mesurado, que ingles! Lo dices como si me conocieras desde hace veinte anos y no desde hace unas semanas. ?A que se debe esa blandengue precision sentimental? ?Por que recurrir a una frase para decirme que ya tienes bastante? ?Por que no decirmelo por carta? Hubiera sido mejor. Escribeme una carta tan formal como te sea posible y hazla firmar por tu secretaria.

Se callo. Yo no sabia que decir. Se me acusaba de ser sincero: que ironico. Era la primera vez que una chica tenia un ataque de colera por mi. Las emociones inesperadas me dejaban confuso. Pero, al mismo tiempo, este arrebato estimulaba mi orgullo: el orgullo de la participacion y el orgullo de la instigacion. No importaba que la furia y el dolor de Annick hubieran sido provocados por mi falta de habilidad para utilizar la informacion: ahora son «mios». Son parte de «mi», de «mi» experiencia.

– Lo siento.

– No eres sincero.

– No quiero decir que lo sienta por haber cometido una falta, lo que pasa es que siento que hayas interpretado mal la situacion. Eso es lo unico que siento porque tu, precisamente, has intentando ensenarme a decir lo que siento y lo que quiero expresar. Soy incapaz de satisfacer tu necesidad de gestos emocionales extravagantes que no esten sustentados en sentimientos reales.

No era del todo honesto, supongo, pero lo bastante como para que no me importara la diferencia.

– Pensaba que te habia ensenado a ser sincero, no cruel.

Una frase muy francesa, pense (recordando lo dicho por ella sobre los ingleses y su flema). De repente me di cuenta de que -Dios mio, otra primera vez- ella estaba llorando.

– No llores -dije, y la dulzura con que lo dije me cogio por sorpresa.

Ella siguio llorando. No pude evitar mirarla a la cara y pensar, muy a mi pesar, que ahora me parecia mucho menos atractiva; su boca imbesable, el pelo pegado a las mejillas por las lagrimas, y las contorsiones del llanto creando, inesperadamente, bolsas bajo los ojos y patas de gallo. No se me ocurria que hacer. Me levante, rodee la mesa para acercarme a ella (poniendo la mantequilla fuera del alcance de su pelo mientras me movia), y me arrodille a medias, con bastante torpeza, a su lado. No podia quedarme de pie y ponerle el brazo por encima de los hombros -pareceria condescendiente-; no podia arrodillarme del todo - pareceria servil -; asi que me quede a medio camino, con el brazo a una altura suficiente como para rodearle los hombros.

– ?Por que lloras? -pregunte estupidamente.

Annick no respondio. Sacudia los hombros: ?sollozaba

violentamente o intentaba liberarse de mi brazo? ?Como saberlo? Habia llegado el momento de ser tierno, pense. Lo fui, sumido en un desconcertado silencio, durante un rato. Sin embargo, la escena llego a ser bastante fastidiosa.

– ?Lloras porque he mencionado a esa chica?

– No hubo respuesta.

– ?Lloras porque crees que no te amo lo suficiente?

No hubo respuesta. Estaba perplejo.

– ?Lloras porque me amas?

Siempre cabia la posibilidad, pense.

Annick se marcho. Se deshizo de mi brazo, se levanto, cogio su bolso de encima de la mesa, ignoro su ejemplar de L'Express, y se largo antes de que yo pudiese abandonar mi extrana postura. ?Por que ocultaba su rostro mientras se iba? Me quede intrigado. ?Por que inclino la cabeza para que el cabello le tapase la cara? ?Habia terminado de leer L'Express? ?Por que se habia ido? ?Me habia dejado o se habia ido solamente al trabajo? ?Como averiguar todo esto? Dificilmente podia llamarla a la oficina y pedirle que me especificara cual era el significado de su partida. Me acerque a la maquina tragaperras e introduje uno o dos francos de los viejos. Pierdes algo, pierdes algo. Me senti Humphrey Bogart.

