afectuosa reaccion por parte de la chica. No hay que admitirlo demasiado pronto, por supuesto. Uno no debe comportarse, me dijo, con debilidad e incompetencia, siempre hay momentos mucho mas seguros despues, cuando necesitas mostrar dicha debilidad como una caracteristica muy humana.

Sin embargo, como tenia la vista perfecta, no me era demasiado facil utilizar este truco. Tenia que llegar alli temprano y recurrir a la pretension de estar-absolutamente-absorto-en-el- libro. El dia de nuestra cita, por la tarde, temblaba, dos de mis mejores unas estaban hechas polvo y mi vejiga se habia estado llenando todo el dia con la misma velocidad que la cisterna de un water. Mi pelo estaba bien; tras muchas deliberaciones, decidi lo que me iba a poner; me cambie los calzoncillos (otra vez) despues de una reinspeccion de ultima hora, y escogi el libro con el cual queria que me descubriera: los Contes Cruels de Villiers de l'Isle-Adam. Ya lo habia leido, de modo que estaria bien preparado en caso de que resultara que ella tambien.

Todo esto puede sonar cinico y calculador, pero no me haria justicia. Se debia, como me gustaba pensar (quiza todavia lo pienso), al normal deseo de agradar. Era mas una cuestion de como imaginaba que a ella le gustaria que yo apareciese, que de como me gustaria a mi aparecer ante ella.

– ?Salut!

Di un respingo y aparte a Villiers. La sacudida y la emocion hicieron que mis ojos perdieran el enfoque. Eso soluciono el problema de reconocerla o no.

– ?Oh, hum, salut!

Comence a levantarme cuando ella empezaba a sentarse. Ambos nos quedamos inmovilizados, nos reimos y acabamos por sentarnos. De manera que ella era asi. Si, un poco mas delgada de lo que recordaba y (cuando se quito el impermeable) hum, si, em, muy bien, no eran enormes pero eran… bueno, ?reales? Solo quedaban Alma y Cuitas. Tenia el pelo castano oscuro, con raya al centro y le llegaba liso hasta los hombros, donde se curvaba hacia arriba. Los ojos eran bonitos, marrones y, supongo, de tamano y forma normales, pero muy vivos. La nariz funcional. Gesticulaba muchisimo mientras hablabamos. Creo que lo que mas me gustaba de ella eran las partes que se movian, sus manos, sus ojos. Cuando hablaba la mirabas tanto como la escuchabas.

Charlamos de las cosas mas obvias: mi tesis, su trabajo en un archivo fotografico, Durrell, cine, Paris. Es lo que se hace normalmente, a pesar de esas fantasias sobre lazos instantaneos de las mentes, el descubrimiento gozoso de asunciones compartidas. Estabamos de acuerdo en la ma¬yoria de las cosas; teniamos que estarlo, dada mi ansia co¬barde de quedar bien. No quiero decir que asintiera a todo lo que Annick decia; por ejemplo, no deje de demostrar cierto desacuerdo con el sentido de humor de Bergman (sosteniendo gallardamente que carecia de el). Pero habia decoro natural en nuestras investigaciones; lo unico im¬portante que asumiamos ambos es que no ibamos a dis¬gustarnos el uno al otro.Despues de un par de copas, se nos ocurrio ir al cine. En ultima instancia no se puede estar hablando eternamente y lo mejor es ofrecer, lo antes posible, una pequena experiencia compartida. Nos decidimos pronto por la ultima de Bresson, Au Hasard, Balthazar. Con Bresson sabe uno donde esta (o al menos donde se supone que esta). Asperas, con una mentalidad independiente y rodadas en un blanco y negro intelectual; eso era lo que se decia de sus peliculas.

El cine estaba cerca, era de los que hacian descuento a los estudiantes incluso en la sesion de noche y habia bastante gente con aspecto enrollado mirando los fotogramas que habia afuera. Pasaron la habitual tanda de nefastos y grotescos comerciales, representando animales de especies imposibles de identificar. Durante mi anuncio favorito, el de la matrona que exige con voz estridente Demandez Nuts, me vi obligado a ahogar mi acostumbrada, despectiva, afectada y anglosajona risita. Pondere la posibilidad de comparar los anuncios franceses con los ingleses, pero no di con una frase redonda, de modo que no me moleste en esperarla. Esa era otra de las ventajas que suponia ir al cine.

