respiro profundamente la brisa marina. Muy abajo, las olas rompian ritmicamente contra las rocas del acantilado. El sol estaba descendiendo hacia el mar azul, y el cielo del oeste estaba empezando a tenirse con los colores del anochecer. Elphame se sentia tan bien alli que se pregunto como habia podido vivir tanto tiempo en otro sitio.
Cuando hubo calentado los musculos, comenzo a correr vigorosamente, siguiendo la linea del acantilado. El ejercicio era muy satisfactorio. Se inclino hacia delante y acelero el paso. Danann era muy sabio. Elphame sentia que la tension de aquellos ultimos dias se deshacia. Frente a ella vio un rio ancho que salia del bosque y discurria hasta el borde del acantilado. Tomo la decision de seguir su orilla. Junto al rio, el terreno estaba cubierto de agujas de pino y de musgo, y mientras se adentraba en el bosque, se dio cuenta de que los arboles eran tan antiguos que sus ramas comenzaban mucho mas arriba de su cabeza. Aquellos arboles gigantes la asombraron, y miro hacia arriba para empaparse de su belleza. Aquel era su hogar, el lugar al que pertenecia. Por primera vez en su vida encajaba de verdad. Elphame se sintio libre, feliz y tambien, quiza, un poco mareada…
No vio el barranco hasta que era demasiado tarde para detenerse. El terreno se abrio bajo ella, y Elphame cayo. Comenzo a dar vueltas y vueltas, y sintio un dolor lacerante en un costado. Instintivamente se encogio para protegerse la herida, y se golpeo la cabeza con algo. La oscuridad la engullo rapida y completamente.
Lochlan supo cuando cayo Elphame. Habia dejado momentaneamente su puesto de vigilancia del castillo para cazar. Acababa de matar un ciervo joven en el interior del bosque y estaba limpiandolo, rapida y eficientemente, con la seguridad de que habria terminado a tiempo para volver y ver a Elphame dejando el castillo, al atardecer. Tal vez ella volviera a banarse, penso, y sus alas temblaron. Al instante reprimio el movimiento, y el dolor de cabeza reaparecio con insistencia. La pasion de los suenos de la noche anterior habia estado cerca de el durante aquel largo dia.
Pero ella no solo era un objeto que desear y usar. Era algo mas que una femina hermosa y sensual. Era algo mas que piel y sangre. Sangre… Sus alas temblaron de nuevo.
Entonces, noto una punzada de dolor penetrante en el costado, seguida de un golpe en la sien y en el hombro. Tuvo que soportar una oleada de nauseas y dejo caer la espada corta que estaba usando para despellejar al ciervo. Y lo supo.
– ?Elphame!
Habia ocurrido algo terrible. Ella estaba herida y lo necesitaba. Freneticamente, Lochlan intento calmar el panico para recuperar el control de sus pensamientos. ?Donde estaba? ?Como podria llegar hasta ella?
«Te lo dira el corazon. Escuchalo».
La voz, muy parecida a la de su madre, resono en su mente junto al dolor de la herida de Elphame. ?Se estaba volviendo loco, finalmente? No le importaba, siempre y cuando aquella locura lo condujera hacia ella. Lochlan se concentro en la joven que creia su destino.
Sintio la respuesta con tanta certeza como sentia el dolor. Abrio las alas para que lo transportaran con aquella carrera deslizante y rauda que habia heredado de la raza de su padre, y corrio hacia el norte.
Elphame recupero el conocimiento al oir un trueno distante. Iba a vomitar, y al volver la cabeza para no ensuciarse, sintio un dolor en la sien derecha, tan intenso que le provoco un sollozo. Tuvo arcadas, y los movimientos fueron tan duros que el costado le ardio como si tuviera fuego en el.
Abrio lentamente los ojos. Sus pensamientos eran incoherentes. ?Que habia ocurrido? ?Por que tenia tanto frio? Tenia las piernas congeladas, casi entumecidas. Miro hacia abajo, y se dio cuenta de que estaba tendida sobre una orilla llena de musgo, y de que la mitad de su cuerpo estaba sumergida en un rio. El rio cuyo curso habia estado siguiendo. Recupero la memoria, y recordo que estaba corriendo y que no prestaba la suficiente atencion. Se habia caido por un barranco.
Cuchulainn iba a matarla.
Lentamente, estiro los brazos hacia delante para poder palparse las piernas. Le temblaban las manos, pero no noto ningun hueso roto ni saliente por el pelaje humedo. Se estremecio, y volvio a sentir una llamarada en el costado. Tenia una rasgadura en la camisa empapada en sangre. La abrio y aparto la mirada rapidamente. Tenia un corte largo y feo en las costillas, que sangraba profusamente. Al verlo se sintio mareada de nuevo, porque nunca habia visto tanta sangre.
