– Disculpe, signora, no he oido lo que decia. Estaba pensando en su marido.
– Si existe la manera de impedir que esto llegue a los medios -repitio ella.
Sin duda se referia a los cargos de adopcion ilegal que serian formulados contra ellos, pero Brunetti penso instantaneamente en las brutales tacticas de los carabinieri: evidentemente, al Estado le convenia que no aparecieran en la prensa. Pero, en el caso de que los arrestos llegaran a ser de dominio publico -y aqui intervino el recuerdo del telediario de aquella manana para decirle que ya lo eran-, convendria a los Pedrolli que tambien se difundiera el trato que habian sufrido a manos de los carabinieri.
– En su lugar, signora, yo esperaria a ver como lo presentan.
– ?Que quiere decir?
– Usted y su marido cometieron un error llevados del amor, segun me parece -empezo Brunetti, consciente de que estaba aleccionando a una testigo o, incluso, ayudando a una sospechosa. Pero, a su modo de ver, mientras se limitara a referirse al comportamiento de los medios, no podia haber nada reprobable en lo que pudiera decir ni en las advertencias que pudiera hacer-. Por lo tanto, quiza decidan tratarlos con benevolencia.
– No si los carabinieri hablan los primeros -dijo ella, demostrando poseer un excelente conocimiento de los resortes mediaticos-. No tienen mas que mencionar al agente herido para que todo el mundo se nos eche encima.
– Quiza no, signora, cuando se conozca el trato sufrido por su esposo y por usted, naturalmente.
A veces, preocupaba a Brunetti la creciente ferocidad de su desprecio hacia los medios de comunicacion. Tenia la impresion de que todo lo que tenia que hacer un criminal era presentarse como una victima para que el clamor popular se oyera hasta en Roma. Pon una bomba, roba un banco, deguella a alguien, poco importa: cuando los medios deciden que el acusado ha sufrido maltrato o cualquier injusticia, por mucho tiempo que haga de ello, esa persona se convierte en tema de largos articulos, de editoriales y hasta de entrevistas. Y aqui estaba el ahora, practicamente ensenando a una sospechosa a presentarse bajo ese aspecto.
Brunetti salio de su ensimismamiento y volvio a centrar la atencion en la signora Marcolini.
– … volver con mi marido -la oyo decir.
– Desde luego. ?Podria volver a hablar con usted, signora? -pregunto, sabiendo que tenia autoridad para llevarla a la questura y retenerla alli varias horas, si queria.
– Antes deseo hablar con un abogado -dijo ella, con lo que gano varios puntos en la estima de Brunetti. Conociendo el apellido de la familia que la respaldaria y protegeria, Brunetti no dudaba de que su representante legal fuera el mejor.
Brunetti penso en preguntarle por el hombre que tan claramente habia apabullado a Patta en la breve escena que habia tenido lugar delante de la habitacion de su marido, pero considero que mas valdria callarse ese conocimiento.
– Desde luego, signora -dijo sacando una tarjeta de la cartera y entregandosela-. Si en algo puedo ayudarla, llameme.
Ella tomo la tarjeta, la guardo en el bolsillo de la falda sin mirarla y movio la cabeza de arriba abajo antes de volver a entrar en la habitacion de su marido.
Brunetti salio de la planta y del hospital y se encamino hacia la questura, repasando mentalmente su ultima conversacion con la signora Marcolini. Su preocupacion por su marido parecia sincera. Entonces se puso a pensar en el juicio de Salomon y la historia de las dos mujeres que afirmaban ser madres de la misma criatura. La verdadera madre, por amor a su hijo, renuncio a el ante la decision de Salomon de cortar al nino por la mitad, a fin de que cada mujer tuviera una parte, mientras que la falsa no hizo objecion alguna. Era una historia repetida hasta la saciedad que se habia convertido en parte integrante de la memoria colectiva.
Entonces, ?por que la signora Marcolini no habia mostrado curiosidad por la suerte del nino?
CAPITULO 10
Al llegar a la questura, Brunetti decidio ver si Patta habia llegado y, al subir, lo sorprendio encontrar a la signorina Elettra detras de su mesa, trabajando. A primera vista, parecia una estampa de la selva: camisa con colorista estampado de ramas y pajaros, un par de diminutas patas de mono asomando por debajo del cuello y, completando el efecto tropical, un panuelo tan rojo como el culo de un babuino.