Al salir, deje pasar el minuto de costumbre para superar la primera reaccion de demasiado-impresionados-para-hablar, y luego:

– ?Que te ha parecido? -(Es lo primero que se dice).

– Muy triste. Y muy autentica. La mar de…

– ?Integra?

– Si, eso es, integra. Honesta. Pero tambien con una gran dosis de humor. Un humor triste.

La integridad no puede fallar. Es una cosa digna de admiracion. Bresson era tan integro que en una ocasion, cuando intentaba filmar el silencio de cierto bosque lugubre, mando por delante hombres armados con escopetas para matar a los pajaros, cuyo regocijo desentonaba en ese escenario. Le conte la anecdota a Annick y estuvimos de acuerdo en no saber como juzgarla. ?Lo hizo porque penso que era imposible simular un bosque sin pajaros con una cinta virgen por banda sonora? ?O por un profundo y puritano sentido de la honestidad?

– Quiza no le gustan los pajaros -dije en plan de chiste, despues de repetirme la frase mentalmente para poder soltarla como si tal cosa.

En este punto de una relacion, cada risa vale el doble, cada sonrisa es una razon para felicitarse uno mismo.

Flaneamos (en el mas amplio sentido del termino) hasta un bar, nos tomamos un par de copas rapidas y la acompane a la parada del autobus. Charlamos bastante rato y, durante los permitidos instantes de silencio, estuve dandole vueltas a cuestiones de etiqueta. Conseguimos traspasar la barrera del vous/tu casi sin notarlo, aunque era mas una asuncion de las convenciones entre estudiantes que otra cosa. Pero -me preguntaba- ?y el primer beso? Y en todo caso, ?podia llegar tan pronto? No tenia ni idea de las costumbres francesas, aunque sabia que no debia hacer preguntas: baiser, despues de todo, tambien significa follar. Estaba totalmente despistado respecto a lo permitido o esperado. Toni y yo soliamos recitar:

Un beso a la vez primera,

puede ser tu perdicion.

Un beso a la segunda,

no hay miedo de que no te cunda.

?Pero un beso a la tercera…

solo un subnormal espera!

Pero esto lo escribimos con la suficiencia que da la inexperiencia y, de todos modos, no debia tener validez mas alla de nuestro pais. Mas tarde, me atuve, como es natural, a las costumbres locales. Aprovechar la asiduidad del apreton de manos. Dale tu manaza, aprieta la de ella mas tiempo del necesario y entonces, con lentitud pero con una fuerza sensual irresistible, atraela gradualmente hacia ti, mirandola a los ojos como si te acabasen de regalar la primera edicion secuestrada de Madame Bovary. Buena idea.

Llego su autobus y adelante una mano indecisa. Ella la asio con rapidez, me rozo la mejilla con los labios antes de que pudiese reaccionar, se libero de mi flojo apreton, saco el pase del autobus, grito A bientot y desaparecio.

?La habia besado! ?Eh, habia besado a una francesa! ?Yo le gustaba! Y, por si fuera poco, ni siquiera habia tenido que pasarme semanas rondandola antes de saber algo de ella.

Me quede mirando el autobus hasta que se marcho. Si hubiese sido uno de los antiguos, Annick se habria quedado de pie sobre la plataforma abierta, con una mano agarrada a la barandilla y la otra levantada, palidamente iluminada por una farola solitaria haciendo un leve ademan de despedida. Podria haber sido una emigrante desbordada por las lagrimas en la popa de un barco a punto de zarpar. En realidad, las puertas neumaticas se cerraron tras ella con el ruido sordo de las gomas, y deje de verla mientras el autobus rezongaba y se sacudia alejandose.

Anduve hasta el Palais Royal impresionado conmigo mismo. Me sente en un banco del patio y aspire el aire calido de la noche. Sentia que, de repente, todas las cosas encajaban. El pasado habia quedado atras. Yo era el presente, el arte estaba aqui, y la historia, y ahora la promesa de algo muy

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