De modo que, para variar, trabaje; no en la Bibliotheque Nationale, donde cabia la remota posibilidad de tropezarme con Annick, sino en el Musee du Theatre. Despues de un par de horas de revolver enormes ficheros que se referian, principalmente, a oscuras actrices de la decada de 1820 a 1830, me senti moralmente mejor y sexualmente mas estable; quiza los grabados de mujeres muertas hacia tiempo era lo que en ese momento me hacia sentir mas animado.

Tras un breve descanso para comerme un croque, el espectaculo de la gente real comenzo a deprimirme otra vez. Me deje caer en el Rex-Alhambra, donde estaba programado un ciclo de Gary Cooper. Dos horas mas tarde, reanimado por lo irreal, me senti capaz de volver al piso. Despues de todo, puede que ella hubiera vuelto alli, dispuesta a decirme lo mal que me habia interpretado. Luego, nos acostariamos (los libros decian que era todavia mejor despues de una pelea). Por otra parte, puede que me estuviese esperando con una pistola o un cuchillo (la cuchilleria francesa parecia inventada para el crime passionnel). A lo mejor habia una nota. Incluso un regalo.

No habia nada, por supuesto. El piso estaba tal y como yo lo habia dejado. Empece a buscar pruebas de una visita secreta de Annick durante el dia; podia haber movido algo, haber puesto un poco de orden o dejado atras alguna senal que la delatara. Pero no encontre nada. Un cigarrillo fumado a medias seguia en su plato desde el desayuno, doblado y arrugado como un nudillo. Tenia que haber algo que la hiciese volver. Pero no fue asi; las cosas que necesitaba para pasar la noche nunca eran mas de lo que cabria en un bolso. Con todo, se habia llevado la llave, lo cual podia significar que volveria.

Esa noche fui a ver la pelicula de Melville que estuvimos a punto de ir a ver juntos. Me pasee tontamente por la entrada del cine hasta perderme los diez primeros minutos, y luego entre lleno de impaciencia. Pero la impaciencia no logro anular el desengano. No me gusto la pelicula.

A la manana siguiente encontre la llave en el buzon, pegada con celo a un trozo de carton. Registre concienzudamente el sobre pero no habia nada mas.

Me quede sentado durante un rato pensando en Annick. Cuanto la queria…, si es que la queria… De nino, mi abuela, que era la tipica abuela de cuento con grandes pechos y el pelo blanco, solia extender los brazos sobre nosotros, los ninos, y decir: «?Cuanto quereis a la abuela?» Los tres, uno tras otro, alargabamos los brazos, estirando las puntas de los dedos, y respondiamos: «Asi.»

Pero ?es posible la medicion en una escala mas sutil que esa? ?Acaso no sigue siendo una cuestion de gestos espectaculares, de garantias apocalipticas? Y, en cualquier caso, ?no se necesita una escala de valores para establecer comparaciones? ?Como juzgar la primera escapada? Podia haberle dicho a Annick que la queria mas que a mi madre, tal y como hubiese podido decirle que de todas mis novias era la mejor en la cama; pero tales alabanzas carecian de valor.

Bueno, y volviendo otra vez a esa pregunta tan simple: ?la queria?

Depende de lo que se entienda por amor. ?Cuando se supera la linea divisoria? ?Cuando je t'aime bien se convierte en je t'aime? La respuesta facil es que uno sabe que esta enamorado cuando no hay posibilidad de duda, tal y como sabes si tu casa esta ardiendo. Y, sin embargo, esa es la cuestion: se intenta describir el fenomeno y se llega a una metafora o a una tautologia. ?Hay alguien que todavia sienta cosas como si estuviera flotando? ?O sienten tan solo la sensacion que creen que sentirian si estuvieran flotando? ?O sienten meramente que deberian sentir que estan flotando?

Las vacilaciones no indican falta de sentimiento, solo incertidumbre terminologica (y, quiza, las repercusiones de mi conversacion con Marion). En todo caso, ?no afecta la terminologia a la emocion? ?No deberia haber dicho je t'aime (y quien sabe si no habria dicho la verdad)? Del decir al hacer no hay mas que un paso.

Sentado con la llave en la mano, estos eran mis pensamientos.

Descubri que incluso una cuestion de semantica me ponia cachondo.

?Seria, pues, que la amaba?

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