– Pero si hoy es martes -dijo Brunetti al verla.
Ella sonrio y levanto una mano en ademan de reconocimiento de la debilidad humana.
– Lo se, lo se, pero el vicequestore me ha llamado a casa para decir que estaba en el hospital y yo me he brindado a venir porque el no sabia cuanto tardaria en llegar. -Y, con una voz en la que Brunetti detecto verdadera preocupacion, pregunto-: ?Es que se ha puesto malo?
– Ah, signorina -sonrio Brunetti, esa es una pregunta a la que mi concepto del buen gusto y la ecuanimidad me impiden contestar.
– Claro -dijo ella sonriendo a su vez-. Me temo que voy a tener que usar esa impagable expresion de los politicos cuando son pillados en renuncio: «un lamentable desacierto semantico». Queria decir por que se encontraba en el hospital cuando me ha llamado.
– Lo he visto alli hace cosa de una hora -dijo Brunetti-. Estaba delante de la habitacion de un hombre, un pediatra llamado Pedrolli, que ha sido herido durante una incursion de los carabinieri en su casa.
– ?Por que iban a querer arrestar a un pediatra los carabinieri? -pregunto ella, y Brunetti observo la expresion con la que ella sopesaba posibilidades.
– Parece ser que, hace ano y medio, el y su mujer adoptaron ilegalmente a un recien nacido -explico Brunetti-. Anoche los carabinieri entraron en varias casas de distintas ciudades, entre ellas, la suya. Debian de estar informados de lo del nino. -Al decirlo, Brunetti reparo en que esa era una deduccion que el habia hecho a partir de lo que habia insinuado Marvilli, quien se habia mostrado extranamente evasivo al respecto, y no una informacion explicita que le hubiera dado el capitan.
– ?Que ha sido del nino? -pregunto ella.
– Me temo que se lo han llevado.
– ?Que? ?Quien se lo ha llevado?
– Los carabinieri -dijo Brunetti-. Por lo menos, eso me dijo uno.
– ?Por que han tenido que hacer eso? -Ella habia levantado la voz, y preguntaba en tono perentorio, como si Brunetti fuera el responsable de la suerte del nino. Al no obtener respuesta, la joven insistio-: ?Adonde se lo han llevado?
– A un orfanato -fue la unica respuesta que Brunetti pudo dar-. Supongo que es ahi donde dejan a los ninos hasta que encuentran a los verdaderos padres o hasta que el tribunal decide que se hace con ellos.
– No; yo no me refiero a eso. ?Como han podido llevarse a un nino despues de mas de un ano?
Nuevamente, Brunetti se encontro en el trance de tratar de justificar lo que creia injustificable.
– Parece ser que el medico y su esposa consiguieron el nino ilegalmente. Ella casi me lo ha confesado. Los carabinieri quieren encontrar a la persona que organizo… la venta o lo que fuera. El capitan con el que he hablado me ha dicho que estan buscando a un intermediario que ha gestionado varios de los casos. -Omitio que Marvilli no habia mencionado al intermediario en relacion con los Pedrolli.
La signorina Elettra apoyo los codos en la mesa y bajo la cabeza escondiendo la cara en las manos.
– Toda la vida he oido contar chistes de carabinieri, pero nunca habria creido que pudieran llegar a ser tan estupidos -dijo.
– No son estupidos -dijo Brunetti rapidamente, aunque sin gran conviccion.
Ella separo las manos y lo miro:
– Entonces son crueles, lo que es peor. -Aspiro profundamente, y Brunetti supuso que iba a asumir una actitud mas profesional.
– Entonces, ?que hacemos? -pregunto ella al cabo de un momento.
– Parece ser que Pedrolli y su esposa fueron a una clinica, imagino que particular, de Verona. Una clinica especializada en fertilidad o, por lo menos, que trata problemas de esterilidad. Me gustaria que viera si encuentra un centro de esas caracteristicas en Verona. Otras dos parejas que adoptaron ilegalmente pasaron por la misma clinica.