sinceridad y le pregunte como se habia entrenado para actuar de ese modo.

– ?Que quieres decir con «entrenado»? Eso no se aprende. Dices lo que quieres decir o no. Ya esta.

Al principio me parecio que aquello sonaba a mas vale algo que nada, pero con el tiempo lo comprendi. La clave de la franqueza de Annick era la inexistencia de una clave. Como la bomba atomica: el secreto es que no hay secreto.

Hasta que conoci a Annick, siempre habia tenido la certeza de que el cinismo y el descreimiento en los que yo me movia, mas la sumisa confianza en la palabra de cualquier escritor imaginativo, eran las unicas herramientas posibles para la dolorosa extraccion de verdades, arrancadas del entorno hipocrita y falaz que nos rodea. La busqueda de la verdad parecia hasta entonces una postura combativa. Ahora, si no de repente si al cabo de pocas semanas, me preguntaba si no se trataba de algo mas sublime -por encima del supuesto conflicto- y mas simple, que se lograba no con esfuerzo sino con una sencilla mirada al fondo de uno mismo.

Annick me enseno que era la sinceridad (al menos el principio) y me ayudo a aprender lo que era el sexo. A cambio yo le ensene… bueno, ciertamente nada que pueda englobarse en un nombre abstracto. Al cabo de cierto tiempo, esto fue una especie de chiste privado entre los dos, una confirmacion de la personalidad nacional: los franceses se ocupan de las cosas abstractas, de lo teorico, de lo general; los ingleses de los detalles, el acabado, la conclusion, las excepciones, lo particular. No creiamos que fuera mas que una verdad a medias, en escala mayor, pero en nuestro caso concreto parecia encajar.

– ?Que piensas de Rousseau? -le preguntaba; o del existencialismo, la funcion del cine en la sociedad, la teoria del humor, el proceso de descolonizacion, la mitificacion de De Gaulle, los deberes del ciudadano en tiempos de guerra, los principios del arte neoclasico o de Hegel.

Al principio, ella me parecia descorazonadoramente bien educada a la francesa, manejando teorias con la misma facilidad con que comia espaguetis, utilizando citas para apoyar sus opiniones, moviendose con soltura de una disciplina a otra.

Me costo semanas poder derribar sus defensas de una forma sustancial y, para entonces, mi creencia en un sistema britanico de intuicion personal fortuita -en gros el Callejeo Provechoso- se habia venido abajo. Hablabamos de Rimbaud cuando, de repente, me di cuenta de que todas las citas que ella utilizaba para defender su idea de que Rimbaud era un romantico autodestructivo (en contra de mi punto de vista, segun el cual era el segundo poeta moderno despues de Baudelaire), provenian de los mismos poemas: Le Bateau Ivre, Voyelles y Ophelie. ?Habia leido Les Illuminations?

– No.

?Habia leido sus cartas?

– No.

?Habia leido el resto de sus poemas?

– No.

Mejor que mejor. Segui presionando por donde llevaba ventaja. No habia leido Ce qu'on dit au poete a propos des fleurs; no habia leido Les Deserts de l'Amour; no habia siquiera leido Une Saison en Enfer. No cabia duda, no entendia el significado de JE est un autre. Cuando termine, Annick pregunto:

?Que, te encuentras mejor?

?Que alivio! Creia que lo sabias todo.

– No. Solo que yo digo lo que se, ni mas ni menos.

– Mientras que yo…

– Tu sabes cosas que no dices.

– ?Y hablo de cosas que no se?

– Por supuesto, eso no hace falta decirlo.

Segunda leccion. Despues de la sinceridad de su reaccion, la sinceridad de su forma de expresarse. ?Pero como llego la conversacion hasta ahi? Pensaba que mo estaba recuperando y, de pronto, otra vez contra las cuerdas, mientras un pulgar de una esmaltada arrancaba el gelatinoso globo ocular.

– ?Por que sales ganando siempre?

– Eso no es verdad. Tan solo aprendo en silencio. Tu lo haces de forma melodramatica, por instruccion y no por observacion. Y te gusta que te digan que estas aprendiendo.

– ?Por que estas tan insoportablemente segura de ti misma?

– Porque tu crees que lo estoy.

– ?Y por que creo que lo estas?

– Porque nunca hago preguntas. «En la vida solo hay dos tipos de personas, los que preguntan y los que responden.»

– ?De quien es la frase?

– Ya empezamos. Adivinalo.

– No.

– Bueno. ?Oscar Wilde (en traduccion francesa, por supuesto), Victor Hugo, D'Alembert?

– La verdad es que no me importa.

– Si que te importa. A todo el mundo le importa.

– En todo caso, es una cita bastante ramplona. Seguro que te la has inventado tu.

– Claro que si.

– Lo sabia.

Nos miramos el uno al otro, un poco excitados tras nuestra primera pelea. Annick se retiro el pelo que le cubria la mejilla derecha, abrio la boca y, parodiando la sensualidad peliculera, se paso la punta de la lengua por el labio superior. Dijo con dulzura:

– Vauvenargues.

– ?Vauvenargues! Vaya, no he leido nada de el. Solo lo he visto citado.

Annick se lamio tambien el labio inferior.

– ?Eres una cabrona! Estoy seguro de que es la unica frase de Vauvenargues que te sabes. Seguro que la has sacado de Bedier-Hazard.

– Il faut tout attendre et tout craindre du temps et des hommes.

– Et des femmes.

– Il vaut mieux…

– De acuerdo, de acuerdo, me rindo. No quiero oir mas. Eres un genio. Eres la Bibliotheque Nationale.

Hubo un tiempo en que la derrota me hacia llorar. Ahora me ponia agresivo y de mal humor. La mire y pense que me seria facil odiarla.

El cabello le caia otra vez sobre la cara. Se lo retiro y separo levemente los labios. Podia seguir siendo una parodia, pero si lo era podia muy bien tomarse en serio. Me lo tome en serio.

Cuando terminamos de hacer el amor, ella se aparto de mi rodando y se quedo sobre el lado izquierdo. Mire de soslayo su cuerpo pequeno y, echandome de espaldas, me parecio haber envejecido varias semanas. ?Que extrano que el Tiempo diese estos repentinos saltos de conejo! A este paso, pronto maduraria hasta alcanzar mi verdadera edad. Mire un grupo de pecas que subian y bajaban al compas de su respiracion, y recorde las desesperadas y rebuscadas fantasias que Toni y yo elaborabamos. La posibilidad de castracion por los rayos X de los nazis me parecia extraordinariamente remota, la teoria A.C.T.

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