele la imagen, para grabarme los rasgos de la mujer que podia salvarme la vida.

No fue un ruido, mas bien un silencio contenido lo que me hizo mirar por encima del hombro. Nina estaba de pie detras de mi. Llevaba otra vez la tunica blanca o una identica. El reflejo de la pantalla le blanqueaba la cara. La boca era una linea apretada.

– Es hermosa, ?verdad? -dijo, y no era una pregunta.

– No esta mal.

Se sento cruzando las piernas y siguio hablando:

– Siempre igual. No importaba que ella fuera inalcanzable y yo estuviera a mano. No importaba que ella alargara las minifaldas y yo acortara las mias hasta el ombligo. Los tios que verdaderamente valian la pena se chiflaban por Noelia. Y ella ni siquiera los buscaba. Cuanto mas se reprimia ella, mas me soltaba el pelo yo. Pero nada cambiaba.

Suspiro.

– Tambien en la universidad: no pasaba de la media general y se tiraba noches enteras estudiando. Yo conseguia buenas calificaciones sin esforzarme, pero los profesores parecian fascinados con el misterio de Noelia. Y no habia misterio. ?No habia misterio, joder!

Hizo un gesto con los dedos sobre los labios y le encendi un cigarrillo.

– Cuando llego de Barcelona era casi una nina campesina con ojos asustados. Venia de un pueblecito burgues y dormido. Era huerfana, de una familia acomodada y venir a Madrid le valio la condenacion eterna de dos tias arrugadas y seguramente virgenes. Todavia no se como reunio valor para decidirse.

Se estiro hacia atras. El cigarrillo colgaba de su boca.

– Fue el ultimo ano de instituto. Desde el primer dia la adopte. Parecia tan desprotegida y a la vez era como si escondiera una gran potencia contenida. Quien sabe -sonrio distante-, quiza yo tambien sucumbi a su encanto contradictorio. Le meti tijera a sus faldas, la lleve a discotecas y la maquille por primera vez. ?Has leido Pigmalion?.

Asenti, pero no era una verdadera pregunta, o al menos no estaba dirigida a mi. La ceniza se acumulaba en la punta de su cigarrillo.

– Fue como en la obra. La cincele poco a poco. El peinado, las lecturas, las pelis. Hasta planifique su desvirgamiento. Fue un novio mio que estaba como un tren, pero no era imbecil. Era un tipo inteligente y me queria. Me costo, pero al fin accedio: eramos modernos y todo eso. Lo discutimos a tres bandas y los puse de acuerdo. El lo hizo por mi, porque ella no le atraia. ?Sabes que ocurrio despues?

Le quite el cigarrillo, sacudi la ceniza y volvi a ponerlo en sus labios.

– Te dejo por ella.

– Exacto. Y ni siquiera pude odiarla. No sabia volar sola y yo era sus alas.

– Hasta que despego por su cuenta.

– Aja. Pero poco a poco y siempre conmigo empujandola a saltar. Se metio en politica por mi. Ya estudiabamos Derecho. Yo estaba enrollada entonces con un trotsquista que era un sueno y aunque sus discursos me parecian chino basico, nuestros cuerpos no necesitaban traductores. Comence a militar. Una vez invitamos a Noelia a un mitin y desde entonces se hizo habitual. Al poco tiempo era todo un personaje, se lo tomaba muy en serio. En las reuniones se encargaba de las tareas que los demas evitabamos…

Se interrumpio para fumar y dejo de hablar en voz alta, pero sus ojos decian que la historia seguia en su memoria.

– Y tu amante revolucionario acabo en la cama de Noelia, ?no es asi?

Me miro un poco sorprendida.

– ?Como lo sabias?

– No olvides que soy escritor. O casi.

– Si. Me dejo por ella. Todos lo hacen. Total, yo soy fuerte y blindada. Nina no se asusta por los golpes de la vida, asi que ?para que evitarle dolores? Noelia, en cambio, es tan fragil… Siempre asi. Todos me dejan por ella. -Una lagrima se despeno mejilla abajo-. Y tu tambien lo haras, cuando la encuentres. Tu tambien.

Le quite el cigarrillo de la boca y lo aplaste en el cenicero. La bese con suavidad, como si su boca fuera una herida. Y tal vez lo era.

– No te menosprecies -susurre-. Sos una mina fenomena.

Las lagrimas caian, pero el anticipo de una sonrisa le ilumino la cara:

– ?Una que? -hipo.

– Una mina: una chavala, una mujer de bandera -traduje-. Una flor de mina, un poco piantada, pero una flor de mina.

Lanzo una carcajada y me abrazo con fuerza.

– Promete que cuando encuentres a Noelia no me dejaras.

– No se me dan muy bien los compromisos, Nina -adverti-. Ademas, apenas me conoces. No puedo importarte demasiado.

Separo un poco su cara y me miro a los ojos.

– Puedo enamorarme de ti. Lo se.

– No podes. Yo estoy casi muerto, ?recuerdas?

Se puso de pie, un poco ofendida.

– No me tomas en serio. Pero voy a sacarte de esta. -Apreto los punos, dio un paso y apoyo su pubis contra mi cara-. ?Y no me digas si puedo o no puedo enamorarme de ti!

Se volvio furiosa y corrio al dormitorio.

Me sente sobre los talones y deje que mis ojos descansaran en el marco de la puerta. Suspire y apague la computadora. Escondi el disco de Noelia en un estante de libros, detras de las obras completas de Bertold Brecht. Me tumbe en la alfombra, pensando en las palabras de Nina. Suspire otra vez. Estaba hasta las manos y lo sabia. No a causa de las amenazas del Jamon Calibre 45, que en ese momento era un recuerdo remoto y ajeno.

Era algo mas peligroso.

Yo tambien empezaba a enamorarme de Nina.

Y de Noelia.

7

Era un centro cultural cruzado con local de diseno, en pleno barrio de Chueca. Lleno de gente en una ciudad que parecia deshabitada. Todos eran terriblemente felices, todos estaban terriblemente sanos y yo me sentia terriblemente apatico. La puerta era un gran agujero irregular en la pared pintada de negro y salpicada de pequenas luces. Un numero de brillante neon rojo identificaba el lugar como un posmoderno templo de la

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