Apreto los dientes para soportar el dolor y cambio el peso para intentar ponerse en pie, pero tuvo una nausea tan intensa que cayo desplomada de nuevo, jadeando. Le palpitaba horriblemente el lado derecho de la cabeza, y se palpo con cuidado el lugar dolorido, y aparto la mano pegajosa y roja. Tuvo que contener otra nausea.
Estaba pasandose el dorso de la mano por la boca cuando oyo un grunido extrano, gutural. Al otro lado del rio el barranco no era tan pronunciado, y habia arboles casi hasta la orilla. Los matorrales se movian como si hubiera alguien atravesandolos rapidamente. ?Habia pasado el tiempo suficiente como para que Cuchulainn hubiera notado su ausencia? ?Podria ser el?
– ?Cuchulainn? ?Eres tu?
El ruido ceso al instante. Cuando comenzo de nuevo, se acerco a ella y, a la luz debil del anochecer, Elphame vio dos ojos rojos entre la maleza, justo antes de que una criatura saliera de entre las sombras.
Elphame sintio panico. Era un jabali verdaderamente grande. Tenia el cuerpo de la longitud de un hombre y estaba lleno de barro, y unos amarillentos colmillos sobresalian formando unos arcos letales de sus poderosas mandibulas. El animal olisqueo el aire y fruncio los labios con un grunido espantoso. Entonces, sus ojos relucieron con un brillo feroz y bajo la cabeza. Elphame se puso en pie y se tambaleo. Apoyandose pesadamente contra la pared del barranco, pestaneo para poder ver algo mientras agarraba la daga de su hermano, que llevaba prendida a la cintura. Sin embargo, el brazo derecho no le funcionaba bien, y la daga cayo al suelo. El jabali cargo.
Elphame apreto los dientes e intento alejarse. Sabia que iba a morir. «Epona, ayudame a ser valiente», rezo con fervor.
– ?No!
Mientras gritaba aquella palabra como una maldicion, una forma alada se lanzo desde la parte superior del barranco, por detras de Elphame, hacia la bestia. El jabali cayo al suelo debido al impacto, pero se incorporo con rapidez. Ya no estaba concentrado en Elphame. Tenia un nuevo enemigo, un atacante que estaba agazapado ante el, con las alas extendidas y una espada corta, cubierta de sangre, preparada.
Elphame se desplomo de nuevo contra la pared del barranco. Tenia la sensacion de que la realidad se habia fragmentado, de que estaba en otro mundo, porque aquella criatura alada no cabia en su mente.
El jabali volvio a cargar, y el ser alado se aparto de un salto y hundio la espada en el costado del animal. El jabali grito de dolor y rabia y se giro para embestir otra vez. Sin embargo, de nuevo la criatura fue demasiado rapida, y volvio a apunalar a la bestia. Echando espumarajos por la boca, el jabali ataco salvajemente, y con un terrible silbido, la criatura alada se alzo sobre el y le atraveso la garganta con la espada. El jabali chillo y cayo pesadamente en el rio, tinendo de rojo el agua con su sangre.
Entonces, la criatura se irguio y dio dos pasos, tambaleandose, hacia Elphame.
– ?No te acerques! -grito ella.
La criatura se detuvo en seco.
Elphame le estaba mirando las manos. Las tenia cubiertas de sangre, al igual que la espada. El siguio su mirada e inmediatamente dejo caer la espada y abrio las manos.
– No voy a hacerte dano -le dijo, y se dio cuenta de que ella estaba temblando con violencia.
– Demasiada sangre -musito Elphame.
No necesitaba decirlo. Lochlan ya notaba intensamente la sangre del jabali en su cuerpo, porque llenaba sus sentidos. Sentia el espiritu del animal, todavia fuerte y furioso, en la sustancia pegajosa y roja que le tenia las manos. Llamaba a Lochlan con una voz barbara que hacia bullir su propia sangre.
El demonio que llevaba dentro se removio. Queria hundir los colmillos en el cuello del jabali y beber, y absorber su esencia bestial. Lochlan lucho contra todas aquellas sensaciones. Tenia que quitarse la sangre de encima antes de dejarse ganar por ella. Mientras resistia el dolor que le atravesaba la cabeza y reprimia aquel deseo oscuro, Lochlan se agacho rapidamente y se lavo las manos en el arroyo, frotandose freneticamente. Despues, con los brazos empapados, pero limpios, se incorporo.
– Ya no tengo sangre -dijo.
Habia recuperado el control, y pudo hablarle con voz calmada, como si fuera una nina pequena.