historicas impedirian que me la arrebataras.

– No te entiendo.

– Pues vete a la mierda, Toni.

– La verdad no se por que te estas cabreando.

– Bueno, entonces uno de nosotros dos es estupido.

– De todas formas, es interesante, ?sabes? El otro dia busque el significado de mariageen un diccionario gabacho. ?Sabias que todas las expresiones que se citaban tenian connotaciones negativas?: mariage de convenace, d'interet, blanc, de raison, a la mode…, etcetera.

– ?Mariage d'inclination?

– Te equivocas.

– No. -Y colgue.

Y luego, recuerdo una manana encapotada hace seis anos. A las 11:30. De pie en la acera ante el juzgado de Kennington, con un pequeno y agudo dolor en la espalda y uno enorme e inconfundible en el estomago. Marion y yo estabamos uno al lado del otro intentando mantener unas sonrisas plausibles y mirando ansiosamente de soslayo para ver si alguien habia traido arroz ignorando nuestra prohibicion. Algunos amigos con camaras intentaban hacernos reir para fotografiarnos en poses ridiculas. Marion poso como si estuviese embarazada, poniendo los pies para dentro, tirandose hacia atras y pretendiendo sentir nauseas. Alguien (creo que Dave) trajo una pistola de anticuario, e intentamos persuadir a los transeuntes con edad adecuada para que posaran apuntandome. El problema era que nadie que pareciese lo suficientemente respetable como para ser el padre de Marion se atrevia a cometer el sacrilegio que se le pedia. Al final, una especie de vagabundo que arrastraba sus pertenencias en un carrito de la compra paso por alli, y conseguimos que se pusiera de espaldas al objetivo, apuntandome. Despues tuvimos que pelearnos con el para que nos devolviera la pistola, pues parecio considerarla como propina.

Cuando volvimos al piso de Marion a cambiarnos para la fiesta (el pacto con nuestros padres fue una fiesta «como debe ser» a cambio de una ceremonia como la que queriamos nosotros), descubri la razon del dolor en mi espalda: un alfiler que me paso desapercibido al desempaquetar mi nueva camisa blanca. En cuanto al otro dolor, el errante e indomito que afectaba mi estomago, me preguntaba, mirando el rostro amable, dulce, fuerte, feliz y adorable de Marion, si era miedo.

Marion me consiguio mi primer empleo de verdad. Por entonces, era profesor suplente en Wandsworth: veinticinco libras a la semana por el privilegio de que distintos ninos de diferentes cursos me pincharan las ruedas de la bicicleta cada semana, y el de que quinceaneros musculosos me preguntaran si era marica. Ni siquiera el apoyo de Toni (le encantaba que la gente tuviera trabajos que odiaba: lo llamaba «levadura social») pudo aliviar mi furioso aburrimiento. Afortunadamente, Marion venia a verme a mi aseptica habitacion alquilada; y yo me tumbaba mirando a traves del velo de su cabello las manchas de humedad del techo.

Un dia que ella estaba husmeando entre las notas de un tablero de anuncios de trabajo leyo: «Ewart Porter necesita aprendiz de escritor publicitario: 1.650 libras al ano, posibilidad de aumento de sueldo cada seis meses. Simpatico, capaz de amoldarse…» y todas las tipicas perogrulladas.

– No es exactamente lo que tenia pensado.

– ?Acaso lo de ahora si?

Para mi asombro me contrataron. Y para mayor un asombro, me gusto el trabajo. El desden de Toni fue neutralizado por la aprobacion de Marion. Ademas nunca me parecio un trabajo. Era como si te pagasen por hacer deporte, o crucigramas, y uno se volvia alegremente competitivo durante las grandes campanas. Recuerdo que colabore en el lanzamiento de una nueva margarina llamada Lift,[7] que, como era de suponer, justifico ampliamente nuestra broma de oficina, cuando deciamos que las ventas no despegarian del suelo. Queriamos superar todos los esloganes de las margarinas rivales: «Se extiende como una caricia» era el lema que adoptamos como prototipo de lo memorable. Trabajamos en cosas como: «Dele vuelo a su cocina» (un astronauta con pastelitos esponjosos), «?Sube? Venga conmigo» (un botones ante su ascensor con pastelitos esponjosos), e incluso -para una oferta especial – «A caballo volador no le mires el diente» (potro saltando vallas con pastelitos esponjosos). Era ridiculo pero divertido. Ademas, nunca me parecio una profesion peligrosa. Decian que habia poetas y novelistas en el mundo de la publicidad; aunque nunca podia recordar sus nombres cuando me preguntaban. Sabia que Eliot trabajo en un banco.

Tres anos despues, a traves de Dave, consegui un trabajo en la firma Harlow Tewson. Era una empresa que acababa de fundarse, pero sus regalos, cuyo diseno ya habia demostrado tener gancho, no faltaban en ninguna cocina con suelo de corcho, en ningun cuarto de bano con paneles de pino ni en ningun llamativo Renault 4. He preparado las ediciones de estos libros durante cinco anos sin arrepentirme. Tampoco me ha hecho sentir despreciable: no estamos en contra de ganar dinero, pero contratamos buenos profesionales y editamos buenos libros. En estos momentos, por ejemplo, trabajo en un libro sobre la pintura renacentista italiana: se publicara coincidiendo con la emision de una serie televisiva de documentales dramaticos basados en Vasari. Toni -que se opone a la idea de que los artistas tengan una vida ademas de una obra- ya ha pensado por nosotros los titulos de los capitulos: Buonarotti descarga un mazazo, Leonardo consigue Fortuna, Sandro folla, Masaccio…, etcetera. Siempre hay etceteras con Toni.

– ?Que haces cuando te vas a pasear, Chris?

(En otro tiempo habria contestado, no sin honestidad, pero un poco escurriendo el bulto: «Para tu deleite, tonificar los musculos», o algo asi. Pero ya he abandonado -creo- las verdades a medias, como he abandonado mi interes por la metacomunicacion: maravillosa en teoria, pero no demasiado fiable en la practica.)

Supongo que meditar un poco.

?Sobre que?

Ella parecia ligeramente preocupada, como si pensara que tendria que hacer lo mismo pero le faltara tiempo. -Oh, sobre todo en profundas trivialidades.

– En todo. El pasado, el futuro; en todo. Como una especie de confesion laica. Rezo, amo y recuerdo.

Otra vez, una sonrisa preocupada. Se acerco a mi y me beso. Me parecio que queria metacomunicarme el hecho de que queria besarme (y por una vez deje que me observara).

– Te quiero -dijo, suspirando sobre mi hombro.

– Tambien yo te quiero, asi de frente.

– Magnifico.

– Y de espaldas.

Marion dejo escapar una risita. En el matrimonio, se dice, todos los chistes malos son buenos.

Otra de las reconfortantes listas que elaboro es la lista de razones por las que me case con Marion.

Porque la queria, por supuesto.

?Por que la queria, entonces?

Porque era (es) sensata, inteligente, guapa.

Porque no usaba el amor para descubrir el mundo: no miraba a la otra persona (supongo que me refiero a mi) como herramienta para obtener informacion.

Porque tardo en acostarse conmigo, pero no se resistio con principios remanidos; y despues no demostro arrepentimiento alguno.

Porque en el fondo, pienso, a veces, me inspira cierto temor.

Porque una vez le pregunte: «?Me querras pase lo que pase?», y ella contesto: «Tu te has vuelto loco.»

Porque era la hija unica de una familia bastante rica. «El dinero no es el combustible del amor -dijo Auden-, pero proporciona excelente lena.»

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