hacer caso. Pero aunque no me hagas caso, recuerda el viejo proverbio franchute (que traduzco para tu cerebro enamorado): «En el amor hay siempre uno que besa y otro que ofrece la mejilla.» A proposito, ?quieres que te envie algunos condones?
Portate mal y mete uno a mi salud.
Un abrazo,
Toni
Era el tipo de carta que solo lees a medias, te hace sonreir y la dejas por ahi. Tiene sentido, en parte, aconsejar a los que carecen totalmente de experiencia, pero dar consejos a aquellos para quienes la vida se ha vuelto muy amarga o desmesuradamente dulce, es malgastar sellos. Ademas, Toni y yo comenzabamos a distanciarnos. Los enemigos que nos proporcionaron una causa comun ya no existian. Nuestros entusiasmos adultos iban a ser menos afines que nuestros odios adolescentes.
Asi pues, el unico consejo que aceptaba entonces era:
– No, asi no.
– Perdon, ?asi?
– Casi…
– Sera un milagro acertar…
– Asi esta mejor.
– Ah, ya veo…
– Mmmm.
Y al cabo de un rato, era yo quien soltaba los mmmms y aaahhhhs. La practica, como empece a descubrir, era realmente distinta de la teoria. En el colegio, por supuesto, habiamos leido todo lo necesario. Estudiabamos
No puedo decir que los textos que estudiamos nos hicieran dano alguno. Todo lo que les reprocho son sus implicaciones equivocas sobre el funcionamiento y distribucion de musculos y tendones. La primera vez que intente con Annick algo remotamente exploratorio (no es que lo deseara con particular anhelo, pero pense que si no lo hacia, ella iba a creer que yo carecia de un ritmo natural propio), me lleve un gran susto. Habiamos empezado de la forma que yo habria llamado, desdenosamente, la postura del misionero (hoy considero que los misioneros se la sabian larga) y decidi colocarme, como si nada y espontaneamente, a horcajadas sobre ella y de rodillas. Levante la pierna derecha sobre la pierna izquierda de Annick, y la doble al tiempo que le sonreia. Luego intente mover la pierna izquierda. Ya la tenia encima de su pierna derecha, cuando el movimiento me propulso hacia adelante y mi cabeza aterrizo de lleno sobre su oreja derecha. Annick se retorcio para escapar a mi involuntario cabezazo. Senti como si la ingle se me desgarrara en el lado izquierdo y la polla me quedo atrapada y como a punto de partirse en dos. La pierna derecha se me quedo inmovilizada en una posicion insostenible, mis ojos, nariz y boca, fuera de juego hundidos en la almohada, y mis brazos solo eran capaces de empujar en direcciones inutiles.
– Perdona, ?te he hecho dano? -musite al girar la cabeza (ay, otra vez) y conseguir un poco de aire.
– Casi me rompes la nariz.
– Perdon.
– ?Que querias hacer?
– Intentaba esto… aaaahhhh.
Me encalle de nuevo, aunque esta vez mi desalentada polla se escurrio hacia afuera, y yo me desplome hacia un lado con lentitud.
– Ah, ya veo.
Me coloco en posicion, se doblo y levanto el cuerpo ligeramente, mientras yo movia las piernas, primero una y luego la otra, y, de repente, lo hicimos. ?Lo hicimos! ?Una postura! A horcajadas, ?funcionaba! El hincha de la carraca estaba encantado. Aliron, aliron.
– ?Por que querias hacerlo? -pregunto Annick con una sonrisa cuando me sente sobre ella sonriendo burlonamente. (Oh Dios, quiza no se debia hacer asi, ni siquiera con catolicas que ya hubieran dado el mal paso.)
Pero no, su sonrisa era de una confusa tolerancia.
– Pense que podria ser agradable -respondi. Luego anadi con mas sinceridad -: Lo habia visto en un libro.
Sonrio.
– ?Y lo fue? -pregunto quitandose el pelo de la cara.
(Bueno, no dolia, pero por otro lado supongo que no habia sido para tanto. Las piernas estaban demasiado tensas. Uno se sentia como un culturista en pose, cada centimetro cubico en tension a la espera del gesto aprobatorio de los jueces. Y, encima, de pronto cai en la cuenta, era imposible moverse ni un milimetro. Todo el trabajo lo tenia que hacer tu pareja).
– No estoy seguro.
– ?Decia el libro que era agradable?
– No me acuerdo. Solo decia que era una de las cosas que se podian hacer. No lo diria si no fuese agradable.
Considere casi para mi mismo si seria esa una de las posturas que mejoraban con el uso de lubricantes. Entonces, la solemnidad de mi voz fue ya demasiado para Annick. Se echo a reir, yo me eche a reir, mi polla se salio atacada por esos espasmos musculares desconocidos y acabamos fundiendonos en un abrazo.
Cuando mas tarde medite sobre aquel dialogo, comprendi que fue esa comica sinceridad la que me condujo a reflexiones mas graves, esas reflexiones que se muerden la cola. Las noches en que dormia solo me interrogaba a mi mismo, hurgaba en busca de senales o indicios. Me quedaba despierto cavilando sobre el amor y, de mi propia vigilia, deducia el amor.
Con ella era diferente, facil. Su sinceridad era tambien contagiosa, aunque sospecho que en mi caso era tanto una funcion del animo como del intelecto. Annick fue la primera persona con quien me relaje de verdad. Previamente -incluso con Toni-, no habia sido sincero mas que con el proposito de una candorosa rivalidad. Ahora, aunque para el observador externo la impresion fuera la misma en el fondo era distinta.
Descubri que era sorprendentemente facil acostumbrarse a esa nueva modalidad, aunque se necesitaba un empujoncito. La tercera noche que pasamos juntos, mientras nos desnudabamos, Annick pregunto:
– ?Que hiciste a la manana siguiente de acostarte conmigo?
Oculte de momento mi confusion por el hecho de estar quitandome los pantalones. Pero como vacile, ella continuo:
– ?Y que sentiste?
Todavia peor si cabe. No podia admitir francamente que senti una mezcla de gratitud y de presuncion, pense.
– Queria que te fueras para escribir ocurrido -dije cautelosamente.
– ?Puedo leerlo?
– No, por Dios. Bueno, todavia no. Quiza mas adelante.
– De acuerdo. ?Y que sentiste?
– Presuncion y gratitud. No, alterando el orden. ?Y tu?
– Me parecio una experiencia divertida acostarme con un ingles, comoda porque hablabas frances, culpable pensando en lo que diria mi madre, estaba ansiosa por contarles a mis amigas lo que habia pasado e… interesada.
Entonces hice algunos comentarios desatinados y torpes, alabando su